Fue uno de los fotógrafos españoles más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Clásico y vanguardista al mismo tiempo, investigador de la imagen y de su lenguaje tanto en blanco y negro como en color, sus imágenes conforman un valioso legado artístico y cultural, documentos que fijan con mirada espontánea los rasgos de una época y de un mundo en transformación.

De formación autodidacta, comenzó en 1959 a participar en salones internacionales y en 1960 entró a trabajar en la revista Destino de la mano de Néstor Luján y Josep Vergés, publicación para la que hizo numerosas portadas y con la que mantuvo relación profesional continua hasta 1974.

También trabajó en la agencia Roldós, en la Editorial Seix Barral (1962) y en las agencias France-Presse y Dalmas (1963). Desde 1964 colaboró con la revista Don, donde trabajó con Joan Perucho, Josep Maria Espinàs, Jaime Gil de Biedma y Juan Marsé. Durante los años setenta se dedicó también a la fotografía publicitaria y de moda. En sus últimos años se dedicó a la fotografía artística de carácter abstracto, mezclando luz y color. En 2009 donó 650 fotografías al Archivo Fotográfico de Barcelona.

Forcano recibió el Premio Nacional de Fotografía de 2012 por la «extraordinaria calidad de su trabajo, la perdurabilidad de sus imágenes, su larga trayectoria, destacando su capacidad de innovación y experimentación en el lenguaje fotográfico».

La larga trayectoria de Forcano fue la de un autodidacta que siempre observó su entorno de forma inquieta y escrutadora, intentando atrapar los momentos que más le atraían. En palabras de Daniel Giralt-Miracle, comisario de la gran exposición que le dedicó la Real Academia de Bellas Artes en 2014, era “un hombre nacido de la cultura urbana, con mucho instinto. Un hombre que ha tenido que luchar para ganarse la vida, pero que descubrió en la fotografía un instrumento privilegiado”.

Su obra se puede dividir en tres períodos. En el primero de ellos destaca el fotoperiodista que realiza fotos para Destino en blanco y negro. Una fotografía de denuncia que deja después del 75 con la llegada de la democracia. Le preocupaba la pobreza, los desvalidos, el mundo de aquellos que lo están pasando mal en la vida, la caridad, el hambre, los que están postrados en la calle. Hace un reportaje social que refleja su inquietud intelectual sobre la sociedad. En el fondo es una denuncia, no hecha de una forma provocativa sino reflexiva.

Con la muerte de Franco y la llegada de la Transición, después del año 1975, Forcano se dedica a la fotografía de moda, donde realiza muchos retratos pero más convencionales. En la última etapa de su carrera empezó a experimentar con el color y la luz como generadores de imágenes. Comenzó a realizar fotografías abstractas indagando en lo analógico, con flashes y placas de colores. Gracias a estos experimentos, entre 1980 y 1995 se sumergió en un mundo onírico y surrealista con imágenes que son más poéticas y plásticas que documentales.