Académica de la Historia y de la Lengua, Carmen Iglesias repudia los estereotipos y la visión de aquellos que lo ven todo blanco o negro, “cuando hay multitud de grises que son los que matizan y dan objetividad a lo que se cuenta”. Es preciso arrinconar la idea de una España diferente, del mismo modo, afirma, que no tiene vigencia la dualidad de las dos Españas, la división estricta entre derechas e izquierdas, pues los límites son cada día menos evidentes, y esa visión lamentable de que la historia está hecha por buenos y malos.

Todo es mucho más complejo como para ser observado en términos categóricos de éxito o fracaso. “Nuestra leyenda negra es mucho menos oscura de lo que, tópicamente, se piensa”.

A tenor de las diversas doctrinas que han acometido el estudio de la historia de España es indudable que la visión negativa prevalece. Si bien el franquismo consideraba toda la historia pasada, con la salvedad del período de los Reyes Católicos, como una sucesión de hechos aberrantes, puntualiza Carmen Iglesias, la perspectiva de los sectores izquierdistas no ofrecía un diagnóstico mejor, y era coincidente, hasta el punto de atribuir las situaciones del presente a los errores cometidos en el pasado: una historiografía que nos ha legado una historia de la decadencia continuada, desde la caída del imperio donde jamás se ponía el sol, pasando por el nulo interés del XVIII español –que sí lo tuvo, y mucho- hasta el desastre del XIX y las disputas partidistas y luchas sociales de primeros del XX que desembocaron en la guerra civil que enfrentó a “las dos Españas”.

España no es diferente

El hecho de que la visión general o imagen de España haya acabado siendo una interiorización de la percepción negativa recibida desde fuera, comenta la autora, quizá tenga que ver con el hecho de que estas visiones generales dependieron más de un debate ideológico-político, y de pensadores no historiadores profesionales, sino brillantes literatos, polemistas y ensayistas luminosos. Es hora de sustituir los juicios de valor por los juicios de realidad, en la medida que nos vamos acercando a ellos.

Desde ese deseo de aproximación a la verdad histórica No siempre lo peor es cierto revisa numerosos episodios y épocas de nuestro paso por los siglos, desde el  XVI y XVII y sus antecedentes hasta la España de hoy, para llegar a la conclusión, profundizando en cada tiempo y circunstancia y glosando al historiador Domínguez Ortiz, que considerándolo con serenidad puede sostenerse que los desgarramientos internos de España no fueron superiores a los de las restantes naciones; y aún podría decirse que fueron inferiores a los que sufrieron, por ejemplo, Francia o Alemania. Cabe entonces suponer que la discordia y la violencia que caracterizaron nuestra historia más reciente no son inherentes al carácter de nuestro pueblo, sino producto de circunstancias temporales que también otras naciones han sufrido y las han superado. Por fortuna, en este aspecto, España no es diferente.

Maniqueísmo inaceptable

“La historia de estos últimos años da la razón a estas palabras”, apostilla la autora que apela a la historia comparada para acabar arrinconando viejos mitos que permanecen agazapados, ya sea por inercia o por desconocimiento, en la mentalidad tradicional de muchos españoles.

Frente a esas posturas maximalistas la autora propugna la educación, -que es una de las grandes asignaturas pendientes de la democracia, puntualiza-, que permite ver las cosas de una forma más amplia, menos sesgada. Un sesgo, apunta, del que en buena medida son partícipes y  responsables los políticos, que tienen enorme interés en la manipulación de la historia, porque persiguen el poder, y todo lo que suponga reflexión en profundidad lo ven como una amenaza que puede poner en duda sus actos y decisiones.

“Hay que denunciar ese afán de los políticos por creerse salvadores y blindarse frente a los que creen que los profesionales de la política tienen que guiar moralmente a la sociedad. Desde el momento en que la historia del conocimiento ha caído en el ámbito político, los ciudadanos y la historia estamos perdiendo una importante batalla. No es sostenible, apostilla, ese maniqueísmo español no ajeno a lo político y a los políticos  que tiende a convertir al adversario en enemigo y a la descalificación tajante de lo que el otro piense y diga”.

No siempre lo peor es cierto.
(Estudios sobre Historia de España).

Carmen Iglesias.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.