Se entra en este libro con un cierto escepticismo, pero la sensatez de su fondo, muy distante de retóricas y demagogias simplonas, hace que salgamos de él renovados y conscientes de que aún en las circunstancias más adversas, cambios (y reformas) no son una utopía.

«Mi intención en estas páginas es incomodar a mucha gente, no sólo a los musulmanes sino también a los defensores occidentales del islam», afirma esta activista de la paz y defensora de los derechos humanos que ha vivido en propias carnes el complejo recorrido que media entre una educación islámica profundamente religiosa y su intensa actividad en un beligerante despacho de Harvard, pasando por el parlamento holandés, en donde fue diputada de 2003 a 2006.

R mayúscula

«Mi objetivo –prosigue– es desafiar varios siglos de ortodoxia religiosa con ideas y argumentos que estoy segura que serán censurados por herejes. Mi argumento es a favor, nada menos, que de una Reforma –siempre escribe Reforma con R mayúscula–, musulmana. Sin una modificación fundamental de algunos de los conceptos nucleares del islam creo que no resolveremos el problema candente y cada vez más global de la violencia política perpetrada en nombre de la religión».

Durante siglos se ha tenido la impresión de que el islam es inmune al cambio. Sin embargo, Hirsi Ali ha llegado a la conclusión de que la Reforma musulmana es inminente y puede que incluso ya haya comenzado. «La Primavera Árabe quizá parezca ahora un fracaso político, pero el desafío que lanzó a la autoridad tradicional puso de manifiesto una nueva disposición –especialmente por parte de las mujeres musulmanas– a pensar y expresarse con libertad».

Tolerancia

A través de un discurso en el que se entrelazan sus propias experiencias con analogías históricas y ejemplos rotundos de sociedades y culturas musulmanas contemporáneas, Reformemos el islam es una exhortación apasionada a favor de un cambio pacífico y una nueva era de tolerancia global.

Defiende Ayaan Hirsi Ali que las convulsiones que se observan en el mundo musulmán en la actualidad no son tan sólo consecuencia directa de los sistemas dictatoriales imperantes en algunos de los países que lo integran y de situaciones económicas que lindan con la ruina. Sino que se derivan del islam en sí, de dogmas clave de la fe musulmana y de su incompatibilidad con el mundo moderno.

Por eso, sostiene, el conflicto más importante al que debe enfrentarse el mundo hoy en día es el que existe entre aquellos que se ofrecen a defender hasta la muerte esas incompatibilidades y aquellos dispuestos a desafiarlos. No a acabar con el islam, sino a reformarlo.

«La Reforma musulmana no es una ficción. Es una realidad. En los últimos años, decenas, si no cientos, de acontecimientos me han convencido de que, aunque los problemas del islam son efectivamente profundos y estructurales, las personas musulmanas son iguales al resto en un aspecto importante: la mayoría aspiran a una vida mejor tanto para sí mismos como para sus hijos. Y cada vez tienen más razones de peso para dudar de que los musulmanes radicales de Medina puedan garantizar esta aspiración».

En su razonado alegato se declara en contra de admitir el «atraso» congénito de los árabes o los musulmanes. «No creo que la ortodoxia islámica esté ‘grabada’ en la naturaleza de los musulmanes. No creo que el mundo islámico esté condenado a un perpetuo ciclo de violencia con independencia de quien logre hacerse con las palancas del poder. Y no creo que los clérigos islámicos –guardianes de la ortodoxia– sean lo  bastante poderosos para contener una gran oleada de insatisfacción con el estado actual de las cosas. Soy universalista. Creo que todo ser humano posee el poder de la razón, además de conciencia. Eso incluye a todos los musulmanes como individuos».

Enmiendas

En un valiente desafío, la autora identifica cinco enmiendas a la doctrina islámica que los musulmanes deben adoptar para alejar su religión del siglo VII, «en donde permanece anclada», y acercarla al siglo XXI:

– La creencia de que el Corán expresa la inmutable palabra de Dios y la infalibilidad de Mahoma.

– La prelación que concede el islam a la otra vida sobre la de aquí y ahora.

– La convicción de que la sharía constituye un sistema legal que debe gobernar la vida espiritual y material de la sociedad

– La obligación del musulmán de exigir a cualquier precio lo que considera justo y prohibir lo que considera errado.

– La justificación de la yihad o guerra santa…

«Modificarlos o reformarlos es indispensable para avanzar hacia la modernización», asegura la escritora. También invita al mundo occidental a que deje de «disculpar» a los islamistas. «Quienes necesitan nuestro apoyo son los reformadores musulmanes, no los opositores a la libertad de expresión».

La mujer

Respecto al papel de la mujer, comenta que no es ninguna casualidad que algunas de las voces más críticas con el islam de hoy provengan de mujeres, «pues no existe ninguna incompatibilidad más evidente entre el islam y la modernidad que el papel subordinado que la ley de la sharía le otorga a la mujer».

«Esa subordinación», puntualiza, «ha servido de justificación durante mucho tiempo para cometer una larga retahíla de abusos contra las mujeres en el mundo musulmán, como la tutela masculina, el matrimonio infantil y la violación dentro del matrimonio».

Occidente

Los crímenes contra la razón y la conciencia humanas que se cometen en nombre del islam y la sharía ya están empezando a forzar una revisión de la escritura, la doctrina y la ley islámicas. «Este proceso no puede detenerse, por mucha violencia que se emplee contra quienes aspiran a la Reforma. En último término, creo que serán la razón y la conciencia humanas las que prevalezcan».

Hirsi Ali exhorta a los Gobiernos de los países democráticos a dar su apoyo a quienes, arriesgando sus vidas, libran esa difícil batalla religiosa y cultural, «en vez de, por razones de Estado, amparar a regímenes despóticos».

«El mundo occidental tiene el deber de prestar ayuda y, cuando sea necesario, seguridad a los disidentes y reformistas que llevan a cabo esta formidable tarea», concluye Ayaan Hirsi Alí, que cita el librepensamiento de Voltaire –»No comparto lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo»–, antes de apostillar que los albores de una Reforma musulmana son el mejor momento para recordarnos a nosotros mismos que «el derecho a pensar, a expresarnos y a escribir en libertad y sin miedo es, a fin de cuentas, algo más sagrado que cualquier religión».

La autora

Amenazada de muerte por los fundamentalistas islámicos, Ayaan Hirsi Ali nació en Mogadiscio, Somalia, en 1969. Hija de un líder político conservador que se enfrentó al dictador Siad Barre, Ayaan recibió una educación islámica ortodoxa en Arabia Saudí y en Kenia dentro de la más severa observancia musulmana: llevó el hiyab y celebró la fatua que condenaba a muerte al autor de Los versos satánicos, el escritor Salman Rushdie. En la pubertad sufrió la traumática experiencia que como un mal endémico se ceba desde la infancia en la mayoría de las mujeres musulmanas: la ablación.

Con apenas veintidós años, y huyendo de una boda concertada con un primo lejano, recaló en Holanda, donde inició los trámites de asilo, aprendió el idioma en un tiempo récord y cursó estudios de Ciencias Políticas.

En 2001, Ayaan se incorporó a la Fundación Wiardi Beckman, tutelada por el Partido Socialdemócrata holandés. A partir de entonces empezó a labrarse una reputación en pro de la defensa de los derechos de la mujer en el ámbito musulmán y vertió sus críticas hacia el islam y sus preceptos.

La elocuencia y claridad de sus ideas causó un enorme revuelo en el mundo islámico, e hizo pesar sobre ella amenazas de muerte. Por entonces, decidió abandonar las filas del Partido Socialdemócrata para ingresar en el Partido Liberal. Elegida en 2003 diputada al Parlamento, siguió denunciando la opresión de la que es objeto la mujer musulmana, hasta que en junio de 2006 abandonó su escaño.

En 2004, cuando el cineasta Theo van Gogh fue asesinado en Ámsterdam el asesino clavó en el pecho de su víctima una carta dirigida a Hirsi Ali advirtiéndole que ella sería, por traicionar al islam, la siguiente víctima.

Antes de que se desatara el debate en torno a su ciudadanía neerlandesa –que le fue retirada y posteriormente devuelta– había decidido trasladarse a Estados Unidos, donde colabora con el American Enterprise Institute, un think tank de tendencia liberal conservadora.

En Estados Unidos, donde sigue viviendo en la actualidad, es objeto de críticas muy duras por quienes la acusan de “islamófoba” y, en el seminario que dicta en la Universidad de Harvard, no es raro que se produzcan incidentes protagonizados por alumnos radicales. Por todo ello vive permanentemente protegida.

En 2007 impulsó la creación de la Fundación Ayaan Hirsi Ali, con objeto de defender los derechos de las mujeres en Occidente frente al islamismo militante.

En 2006, Galaxia Gutenberg publicó Yo acuso, recopilación de sus discursos y ensayos, en 2007 Mi vida, mi libertad, autobiografía en la que relataba el periplo que la llevó desde su infancia en Somalia a los Países Bajos donde, como se ha apuntado, se convertiría en muy poco tiempo en una de las más significativas y reconocidas figuras del panorama político. Es también autora del relato Adán y Eva (2009) y Nómada (2011).

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Reformemos el islam
Ayaan Hirsi Ali
Traducción de Iván Montes, Irene Oliva y Gabriel Dols
Galaxia Gutenberg
280 páginas
19,90 euros