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Mr. Pickens es un penas al que nada sale bien, que encadena una situación lamentable tras otra cuya descripción se lee –como poco– con una sonrisa. Mr. Pickens es el desastroso protagonista de Baptistas modernos, la novela de James Wilcox (Hammond, Louisiana, 1949) publicada por primera vez en español gracias al buen hacer de la editorial Contra.

Con Baptistas modernos, el primero (1983) y más celebrado de sus libros, Wilcox define un territorio imaginario llamado Tula Springs y presenta el tipo de personajes que le interesan y pueblan su obra: los marginales, “la gente a la que no se le concede ni un minuto de fama”. Aunque el autor sureño ha aclarado que la historia del desdichado señor Pickens no tiene nada de autobiográfica, comparte al menos con su creación cierta mala suerte a nivel laboral. Si Pickens debe resignarse como encargado de una tienda de ofertas bajo la mirada de un jefe impresentable, Wilcox, autor de nueve novelas (la última de hace ya diez años), ha podido dedicar su vida a su vocación literaria pero cada vez con más problemas económicos. Puede que la crítica nunca le haya abandonado del todo, pero sí lo han ido haciendo progresivamente los lectores. Si su obra mantiene la calidad de su debut, habrá que añadir que esas malas ventas son injustas.

En Baptistas modernos, en cuyo currículum figura ser una de las elegidas por Harold Bloom para su controvertido Canon Occidental, Wilcox nos introduce en una localidad de la América profunda de los primeros ochenta. Apenas suceden cosas relevantes en un pueblucho aburrido en el que, como dice uno de los personajes, no hay nada que hacer excepto beber o estudiar la biblia. En este escenario describe con gracia las desastrosas relaciones de Mr. Pickens con su hermanastro, un chulazo recién salido de prisión que se cree un regalo para las mujeres y quiere triunfar como actor, una madre que ha perdido la cabeza, dos compañeras de trabajo y una abogada impulsiva que aporta unas gotitas de denuncia social al libro.

Se vale Wilcox de una cadena de malentendidos y mentiras para colocar a Mr. Pickens en situaciones sentimentales entre hilarantes y ridículas construidas en buena medida gracias a su mano maestra para el diálogo jocoso. Nada le sale bien a Pickens, desde las cosas más nimias (si se aficiona a la pesca y encarga una caña, la empresa de venta por correo le manda una escopeta) hasta las más graves, entre la cuales destaca acoger a un hermano gorrón que se apropia de algo más que de su modesto hogar.

Las dosis de amargura y desamparo que encierra esta novela de seres derrotados son las que de alguna manera impiden que uno se desentienda rápido de un personaje mediocre pero entrañable. Y el humor. Es imposible no coger cariño a un tipo que colecciona catástrofes y confiesa no haber triunfado en la vida por ser demasiado íntegro, por tener –Dios mediante– un sentido tan agudo de lo que está bien y lo que está mal. Dispuesto, a esa altura de su vida, a convertirse en predicador y a inaugurar una iglesia para baptistas modernos, que son, atención, ésos que no quieren pasar tanto agobio cada domingo con la idea del infierno, que acogen con buenos ojos la razón y la lógica y que no ponen pegas al consumo moderado de alcohol, a los bailes con magreo y al adulterio pasado los cuarenta si sigues soltero. Lo dicho: imposible no cogerle cariño a un desgraciado que tiene su gracia.

 

TulaTula Springs (Baptistas modernos seguido del relato Mr. Ray)
James Wilcox
Traducción: Damià Alou
Editorial Contra
320 páginas
19,86 euros