Almarcegui conoce de cerca el mundo del ballet (formó parte del Balletto di Roma durante tres temporadas), de ahí las descripciones tan minuciosas de los entresijos de la danza, desde los mecanismos físicos y emocionales que la posibilitan al microcosmos de competitividad, ambiciones, egos y compañerismo de las compañías de ballet.

Profesora de Literatura Comparada, colaboradora en medios como eldiario.es, ABC, La Vanguardia, Revista de Occidente y Jot Down y una de las voces más relevantes de la literatura de viajes (con títulos como El sentido del viaje, El pintor y la viajera y Una viajera por Asia Central), Almarcegui hace un ejercicio de flexibilidad con la literatura, un reto narrativo: crear una experiencia real a partir de la pura fabulación, de un deseo.

La protagonista, trasunto de la autora de la novela, es una primera bailarina del reputado ballet del Teatro Mariinski de San Petersburgo que a sus cincuenta años, retirada de la danza profesional, rememora su vida desde que, siendo adolescente, tomara la decisión de marchar a Rusia para centrarse en su carrera como bailarina. En ese repaso a su existencia dará cuenta de logros y fracasos, amores, pasiones, relaciones truncadas y melancolía por la tierra añorada.

Memorias realistas

Almarcegui realmente logra lo que se propuso y crea una novela que funciona como unas auténticas memorias. A ello ayuda, además de la exhaustiva descripción del mundo de la protagonista, una narración que juega continuamente con elipsis y omisiones, moviéndose ahora adelante, ahora atrás, a la manera de cualquier persona que se para a recordar acontecimientos de su propia vida.

La rememoración de los acontecimientos vitales de la protagonista de La memoria del cuerpo está plagada de descripciones emocionales en las que todo, desde los pensamientos hasta los paisajes o la contemplación de un cuadro, está tamizado por la mirada de quien narra. Almarcegui le da en ocasiones una cierta inocencia a la escritura de su protagonista, haciendo más realista su concepción de memorias a través de un lenguaje que podría ser el de alguien que efectivamente se ha acercado a la literatura a modo de afición y nunca la ha ejercido de manera profesional.

Pero el aspecto más importante de la novela es su retrato de la decadencia del cuerpo por el paso del tiempo. Lejos de avergonzarse y tratar de ocultarlo, tema tabú para tantas mujeres a ojos de la sociedad, Almarcegui describe detalladamente la pérdida de ciertas facultades de su protagonista y lo que gana. Lejos de suponer un final para ella, encuentra un nuevo camino de exploración de su cuerpo para seguir transmitiendo a través del arte.

La memoria del cuerpo se completa con una lista de canciones que sirven de acompañamiento a cada una de las cuatro partes en las que se divide la novela, piezas que sonaban de fondo mientras Almarcegui escribía la novela, que incluye composiciones de Debussy, Chaikovski, Brahms y Scriabin.

Patricia Almarcegui La memoria del cuerpoLa memoria del cuerpo
Patricia Almarcegui
Fórcola
192 p
19,50 euros