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Max Porter: «Concibo la muerte como un todo»

La muerte llega por sorpresa. Y con ella, el duelo: un inmenso pájaro negro que se instala en la casa. El Cuervo cuidará a los niños que se han quedado sin madre y al marido que se ha quedado sin esposa. Hasta que ya no le necesiten. El Cuervo es una más de las voces del libro. Sus recuerdos, sus juegos y sus canciones se mezclan con los de los niños y los del padre para que sus heridas vayan sanando a la sombra de unas alas extendidas.

A lo largo de las páginas de esta peculiar obra se mezclan tres voces: la del padre afligido que ha perdido a su esposa, la de los hijos que se han quedado sin su madre y la del Cuervo, metáfora del duelo. Las tres voces tienen mucho que expresar y cada una de ellas lleva la situación como puede. El padre echa de menos a su compañera. Los pequeños echan en falta a su madre y el Cuervo es un símbolo de la añoranza, del tiempo que pasamos echando de menos.

¿Qué es para su autor El duelo es esa cosa con alas? ¿Qué se marcó como objetivo a la hora de escribirlo?

Quería escribir un libro sobre el duelo pero no incluir ninguno de los clichés habituales, sino más bien atacarlos porque quería fusionar todo lo que el duelo conlleva con una parte mucho más doméstica, más de vida común, incluso las propias banalidades del ser humano. Quería dejar a un lado todas los convencionalismos más pesados, más arcaicos, más establecidos de la novela. Todo eso a la hora de utilizar los nombres de los personajes, el arco narrativo, la trama estructurada en orden cronológico. Sería como invitar a la gente a una fiesta pero no invitar a nadie aburrido. También quería hablar de la obsesión poética.

Es clave en su texto el personaje del Cuervo.

Sí, quería utilizar ese personaje para jugar con el lenguaje y adaptarlo. En mi opinión el lenguaje más extraño y más roto del Cuervo se adaptaba mucho mejor al lenguaje propio de un cerebro que está fracturado, que está en shock tras una pérdida. Una vez que el libro estuvo escrito, al analizarlo me di cuenta de que estaba escribiendo un libro que en realidad se comporta como un pájaro.

¿Qué es la muerte para Max Porter?

Tal y como diría el Cuervo, creo que la muerte lo es todo. Es el tejido que nos da forma como seres. Como seres humanos somos tan buenos en función de cómo sea de bueno el análisis que hacemos de lo que es la muerte. La muerte es un suspiro, un fragmento, y el verdadero reto para un escritor es lograr describirla bien. Aprovechar las oportunidades que el lenguaje te da, que no son tantas. Desde un punto de vista más personal, la muerte es una obsesión propia. Cuando iba creciendo, con los años me di cuenta de que tenía una obsesión con la muerte, algo que no les ocurría a mis amigos. Notaba esa obsesión en muchas cosas. Cuando interactuaba con el arte, con la música. Se podría decir que yo era el amigo tristón, pues a mí me gustaba todo lo que se puede catalogar como deprimente. Eso siempre me ha parecido lo más interesante.

¿Qué piensa de la eutanasia?

Creo que se necesita un cambio porque en relación con este tema tenemos legislaciones anquilosadas. En el Reino Unido ahora nos enfrentamos, como consecuencia del Brexit, a años de inmovilismo que harán que esos cambios no se produzcan. Tenemos unos políticos realmente lamentables de los que no espero grandes cosas. Estoy absolutamente a favor de lo que cada cual decida o quiera hacer con su vida. Incluso en relación con el suicidio porque creo que la muerte es la mayor de las elecciones que tenemos en nuestro poder. Si alguien está sufriendo tanto como para tomar una decisión como esa, deberíamos ser suficientemente empáticos como para comprenderle o ayudarle. La mayor de las empatías es ponerte en los zapatos y en la piel del otro como para entender que ha llegado a tal dolor que no quiere seguir.

Ha manifestado usted un interés especial por el arte y su relación con la muerte. ¿En qué sentido?

En estos días en Madrid he vuelto al Museo del Prado. Siempre que voy allí voy a las salas dedicadas a Goya y siempre me detengo especialmente frente a las pinturas negras; ahí estoy en mi salsa. Si bien cuando analizo la pintura del genio español, sus retratos de reyes y princesas, veo que esa vertiente negra del pintor está también muy presente en sus cuadros aparentemente más luminosos. Me interesan multitud de pintores y de cuadros que abordan esta temática. Por mencionar dos ejemplos que me entusiasman citaría el Cristo yacente de Andrea Mategna y La muerte de Sócrates de Jacques-Louis David. Me apasionan no sólo los cuadros que reflejan la muerte, sino también los retratos en los que se puede ver el miedo a la muerte en los rostros de los retratados, como los últimos retratos de Rembrandt.

«Experimentar en la escritura no se debe hacer a costa de la verdad emocional»

¿A quién va dirigido el libro? ¿Quién debería leerlo?

Cuando empecé a escribir El duelo es esa cosa con alas no tenía en mente ningún tipo de lector. Era un ejercicio muy privado y sólo pensaba en mí mismo como escritor y como lector. Sin embargo, cuando ya estaba llegando al final del proceso de escritura empecé a plantearme a quién podría interesar lo que estaba haciendo, cuál debería ser el público objetivo. Me vino a la mente mi suegra, una mujer a la que le gusta leer aunque no le gusta la poesía como primera opción, pero le gusta que la ficción transmita verdad y eso he intentado. Pero sobre todo pienso en aquellos lectores a los que les interesan los híbridos. Aquellos a los que les gusta que las formas vayan cambiando incluso dentro del mismo libro. Gente que está dispuesta a coger el libro con la actitud de quien ve una obra de arte o una película. Dicho esto, si tengo que concretar de forma muy breve la respuesta a lo que me pregunta, tengo que decir que este libro es para mi hermano. Porque tanto mi hermano como yo estuvimos muchos años luchando por encontrar una voz. La forma de expresar la pérdida que sufrimos cuando mi padre murió y nosotros éramos todavía muy pequeños. Mi hermano ahora se dedica a la música electrónica y crea composiciones para ambientes industriales y para iglesias y la gente que acude a escuchar esas piezas acaba llorando de emoción. Durante todos estos años nosotros estábamos buscando una forma de expresar esa pérdida.

¿Con qué mensaje le gustaría que se quedase quien se acerca a su libro?

Puedo responder desde dos puntos de vista. En primer lugar, desde un punto de vista más social, me gustaría que lo siguiente que le pidiera el cuerpo al lector tras cerrar las páginas fuera llamar a su madre o a su hermano y pedirle disculpas por las cuentas pendientes del pasado, si las hubiera, pero desde un punto de vista más lingüístico me gustaría que el lector se liberase de cualquier cadena que pueda tener a todos los niveles, como el asumir el lenguaje malsonante, los tacos, y que sintiese que ha leído un libro en el que el lenguaje le ha reconfortado, divertido, que el texto le despierte una especie de emoción por el lenguaje. Que le despierte las ganas de escribir o de leer a Emily Dickinson, por ejemplo. Eso sería estupendo. También me gustaría que mi lector se convirtiese un poco en cuervo. El de mi libro está en constante movimiento, pero no cualquier movimiento, sino muy seguro en sí mismo de como se mueve, fijándose en todo y juzgando dentro de una estimulación cultural continua. Ser cuervos para recopilar de aquí y de allá e ir creciendo como personas.

Su obra ha tenido muchos miles de lectores. ¿Ha recibido mensajes o noticias de personas a las que su lectura haya ayudado?

Lo mejor que me ha podido pasar con este libro tuvo lugar en una de las presentaciones con lectura que hice en el Reino Unido. Al final se acercó una señora que era psicóloga que me dijo que trabajaba con familias que estaban pasando por un proceso de duelo. Me comentó que estaba con un padre que había perdido a su esposa y una hija que había perdido a su madre. Había leído el libro y al volver al despacho en el que pasaba consulta se dio cuenta de que era un espacio blanco con una luz blanca, un lugar muy aséptico. Influenciada por lo que había leído se llevó a aquellas dos personas a un bosque y allí estuvieron leyendo algunos pasajes del libro al tiempo que paseaban, charlaban y reían. La psicóloga me comentó que la cosa había funcionado muy bien y aquellas personas habían avanzado mucho en la asunción del duelo y en el manejo positivo de la situación.

La poesía está muy presente en el fondo de lo que usted escribe y, por supuesto, de este libro. ¿Lo siente así?

Experimentar en la escritura no se debe hacer a costa de la verdad emocional que tiene que transmitir la propia escritura. El duelo es una cosa con alas es como un pájaro que salta constantemente pero que de vez en cuando se queda quieto y cuando lo hace lo que tiene que transmitir es una poesía sincera y una verdad poética. Me dedico a observar el mundo natural y cuando veo volar a un cuervo no hay suficientes letras en el abecedario ni suficientes palabras para poder describir con precisión la belleza de lo que estamos viendo. En el momento que se posa es cuando puedo empezar a describir lo que veo. Cuando está volando sólo puedo quedarme extasiado, solo me queda quedarme callado.

Cuando entro en contacto con el arte, con la literatura, con la música, lo que me pone la piel de gallina es encontrar una combinación calibrada entre corazón y cabeza. Eso es lo que yo busco: llegar al corazón del lector, sin olvidar su cabeza.

Se declara usted admirador sin límite de Emily Dickinson.

Así es. Para mí es la cumbre. Está por encima de Shakespeare, de Cervantes… porque es tan increíblemente compleja a la hora de elaborar su obra que casi parece de otro mundo. Cuando analizas sus esfuerzos lingüísticos ves una serie de detalles extraordinarios, pero cuando te dejas caer en su poesía te sumerge en una fase de sentimiento puro. Ella es la literatura y yo aspiro a ser eso para alguien.

El duelo es esa cosa con alas [1]El duelo es esa cosa con alas
Max Porter
Traducción: Milo Krmpotic
Prólogo: Jesús Carrasco
Rata Books
144 páginas
19,50 euros