«Un tiempo en el que estábamos constreñidos en todo y en todos los niveles. Todo estaba mal visto, todo era pecado. Los curas se enseñoreaban de nuestras almas, de nuestros pensamientos, de nuestro trabajo. Según ellos, todo iba dirigido al Camino de Perfección, y con este pretexto no sólo abordaban la educación sino que se inmiscuían en los hogares, las diversiones, las profesiones, las intenciones, los pensamientos, los nacimientos, los óbitos, las costumbres. Nuestras jóvenes vidas estaban inmersas en rezos, sacrificios y resignación. Muchos nos sentíamos ahogados y por eso salió una generación tan luchadora y deseosa de cambiar aquello para lo que no había explicación ni motivo. Porque, digo yo, podían haber ganado la guerra y haber tenido una miras más altas sobre la cultura y sobre la manera de alcanzarla satisfactoriamente». 

Descubriendo la vida

Con esta contundente declaración de principios, Garrido y Forges, que desplegaron un agudo sentido del humor, no exento de un ácido punto de nostalgia, arrancaron el acto de presentación de este libro que retrata una España en la que los adolescentes se conocían en los guateques –»donde las chicas hacían todo lo posible por no acercarse mucho al chico»– y de allí se dirigían directamente al altar. Con esta excusa como premisa, la autora sobrevuela un tiempo por el que desfilan personajes conocidos y anónimos que perfilan las ideas y las costumbres de una época y, en definitiva, «nos acerca a lo extraño y maravilloso de la edad en la que uno descubre la vida».

Por su parte, los trazos de Forges, que puntualizó que «si te parece que ligar es difícil ahora, no te imaginas lo que era entonces la larga carrera de novio formal», retratan con su habitual ingenio los arquetipos que conformaron las tres décadas que aborda este libro: curas, monjas, tunos, héroes del momento, toreros y manolas, futbolistas, machistas, paletos, progres y, por supuesto, novios, novias y sus respectivos padres.

Entre el humor, mucho humor, y el punto de nostalgia apuntado fueron los autores repasando las claves del libro.

El adiós a la infancia

La enseñanza, el llamado bachillerato, estaba dividida en Ciencias y Letras, como divididos estaban los colegios: de chicas y de chicos. «En los años cuarenta, cincuenta y sesenta no estaba de moda el término adolescencia por lo que pasábamos de niños a jóvenes casi en un santiamén».

Más tarde, con las sucesivas reválidas, aparecería el «yo quiero ser». Pero la mayoría de las chicas querían ser amas de casa: «Yo, cuando acabe el colegio, me quedaré en casa a ayudar a mi madre, y luego tendré novio y me casaré y tendremos muchos hijos y les pondré de nombre…».

La religión

«¡Qué tarea para los de nuestra generación, el crecer lúcidos!», se admira Pilar Garrido. Y es que, aunque casi todos estudiaban lo mismo, «a los chicos se les encaminaba a ser mitad monje y mitad soldado y a las chicas se nos preparaba para ser el reposo del guerrero».

Para proteger la inocencia del pecado, la impureza y la lujuria, todo un batallón de técnicas se ponían en marcha: misas, confesiones, charlas, padres espirituales… Libros como el del padre Kelly eran fundamentales para explicar y fomentar la castidad. Pero a la iglesia no le quedó más remedio que adaptarse más tarde a otras realidades. Eso sí, pasando por el Concilio Vaticano II y la aparición de los curas progres y sin sotanas».

Las diversiones

En 1956 llegó la televisión, pero solo para algunos afortunados, así que había que pedir el favor para poder verla en alguna casa privilegiada.

Verbenas, piscinas, excursiones y fiestas populares eran las que garantizaban las posibilidades de diversión. Pero si algo pasó al mito de la época fueron los guateques. La modernidad les perteneció, aunque en ellos sonaran pasodobles, rumbas, pero también twist rock and roll y, por supuesto, las canciones del Dúo Dinámico y su Oh Carol. «Las melodías lentas permitían eso que se llamaba baile agarrado y otras manifestaciones cariñosas».

El amor

«El amor platónico estaba muy de moda, casi tanto como en el siglo XVII», afirmaron los autores que, siguiendo el discurso del libro, recordaron que llegada una edad todo estaba encaminado al matrimonio. Una buena boda era una bendición, pero para esto había que «pelar la pava» durante muchos años.

Los chicos tenía que hacer la mili y las chicas preparar sus ajuares. No era infrecuente oír «desengáñate, hija mía, no hay mejor carrera que una buena boda». También había que buscar piso, así que frente a lo que ocurría en otros países, el noviazgo en España era muy largo y, sin embargo, los jóvenes tenían prisa por casarse.

El gran evento

La intimidad era un asunto difícil, como la libertad sexual o la emancipación. Para obtenerla había que comprar muebles: del salón, del dormitorio, del baño. Un pequeño libro Un tesoro para la mujer. Breviario de la mujer moderna recogía grandes consejos sobre cómo organizar una vivienda. «Si se superaban los 10 o 12 años de noviazgo, la boda era el gran evento, pero había que sobrevivir también al último escrutinio familiar. Después del viaje de novios los sinsabores también comenzaban».

«Todo lo que contamos es verdad. Las cosas eran así», concluyó Forges que apostilló que «la historia que he vivido es una historia de crisis continua, que es lo que es España».

 

Pilar Garrido Cendoya. Nació en Espejo, Córdoba, el 10 de septiembre de 1939. Huérfana desde muy pequeña –su padre murió cuando ella tenía dos años y su madre cuando tenía cinco–, es la menor de cinco hermanos. Hizo la carrera de Magisterio y durante 21 años fue profesora en el Colegio Estudio de Madrid, heredero de la Institución Libre de Enseñanza. Casada con Antonio Fraguas, Forges, tiene cuatro hijos y tres nietos. Escritora vocacional, éste es su primer libro.

Antonio Fraguas de Pablo nació en Madrid el 17 de enero de 1942 en una familia de nueve hermanos. Después de suspender varias veces la reválida de 4º gracias a su ingeniosa interpretación de las matemáticas, en 1957 ingresa como técnico en la naciente Televisión Española, donde, mientras estudia variadas e inconclusas disciplinas, inicia su carrera profesional como dibujante de chistes en 1964. Casado con Pilar Garrido desde 1967, curiosamente también tiene cuatro hijos y tres nietos.

 

Del guateque al altar
Pilar Garrido y Forges
Editorial Planeta
159 páginas