Desde la sabiduría y el sentido común, los cinco referentes hablaron del sentido común y la sabiduría del escritor bajo el epígrafe Siglo XXI, la experiencia de la libertad. Homenaje a Octavio Paz. Fue quedando en la sala de Casa de América de Madrid, al aire de las intervenciones, el sentir común respecto a una figura, “de una dimensión decisiva en la cultura contemporánea. Alguien que nos dio alas, nos abrió caminos, nos enseñó a mirar lo que, sin él, probablemente no hubiéramos acertado a ver”.

El de Octavio Paz, se enfatizó, es uno de los casos más singulares de las letras hispánicas por su vocación a la hora de conciliar tradiciones literarias, artísticas y de pensamiento de muy diversas culturas -europeas, americanas y orientales-, una vocación universalista de la experiencia literaria y la reflexión iluminada por una incansable pasión crítica.

La huella que ha dejado en nuestro tiempo, coincidieron todos, es la difusión y la defensa de la cultura y la libertad, así como su malestar por los totalitarismos. “Fue un pensador rebelde que cuestionó toda forma de conformismo. Uno de los últimos humanistas”, aseguró Vargas Llosa que, junto a Enrique Krauze, director de la revista Letras libres, recordó que Paz «criticó los fundamentos de las revoluciones rusa, cubana y china hasta abrazar la cultura democrática. Así lo reflejó, también, cuando dirigió las revistas Plural y Vuelta, que llevaron una bocanada de ideas y necesidades de democracia a América Latina en una época de dictaduras».

“Trascendía su momento y sus ideas son de rabiosa actualidad», aseguró Felipe González al afirmar además que, en contra de lo que algunos desinformados se atreven a opinar: «No era reaccionario, sino todo lo contrario. Era un progresista en el sentido profundo del término».

España

De su paso por España también se habló, «un lugar que también sentía suyo», y de su claridad al escribir y expresar de manera sencilla lo difícil, «lo que le permitió», dijo Savater, «ejercer una labor de pedagogía encaminada a convencer a la gente de que tenía que pensar». «Era un dinamizador cultural, como un remolino que no deja estancar el agua de la cultura. El intelectual que contaba de manera sencilla lo difícil», apuntó.

También se habló del gran lector y del gran traductor que Paz fue. Mito y leyenda en vida, Paz, como alguien dijo, fue un feliz aprendiz entre mortales. En el poema La calle, recrea su curiosidad, su búsqueda y su estar en el mundo: “Es una calle larga y silenciosa. / Ando en tinieblas y tropiezo y caigo / y me levanto y piso con pies ciegos / las piedras mudas y las hojas secas / y alguien detrás de mí también las pisa: / si me detengo, se detiene; / si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. / Todo está obscuro y sin salida, / y doy vueltas y vueltas en esquinas / que dan siempre a la calle/ donde nadie me espera ni me sigue, / donde yo sigo a un hombre que tropieza / y se levanta y dice al verme: nadie”.

Respeto

¡Se dijeron tantas cosas! Los intervinientes se escuchaban. Hablaron de cultura y vida, de política y libertad, de literatura en general y de poesía en particular, de las pasiones del homenajeado, de sus críticas y reflexiones sobre el pasado y sus efectos sobre el presente y el futuro. “Por encima de todo, Octavio Paz fue un sabio íntimamente unido a la poesía”, concluyeron.

En un tiempo en el que a menudo se asiste a debates en los que nadie escucha a nadie, foros en los que las ideas (¿ideas?) se gritan y se lanzan a la cara de quien se tiene enfrente. En ámbitos en los que con palabras huecas y pensamientos (¿pensamientos?) más vacíos todavía, la inteligencia es la gran ausente, le hubiera gustado, -¡claro que le hubiera satisfecho!-, que en torno a su persona se haya producido un coloquio, una conversación múltiple, cruzada, en la que sobre cualquier otro concepto el respeto, es decir, la consideración del otro, fue la gran protagonista. Paz: sabiduría.