Starker nació en Budapest en 1924, y en su largo camino hasta convertirse en una estrella internacional pasó tres meses en un campo de concentración nazi.

La muerte le sobrevino durante la madrugada del domingo, de acuerdo con la portavoz de la Universidad de Indiana, Sara Wittmeyer, encargada de informar sobre su muerte y de incluir sus palabras de amor hacia la música: «Es parte de nuestras vidas de forma que no podemos despertar por la mañana e ir por la vida sin música y sin tener este aspecto esencial de la misma, ya que significa tanto como comer y beber o vivir».

Niño prodigio

Starker fue un niño prodigio. Empezó a tocar a las seis años y a los ocho ya tuvo a su primer alumno. Tocaba en público desde los 11 y a los 14 interpretó por primera vez en público el Concierto para violonchelo de Dvořák. A partir de ahí, sus maestros le animaron a dejar la escuela para poder tener más tiempo para practicar. Un año más tarde, su profesor se retiró y Starker se hizo cargo de algunos de sus estudiantes.

En 1939 le llegó una gran oportunidad, Starker tocó la Sonata para violonchelo de Zoltan Kodaly, conocida como una obra dificilísima de tocar, casi impracticable.

Prolífico y talentoso, su carrera discográfica se prolongó durante más de 50 años, en los que llegó a grabar 165 discos. Según la revista Limelight, entre sus grabaciones más aclamadas se encuentran las suites para violonchelo de Bach y el concierto de Dvořák, ambos grabados para la discográfica Mercury Living Presence. La revista reconoce igualmente la calidad de las mismas suites grabadas para el sello RCA, por las que Starker ganó en 1992 un Premio Grammy.

La enseñanza

Starker mantuvo una larga relación con la Universidad de Indiana, que influyó de forma considerable para que el músico pudiera emigrar a los Estados Unidos desde Alemania en 1948. Formó parte de la Sinfónica de Dallas, de la Orquesta de la Ópera del Metropolitan y de la Sinfónica de Chicago, y a lo largo de su carrera logró lo que muchos críticos vieron como la perfección técnica.

En los corrillos musicales se le recuerda por el día en que abandonó un concierto cuando le dijeron que no podía fumarse un cigarrillo justo momentos antes, como acostumbraba a hacer. Eso sólo se quedó en una pequeña anécdota y por lo que siempre será recordado es por su labor pedagógica y su papel como profesor.