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El Mozart último y psicológico

El emperador Tito es un hombre recto y justo, aclamado y querido por el pueblo de Roma. Por su parte, Sesto, íntimo amigo de Tito, está ciego de amor por Vitellia, que ambiciona convertirse en la consorte del emperador. Impelido por sus sentimientos y arrastrado por el juego de chantajes de Vitellia, Sesto afronta la misión de asesinar a su amigo Tito.

Pietro Metastasio escribió el libreto de esta ópera con motivo de la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia. En plena Revolución Francesa, con todo el continente cuestionando la moralidad de sus monarcas, La clemenza di Tito era la manera perfecta de poner en escena a un dirigente cabal y virtuoso, estableciendo un paralelismo evidente entre el emperador Tito y el rey Leopoldo II, ambos llegados al trono para hacer frente a un estado en crisis.

La clemenza di Tito supuso el regreso de Mozart a la ópera seria, género que no había trabajado desde sus inicios. Tras recibir el encargo después de que un ocupado Salieri lo rechazara, el austriaco firmó algunas de las páginas más sublimes que jamás había compuesto, apenas unos meses antes de fallecer. Es, por tanto, la última ópera compuesta por Mozart, pero no la última estrenada, ya que esta vio la luz en el Teatro Nacional de Praga el 6 de septiembre de 1791, horas después de la ceremonia de coronación de Leopoldo II, pero unos días después, el 30 de septiembre, vivió su estreno La flauta mágica [1].

Compleja psicología

Al frente del reparto, seis intérpretes encaran una complicada partitura al tiempo que expresan los complejos sentimientos de sus personajes. No por nada, Christophe Rousset, director musical, hablaba de la desarrollada psicología de los personajes de la ópera, que queda patente especialmente en su segundo acto, cuando la acción deja paso a una profunda inmersión en los pensamientos de sus protagonistas, que deambulan entre la culpa, la ira, el remordimiento y el perdón. Por el contrario, el primer acto fluye con mayor dinamismo gracias a secuencias llenas de acción auspiciadas por intrigas palaciegas y chantajes.

El espacio escénico, creado y dirigido por Ursel & Karl-Ernst Herrmann, presenta un no lugar blanco y abstracto que, junto al vestuario, cuesta enmarcar en una época determinada. Los diversos niveles de profundidad del escenario, cuya escenografía cambia en cada cuadro, permiten jugar con los espacios para contextualizar cada escena con apenas unos detalles. En ese aspecto, los Herrmann aprovechan las infinitas posibilidades de un lugar indefinido para introducir elementos surrealistas y oníricos.

Interpretando los papeles principales están los tenores Jeremy Ovenden y Bernard Richter (Tito), las sopranos Karina Gauvin y Yolanda Auyanet (Vitellia), las mezzosopranos Monica Bacelli y Maite Beaumont (Sesto) y las sopranos Sylvia Schwartz y Anna Palimina (Servilia). Junto a ellos, Sophie Harmsen da vida a Annio y Guido Loconsolo a Publio. Todos ellos están apoyados por el Coro Titular del Teatro Real, dirigido por Andrés Máspero, y la Orquesta Titular del coliseo madrileño.