"Dos individuos, uno de ellos de rasgos asiático, entraron con una pistola en el museo poco después de su apertura", precisó André Garitte, uno de los responsables del Museum René Magritte, que sólo se visita bajo petición. "Los dos hombres, con la cara descubierta, forcejearon con tres empleados del museo (sin que se produjera ningún disparo ni hubiera heridos). Uno de ellos escaló un metro y medio por la pared para coger el cuadro", concretó Garitte. Después, huyeron en un coche con la obra, cuyo valor se estima entre los 750.000 euros y los tres millones de euros.

Los ladrones reunieron a las personas presentes en la casa -miembros del personal y dos turistas- en un pasillo para poder llevarse el óleo, de 60×80 centímetros. Pese a que se activó una alarma tras el robo, cuando llegó la Policía los ladrones ya se habían dado a la fuga.

 

Monsieur Magritte

El 21 de noviembre de 1898 nacía en Lessines, en la provincia de Hainaut (Bélgica), René Magritte, el genial prestidigitador de lo visible. Su padre era sastre de oficio y pronto se mudó a Châtelet con toda la familia. René contaba tan sólo 14 años cuando su madre se arrojó al río Sambre: su cuerpo sin vida fue hallado al cabo de unos días, con el rostro cubierto por su propio camisón. La imagen, de una fuerza extraordinaria, reaparecería una y otra vez en la obra de Magritte.

En 1917, el joven René se trasladó a Bruselas para cursar estudios de pintura en la Academia de Bellas Artes. Allí contrajo matrimonio con Georgette, a la que había conocido en Charleroi y que se convertiría así en su compañera, modelo y musa. Para asegurarse el sustento, Magritte empezó a trabajar como grafista en una fábrica de papel pintado. 

Ya en la década de los veinte entró en contacto con quienes serían sus compañeros de viaje en la aventura del surrealismo: Marcel Lecomte, E. L. T. Mesens, Camille Goemans, André Souris, Paul Nougé y Louis Scutenaire, un grupo de escritores y músicos marcados por los horrores de la guerra y movidos por el deseo de acabar con el yugo de las convenciones. Entre todos ellos, el único pintor era precisamente Magritte, por aquel entonces bajo la influencia del futurismo y de la obra de De Chirico. Su primera exposición fue un fracaso; desalentado, Magritte viajó en compañía de Georgette a París, donde trabó amistad con los surrealistas Aragon, Breton y Éluard. Sus telas, sin embargo, seguían sin venderse.

En 1930, la pareja regresó a Bruselas y allí pasó por varios domicilios antes de establecerse en la Rue Esseghem de Jette, residencia en la que Magritte trabajaría durante 24 años. En el jardín abrió un taller de publicidad, aunque para pintar prefería utilizar el comedor-estudio. En sus obras aparecen varios elementos de esta casa –la chimenea, las puertas acristaladas, la ventana de guillotina…–, abierta al público desde 1999 y convertida en su día en cuartel general de los amigos surrealistas belgas de Magritte. De esos encuentros surgiría una infinidad de escritos subversivos, revistas y panfletos.

El grupo también gustaba de reunirse en La Fleur en Papier Doré, un cafetín regentado por un mar-chante de arte con el que Magritte había entablado amistad. En 1954, René y Georgette se mudaron a la Rue des Mimosas de Schaerbeek. Allí moriría, en agosto de 1967, el hombre con aires de pequeño burgués que combinaba bombines con pipas, boliches y árboles sin hojas.