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Marion Siéfert, entre la identidad virtual y la real

Siéfert aborda con Jeanne Dark la confrontación entre la identidad virtual y la real y cómo una invade a la otra. Su trabajo siempre se encuentra bajo la encrucijada de varios campos artísticos y teóricos; espectáculos, películas, escritura… La obra, interpretada por la graciosísima y voluble Helena de Laurens, cuenta el drama de una chica de 16 años que vive en Orleans en el seno de una familia tradicional. En su instituto se han enterado de que es virgen y sufre durante meses una tormenta de acoso. Cansada de ser juzgada y no defenderse, una noche de soledad rompe su silencio y emite un manifiesto a través de un vídeo en directo en sus redes sociales.

En este ejercicio explosivo, cobijada en la falsa intimidad de su cuarto, aborda de forma pública y frontal los problemas, circunstancias y personajes que condicionan su vida… La hipervigilancia de su madre, el amor absoluto y la entrega enfermiza de su padre, las comparaciones con su hermana, las inseguridades generadas por su aspecto y todo lo que le enferma del ambiente religioso en el que se mueve.

Jeanne Dark.

En la obra hay dos narrativas continuas y simultáneas que se complementan. En primer lugar, el espectador asiste a la acción en vivo de Jeanne mientras graba un vídeo en directo para Instagram y, simultáneamente, ese mismo vídeo se va proyectando en dos pantallas verticales que enmarcan el escenario.

De esta forma, el público presencia dos relatos, la identidad real y la elaboración del alter ego, la realidad y la representación, el fuera y dentro de plano. En un escenario de paredes blancas diseñado por Nadia Lauro, Jeanne se tira al suelo, se mueve distraída y descubre al espectador la corporalidad que la pantalla no retrata.

Mientras tanto, las dos pantallas ubicadas a ambos lados del escenario reproducen la grabación. Reflejan el relato que inventa, poniendo voces y usando distintos ángulos para grabar su propia cara e interpretar las distintas personalidades que rigen su entorno. El vídeo en directo genera la sensación de un interlocutor irreal o, en el mejor caso, un espectador difuso, que facilita la expresión, la sinceridad y la autoconcepción.

La performance se apoya en el uso de filtros, música y luces de colores. El propio formato se vuelve un vehículo narrativo que representa fielmente las formas discursivas de una generación para la cual la realidad se presenta como un espacio limitante y el mundo virtual un lugar en el que «poder ser» sin fin. La verborrea mental en voz alta de un drama adolescente cargado de humor, acidez e histerismo. En definitiva, nuevos formatos teatrales representativos del tiempo presente. 

Canal Connect 2022

Choreography// Pontus Lidberg Artificial Intelligence installation // Cecilie Waagner Falkenstrøm Audio and Visual Design // Ryoji Ikeda Computer Programming for Visuals // Tomonaga Tokuyama Set & Light Design //Raphael Frisenvænge Solholm Costume Design // Rachel Quarmby-Spadaccini Dramaturge //Adrian Guo Silver Photo // Raphael Frisenvænge Solholm.

El festival madrileño Canal Connect celebra hasta el 17 de abril la confluencia del arte, de la ciencia y la multiplicidad de nuevas tecnologías en la era digital. Este año celebra su segunda edición y cuenta con la colaboración de compañías como Le Ballet National de Marseille, el Danish Dance Theater o la española Stocos, y artistas como Hiroaki Umeda o Huang Yi & Kuka, que hablarán desde los escenarios de las relaciones entre movimiento, escena, electrónica, realidad virtual, metaverso y robótica.

Mientras, la exposición Máquina Mística analiza el estatus actual de la tecnología y sus vínculos con la espiritualidad y los nuevos rituales oraculares humanos, con una variedad de piezas que van desde la instalación a las proyecciones audiovisuales, de la mano de artistas como Filipe Vilas-Boas, Véronique Béland, Thierry Fournier, Cécile Babiole o Evi Keller.