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Plácido Arango dona al Prado 25 obras maestras

Cuatro de los artistas incluidos en la donación (Felipe Pablo de San Leocadio, Pedro de Campaña, Francisco Barrera y Francisco López Caro) permanecían inéditos en el Museo, siendo particularmente reseñable la incorporación de dos pinturas del flamenco afincado en España, Pedro de Campaña (Pieter van Kempeneer): Camino del Calvario y Descendimiento, por su decisiva contribución al desarrollo de la pintura española del renacimiento.

En los restantes casos, la donación enriquece sustancialmente el nivel de la representación de artistas presentes ya en el Museo. De enorme alcance, por la entidad del artífice, son los tres lienzos de Francisco de Zurbarán (1598-1664): Inmaculada Concepción, Inmaculada niña y el hamletiano San Francisco en oración, que permiten al Prado zanjar, por fin, su deuda con el pintor extremeño. Otro tanto podría decirse de Luis Tristán (c. 1585-1624) con la incorporación de un monumental Calvario, de Eugenio Cajés (1575-1634) con su íntima y misteriosa Natividad, o de ejemplares señeros de ilustres bodegonistas como Alejandro de Loarte (c. 1590-1626) y Francisco Barreda (1595-c. 1658).

Goya y Herrero el Mozo

Dos artistas incluidos en la donación merecen un comentario aparte. De un lado Francisco de Goya (1746-1828), cuyos Toros de Burdeos, unidos a la donación previa de los Caprichos, culminan la magnífica colección de la obra impresa del aragonés en el Prado, por siempre asociada ya al nombre de Arango.

El otro artista es Francisco de Herrera el Mozo (1622-1685), pues acaso ninguno otro ejemplifique mejor la singular personalidad de Plácido Arango como coleccionista. Como explica el Prado en un comunicado, «hay que saber mucha pintura y conocer muy bien el Museo para elegir, como ha hecho Arango, el Triunfo de San Hermenegildo, de Herrera el Mozo, como su cuadro favorito del Prado. Ello añade una emotiva dimensión personal al ya de por sí extraordinario valor artístico de El sueño de José del artista, pieza maestra del pleno barroco español que pasa, gracias a su generosidad, a engrosar el ilustre elenco de soñadores del Prado».

Más allá de las modas

Dos circunstancias singularizan esta donación. La primera es la coherencia de Plácido Arango como coleccionista, cuyo gusto se percibe en su decantación por autores y temáticas ajenos tanto a modas pasajeras como a los dictados del mercado del arte. De los 15 artistas representados seis lo hacen con más de una obra, y se incluyen aproximaciones varias a un mismo asunto, como la Inmaculada Concepción, San Juan Bautista o el Calvario, debidas a pintores de sensibilidades tan distintas como Antonio del Castillo (1616-1668), Mateo Cerezo (1637-1666) o Juan de Valdés Leal (1622-c. 1690). La segunda es la procedencia de las obras. Aunque la inmensa mayoría fueron pintadas en España, lo que no es óbice para la inclusión de deliciosos bocetos de Corrado Giaquinto (1690-1765) previos a su llegada a nuestro país, casi todas fueron adquiridas en el extranjero, lo que convierte su regreso a nuestro país en un extraordinario enriquecimiento de nuestro patrimonio histórico-artístico.

El conjunto de la donación, realizada con reserva de usufructo vitalicio, se irá exponiendo gradual y periódicamente en el Prado con presentaciones especiales, como la prevista el próximo 7 de julio, o con motivo de exposiciones temporales, como sucederá el próximo otoño en la dedicada a Luis de Morales.

Para Plácido Arango, actual Patrono de Honor del Prado, “no hay mayor satisfacción para un coleccionista que ver cómo el fruto de su labor sirve para enriquecer un museo público tan mágico e irrepetible como es el Museo del Prado. Me siento muy honrado al pensar que este grupo de obras principales reunidas a lo largo de mi vida vayan a encontrar su destino final en el Prado, museo al que me encuentro tan estrechamente vinculado como agradecido”.

Por su parte, el director del Museo, destacando la generosidad de quien fuera presidente del Real Patronato entre 2007 y 2012, ha manifestado que esta donación «supone un auténtico y emotivo aldabonazo al corazón de la colección de pintura española del Prado».