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Arquitectura española de la democracia

La muestra, organizada por el Ministerio de Fomento y comisariada por los arquitectos Antonio Ruiz Barbarín y Héctor Barrio, recoge 230 proyectos transformadores [1] del panorama arquitectónico de nuestro país. Entre la extensa nómina de creadores destacan, por ejemplo, Moneo, Lamela, Tuñón y Mansilla, Sainz de Oiza, De la Hoz o Ferrater, además de otros 125 estudios, de los que se exponen 60 maquetas junto a otros soportes.

Orden cronológico

La exposición está planteada siguiendo un orden cronológico, de forma que, desde 1975, cada año va encabezado por una obra a la que acompañan otras que ayudan a perfilar mejor el panorama arquitectónico o las tendencias concretas de ese momento. Cabe destacar también su carácter objetivo, ya que la reflexión crítica dependerá del visitante a partir de la información que él mismo extraiga de los elementos expuestos. Es decir, que el papel de las obras es hacer reflexionar sobre cada particular aportación dentro de su contexto, y así evaluar el trabajo más destacado de sus autores.

En esta línea, la selección de las obras se ha realizado desde un punto de vista global, teniendo en cuenta el conjunto de la arquitectura española y no la trayectoria específica de uno u otro arquitecto. Cada obra se expresa por sí misma, independientemente de su relación con las demás, dentro de un  conjunto y sin buscar ningún hilo conductor que las agrupe o ponga en común en la búsqueda de cierto estilo.

Testigo del cambio

Arquitectura española (1975‐2010) + 35 años construyendo en democracia pone de manifiesto como la arquitectura es producto y testigo de la coyuntura social, política y económica en la que se enmarca, así como la correlación existente entre la construcción del Estado democrático y la de sus pueblos y ciudades. Por ello, ámbitos como la salud, la vivienda, la educación, el transporte, el deporte, la cultura, el espacio público y el medio ambiente resultan determinantes a la hora de transformar el espacio rural y urbano con el fin de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

Así, encontramos una década de los setenta con sus valientes individualidades, francotiradores en un panorama gris. Los ochenta, que bien podríamos definir como de la «movida nacional», años curiosos del despegue y del destape arquitectónico con nuevas propuestas y discusiones, donde emergen con voz propia ciertos regionalismos. Los noventa, que abrieron caminos de una significativa madurez constructiva muy comprometida, y el nuevo siglo, donde una nueva y brillante generación de arquitectos proyectan sin miedos formales ni ataduras técnicas, abriendo un periodo de auténtica libertad espacial con renovadas y arriesgadas propuestas conceptualmente muy potentes. En la actualidad gozamos de una arquitectura más rigurosa, austera e intensa, donde el medio ambiente resulta decisivo.