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A propósito de Michael

No sé cuántas personas podrían encontrar en estos orígenes humildes y cuesta arriba algún tipo de excusa para justificar lo que Wade Robson y Jimmy Safechuck, dos hombres hoy entrados en su treintena, confiesan en el documental Leaving Neverland. Un relato de cuatro horas, divididas en dos piezas, que narra de manera descriptiva y detallada como la estrella del pop abusó de ellos cuando tenían 7 y 10 años respectivamente.

Como si de un manual para prevenir a padres protectores de posibles depredadores sexuales se tratase, el director Dan Reed deja que las dos víctimas hablen, les ofrece un confesionario sin pecados y sin penitencia que cumplir. Y cuentan todo en estricto orden cronológico, empezando con esa etapa de ensimismamiento en la que Jackson se ganaba la confianza de unas familias eclipsadas por el mito y continúa con ese clic en el que el cantante empieza a acercarse de otra manera y a jugar con la mentalidad y la confianza de los niños.

Nadie tenía dudas de que lo que estaba sucediendo era lo mejor. Michael Jackson se había fijado en ellos para formar parte de su séquito y, junto a eso, venía una gran cantidad de regalos y de atenciones que henchían el corazón de los niños y de sus familias.

Surge en varios momentos la pregunta de dónde estaban los padres para proteger a sus hijos cuando éstos dormían en la cama de Jackson. O en qué momento dejaron de fruncir el ceño para mandar a la estrella del pop a su casa y a su hijo a su cuarto castigado. Nada de eso sucedió.

Conforme va trascurriendo el documental, el relato sin juicios ni distracciones va poniendo a Jackson en el punto de mira y la historia que cuentan ambos protagonistas, cada uno desde su sitio y sacando sus propias miserias, muestra a dos de los muchos niños que sufrieron (debieron sufrir) abusos en los años de esplendor de Neverland. El nivel de detalle de estas dos historias nos hace intuir que lo que están contando es verdad. Se enfundan en sus duros relatos para poner en su sitio al astro pop.

Cualquier fan de aquel hombre de puntillas con calcetines blancos reacciona hacia el extremo: o niega rotundamente que esos testimonios sean verdad (de hecho los protagonistas sufrieron amenazas de muerte después de la presentación del documental), o cancela inmediatamente su amor incondicional por el ‘Rey del pop’, tercer músico con más discos vendidos de la historia, solo por detrás de Los Beatles y Elvis Prestley.

En definitiva, este escalofriante documental procede a la destrucción no sólo del propio mito, sino de la vida de dos niños que vieron como detrás de la ilusión de sentirse parte de la vida de Jackson encontraron su propia perdición. Algún ingenuo podría preguntarse por qué hablan ahora, frente a las cámaras, y sin embargo testificaron a su favor en los juicios que inculpaban a Jackson de pederastia.

Pero es que el documental va de eso precisamente, de cómo dos hombres maduros y padres de familia se enfrentan a sus propios recuerdos para entender de verdad lo que sucedió en aquellos años. Con la perspectiva del tiempo, ambos buscan las respuestas a una vida insatisfecha y llena de dudas que no es otra cosa que el conflicto no resuelto con una experiencia traumática.

Y así, a modo de terapia, Wade y Jimmy verbalizan esas vivencias terribles que tenían impregnadas en los huesos, y que destruyó vidas y las relaciones de las personas que les rodeaban. Contarlo delante de las cámaras es, no sólo un ejercicio definitivo de exorcización, sino un ejemplo para todos aquellos que han sufrido un trauma de tal envergadura. La voz de uno ayudará a hablar al resto o al menos a entender las consecuencias de un drama tan intenso.

Desoladora. De todo lo que se cuenta me quedaría con esta frase de Wade Robson: “Sólo quiero decir la verdad durante el mismo tiempo que he tenido que contar una mentira”.