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En el principio (también) fue ella

La mayoría de los libros de historia del cine señalan la fecha del 22 de marzo de 1895, día en el que Auguste y Louis Lumière realizaron en París la primera proyección de La salida de los obreros de la fábrica, como la del nacimiento del séptimo arte. Los historiadores también han dado fe de que George Méliès fue un pionero inolvidable al intuir mucho más agudamente que los Lumière las posibilidades narrativas, artísticas y comerciales que ofrecía el cinematógrafo.

Sin embargo, no ha sido hasta el cambio de siglo cuando los estudiosos han comenzado a dejar huella de otra de las grandes responsables del desarrollo del cine en sus etapas iniciales. Durante demasiado tiempo el nombre de Alice Guy Blaché ha estado sumido en el olvido más incomprensible, quedando sepultado bajo el nombre de su marido, Herbert Blaché, habiendo sido citado de manera injusta como una simple secretaria de otro pionero, el inventor e industrial Léon Gaumont, quien apenas hizo mención del impagable trabajo de Alice en sus memorias, o, sencillamente, ha sido borrado de las páginas de la historia del cine por el simple hecho de ser mujer en una época dominada por los hombres. De ahí que la figura de la cineasta francesa haya sido prácticamente desconocida para el gran público durante casi todo el siglo XX.

En las dos últimas décadas, varios libros y documentales han recuperado y reivindicado la figura de Alice Guy, haciendo hincapié en la importancia de una obra que bien puede situarse, cuando menos, a la altura de la de Méliès y de los más grandes directores de la primera etapa del cine. Alice fue la primera persona en dirigir una película de ficción: el cortometraje El hada de las coles (La Fée aux Choux, 1896), basado en un cuento infantil muy popular en Francia. Para entonces, Alice, que había estudiado mecanografía y taquigrafía, había sido contratada como secretaria por la empresa de Léon Gaumont, dedicada a la fabricación de equipos de fotografía.

Tras la visión de la primera película de los hermanos Lumiérè trató de convencer a su jefe de que apostara por la producción cinematográfica. Alice, que sentía vocación por el teatro y se sabía con facilidad para la narrativa, acertó a ver antes que la mayoría de sus contemporáneos el maravilloso futuro del invento si se le alimentaba con las posibilidades de la técnica teatral y una cierta imaginación creativa para la narración. En 1897, Gaumont, no sin algunas resistencias, creó una división empresarial dedicada a la producción cinematográfica, cuya dirección confió a la propia Alice, pero con la condición de que sus nuevas funciones no le impidieran seguir ejerciendo su trabajo de secretaria. Ella comenzó a sentir que el “príncipe azul” del cinema había llegado a su vida.

Entre los años 1902 y 1907, Alice dirigió más de cien fonoesferas, películas rodadas para el cronógrafo (un aparato que permitía sincronizar la imagen y el sonido grabados). Entre ellas merece la pena resaltar Esmeralda (1905), basada en la novela de Victor Hugo El jorobado de Nôtre Dame; La malagueña y el torero (1905), película rodada en España (Voyage en Espagne); La vida de Cristo (1906), seguramente la primera superproducción de la historia, con una duración de treinta minutos; Las consecuencias del feminismo (1906), cortometraje rebautizado posteriormente (1912) como En el año 2000, en la que plantea ya sus inquietudes sociales al postular un mundo al revés, donde hombres y mujeres intercambian sus roles de modo que los hombres actúan como mujeres, adquiriendo el rol materno y de cuidado del hogar, mientras que las mujeres actúan como patriarcado; En la barricada y La dama tiene antojos (1906-1907) muestran asimismo su manera de romper con los códigos establecidos, cuando no impuestos, del momento.

Después tuvo un matrimonio fracasado con Herbert Blaché, que le dio una hija y un hijo, marchó a Estados Unidos y rodó cientos de películas de distinto género: dramático, policíaco, fantástico, western… (la mayoría de las cuales están desaparecidas), antes de volver a Francia en 1922.

Fundó varias productoras en Francia y en Estados Unidos y construyó alguno de los estudios cinematográficos mejor equipados de la época (Fort Lee, Nueva Jersey), luchó por ser reconocida internacionalmente como directora y productora, escribió una autobiografía e influyó en otros muchos cineastas, tanto por su técnica cinematográfica (fue una de las primeras personas en utilizar efectos especiales, como la doble exposición o las secuencias en retroceso, el primer plano o close up como parte del lenguaje cinematográfico, las sobreimpresiones y el coloreado a mano de las películas) como por su temática (libertad de relaciones, defensa de los trabajadores, crítica de las jerarquías sociales, las instituciones político-religiosas y los comportamientos tradicionales, denuncia del militarismo y del racismo…) y su manera de narrar, no exenta de humor y una fina ironía.

Tras varias idas y venidas y largas décadas de silencio cinematográfico, acabó residiendo en Estados Unidos, donde murió en el más absoluto anonimato a los 95 años de edad.

A pesar del silencio vertido sobre su figura durante tantos años, Alice Guy es reconocida hoy día como la primera mujer directora y guionista de cine de la historia y como la iniciadora del séptimo arte como narración.

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