Hizo marca de su elegante desaliño: coquetos sombreritos, poca peluquería, bufandas al desgaire, estridentes corbatas, ni rastro de operaciones que intentasen darle la vuelta al tiempo. “Independientemente de la edad, hay un aspecto mágico, una maravilla en estar en este planeta. Todos envejecemos. Envejecer también es digno. ¿Por qué intentar camuflar lo inevitable?”, dejó dicho quien se declaró abierta enemiga de quirófanos, botox y otros parches.
Había nacido en Los Ángeles, California, el 5 de enero de 1946. Su madre, una fotógrafa de arte y pianista que en su juventud había sido elegida la mujer más bella de su ciudad, le inculcó la pasión por los escenarios. Diane le hizo caso y a los 19 años, tras obtener una beca para estudiar Arte Dramático, se trasladó a Nueva York, donde inició su trayectoria. Fue en el musical Hair en 1968. Primero como integrante de los coros para pasar a actriz secundaria y muy pronto a protagonista.
Sólo un año más tarde, reclamada por Woody Allen, interpretó la versión teatral de Sueños de un seductor que más tarde saltaría a la gran pantalla, consolidándose entre ambos una icónica relación profesional que daría pie a títulos como El dormilón, La última noche de Boris Grushenko, Manhattan, Días de radio o Annie Hall, película con la que ganó en 1978 el Óscar a mejor intérprete principal. Una cinta que Allen escribió inspirándose en la propia actriz. “Hay gente que ilumina una sala, ella ilumina todo un bulevar”, comentó el director tras el rodaje.
Ganadora también de dos Globos de Oro y un Bafta, Keaton aprovechó en 1972 su papel como segunda esposa de Michael Corleone en El padrino para situarse entre las grandes intérpretes del mundo.
Seleccionada tras un larguísimo casting —“creo que me eligieron porque era un poco excéntrica. Yo no leí el libro hasta que firmé el contrato. Hasta ese momento no sabía nada de El padrino, al que le debo mucho”—, repetiría, bajo la dirección de Francis Ford Coppola, en las otras dos entregas de la trilogía.
Después de ese éxito vendrían Rojos, La habitación de Marvin, El padre de la novia, El club de las primeras esposas, Cuando menos te lo esperas, su última nominación a los premios de Hollywood, La joya de la familia, Porque lo digo yo, Tres mujeres y un plan, ¡Por fin solos!, Ático sin ascensor, o la serie The Young Pope, dirigida por Paolo Sorrentino. En 2024, la comedia Campamento de verano cerró su carrera como actriz.
Polifacética, ha compaginado su labor como actriz con la de directora —entre otros, en el largometraje Colgadas o el documental Heaven—, con la de productora, restauradora y decoradora, viticultora, fotógrafa y autora de obras autobiográficas y sobre moda, arquitectura y arte.
Madre de dos hijos a los que adoptó pasados los 50, Diane Keaton hacía gala de su independencia y nunca se casó aunque en distintas épocas estuvo unida a Woody Allen, Warren Beatty y, sobre todo, a Al Pacino, con el que a lo largo de más de veinte años mantuvo una relación irregular que ella misma definía así en sus escritos: “Al nunca fue mío. Me pasé veinte años perdiendo a un hombre al que nunca tuve”.
Ahora habrá encarado el plano de su cita definitiva con la naturalidad común a su trayectoria. Ese elegante desaliño que nos atrapó para siempre.