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El cine y la televisión volverán a ser infieles al mito de Frankenstein

A día de hoy son tres, que se conozcan, las producciones en marcha para revivir la historia fraguada por Mary Shelley con tan solo 21 años. Lo llamativo, o no tanto vistos los antecedentes, es que ninguno de los guionistas bebe directamente de la novela de Shelley, tomando prestados de ella los nombres de los personajes, una idea general y poco más.

La más disparatada de las adaptaciones es I, Frankenstein, una película protagonizada por Aaron Eckhart en la piel de la criatura y que en realidad está basada en una novela gráfica de Kevin Grevioux. En esta, el monstruo se llama Adam (en la novela nunca llegó a tener nombre propio), ha logrado sobrevivir durante décadas y un buen día se encuentra en medio de una guerra entre dos clanes de inmortales en una ciudad antigua. El estreno se ha pospuesto unos meses y reprogramado para enero de 2014.

También Bayona

La otra película en camino, prevista para octubre del próximo año pero aún sin título, tiene a Daniel Radcliffe encabezando el reparto. El ex alumno de la escuela para magos y hechiceros Hogwarts fue uno de los primeros en embarcarse en el proyecto del director Paul McGuigan escrito por Mark Landis. En esta ocasión, el protagonista será Igor, el fiel ayudante de Víctor Frankenstein, un personaje inventado por el cine que nunca existió en el texto original. Ese será el papel de Radcliffe; mientras que el del desquiciado doctor que jugó a ser Dios ha recaído en el escocés James McAvoy.

Por último está Penny Dreadful, una serie para Showtime producida por Sam Mendes. La cadena estadounidense ha anunciado que Juan Antonio Bayona, director de El orfanato y Lo imposible, realizará los dos primeros episodios de una serie que reunirá a los monstruos y criaturas más famosos de la literatura.

Estarán, por supuesto, Víctor Frankenstein y su creación, pero también Drácula, Dorian Grey y otro tan real como Jack el Destripador. Josh Hartnett y Eva Green serán los protagonistas de esta historia ambientada en el Londres victoriano. (Nota: Mezclar monstruos literarios no es ninguna novedad, los estudios Universal lo hicieron durante años en la época dorada del cine de terror).

Adaptaciones ‘infieles’

Como se desprende de lo contado, ninguno de los proyectos en marcha se mantiene fiel a la historia original. Algunos son tan alocados como convertir a la criatura en una especie de monstruo que más parece salido de un gimnasio que de un laboratorio y otros cambian la perspectiva desde la que se cuenta la historia. Pero lo de utilizar a los personajes de Shelley para reinventar su historia es un viejo truco usado, sobre todo, por el cine.

Una de las propuestas más hilarantes es El jovencito Frankenstein (1974). En su alocado y divertido argumento, Mel Brooks toma como protagonista a un supuesto nieto de Víctor Frankenstein, al que interpreta Geen Wilder, que intenta huir del estigma familiar hasta que hereda el castillo familiar y encuentra la receta para dar vida a lo ya muerto. Experimenta y el resultado es una criatura (Peter Boyle) que solo quiere que la quieran.

Pero una de las mejores películas que se han hecho sobre el mito sin tener mucho que ver con la historia original es Dioses y monstruos (1998), un pretendido biopic sobre los últimos momentos de James Whale que retratan a un director obsesionado con su criatura (en este caso su visión de la historia en forma de película) que, en el ocaso de sus días, se enamora de su joven ayudante (Brendan Fraser). Dirigida por Bill Condon, Whale está interpretado por un sublime Ian McKellen, que estuvo nominado al Oscar por su interpretación, aunque la estatuilla se la llevó Condon al Mejor Guión Adaptado.

En el cine español

La criatura de Shelley está presente también, aunque de refilón, en el cine español. Es la película de Whale la que proyectan en el cine de verano del pueblo de El espíritu de la colmena. Y es ese el monstruo que la inocente Ana Torrent cree ver reflejado en el agua y en cualquier sombra.

En 1988, Gonzalo Suárez dirigió Remando al viento, en cuyo argumento, Mary Shelley y Lord Byron se ven obligados a huir de Inglaterra. Durante su viaje, Mary recuerda cómo conoció en casa de su padre adoptivo al joven y apasionado poeta Shelley, cómo lo amó y cómo se fugó con él. También evoca una cita con Byron en Suiza. Pero, sobre todo, rememora una noche de noviembre de 1816 durante la cual, mientras sus amigos contaban historias de terror, ella daba a luz al legendario monstruo de Frankenstein. Como curiosidad, ésta ha sido la única incursión de Hugh Grant en el cine español y uno de sus primeros papeles protagonistas. Además, en el rodaje conoció a Elizabeth Hurley.

La obsesión de Tim Burton

Pero la historia y el mito de Frankenstein o el moderno Prometeo, como se tituló la novela, ha servido de inspiración para otras muchas historias en el cine y la televisión. Desde Terminator hasta La piel que habito. Toda historia en la que el hombre intente vencer a la muerte tiene algo que ver con Mary Shelley y su historia.

Quien más provecho ha sacado al mito en los últimos años ha sido Tim Burton. El director introduce una referencia frankensteiniana en sus películas siempre que puede. Las hay que salen directamente de la historia o de la versión de la historia de Whale, como Frankenweenie o Eduardo Manostijeras. En otras, solo es parte de un todo, como el personaje de Sally en Pesadilla antes de Navidad. Y, en la mayoría, la obsesión de Burton por ser un Frankenstein del cine se deja notar a través referencias visuales y argumentales más o menos sutiles.

 

Los ‘inventos’ del clásico de Whale

El mito de Frankenstein es universal y de dominio público, así que tampoco hay que rasgarse las vestiduras porque un guionista decida coger a los personajes de Mary Shelly y llevárselos a su terreno, por disparatado que éste sea. Sobre todo si se tiene en cuenta que la adaptación por antonomasia que se ha realizado de la novela, la de James Whale, en realidad no se basó en ella. Lo hizo en la obra de teatro de Peggy Webling. De ahí procede, precisamente, el error de llamar al protagonista Henry en lugar de Víctor. En realidad, en el libro, Henry era el amigo del científico, pero en la obra intercambiaron los nombres y Whale no se molestó en corregir el fallo.

Lo que sí hizo el director en su primera incursión en el mito, en 1931, con El doctor Frankenstein, fue acrecentar su leyenda y popularizarla. El mito se conoce más por el cine que por la novela. De ahí que la creencia más extendida es que Víctor logró dar vida a su criatura con un rayo (algo que en la novela no llega a desvelarse) o la imagen del monstruo que perdura en el tiempo. Que no es otra que la de un Boris Karloff de cabeza rectangular, con tornillos a ambos lados del cuello y lleno de costurones.

De la misma manera, el cine inventó la figura del ayudante para robar cuerpos en los cementerios y que el monstruo era malvado porque Igor le dio el cerebro de un criminal. En la novela, Víctor no solo no cuenta con un ayudante, mucho menos jorobado, sino que lo que provoca la ira de la criatura sin nombre es el rechazo de su creador/padre y no un cerebro equivocado. Después vendría, en 1935, La novia de Frankenstein, que hizo que se popularizase el llamar a la criatura con el nombre de su creador.