Entonces… nació el Oeste

Ambientada en el Oregón de principios del siglo XIX, en torno a 1820, First Cow narra la compleja amistad entre el cocinero Cookie (John Magaro) y King-Lu (Orion Lee), un misterioso inmigrante de origen chino que tras pasar gran parte de su juventud explorando el mundo encuentra su nuevo hogar en el territorio de Oregón, décadas antes de que se le concediera la categoría de Estado como un lugar de nuevas y grandes oportunidades.

El destino de ambos se cruza en aquel territorio hostil cuando el cocinero, que viaja por la zona con un grupo de tramperos que buscan comerciar sus pieles de castor descubre al inmigrante, que huye aterrado de unos perseguidores. En esa situación, Cookie, un hombre tranquilo y generoso, le ofrece cobijo.

Sus vidas se separarán hasta que vuelven a encontrarse en un bullicioso y destartalado puesto fronterizo del Pacífico Oeste. Un lugar en el que confluyen personas que persiguen el sueño americano. En busca de nuevas oportunidades se comercia con todo y en ese ambiente Cookie y King-Lu se topan con una inesperada vecina: una vaca propiedad de un terrateniente, la primera de su especie en pisar la región.

Su presencia les lleva a intentar juntos un arriesgado negocio, a mitad de camino entre un trabajo honrado y una estafa. Cuando empiezan a acumular sustanciales beneficios deben plantearse cuánto tiempo más pueden seguir tentando a la suerte.

Historias sencillas

A través de la adaptación de la novela The Half Life (2004) de Jonathan Raymond, coguionista habitual de la directora, Kelly Reichardt vuelve a mostrar su capacidad para envolver al espectador a través de historias sencillas, a las que confiere el ritmo preciso para capturar la vida diaria y la inmensa e inquietante tranquilidad de la primitiva América rural. 

La película, al igual que el libro, se abre con una cita del poeta William Blake: “El pájaro, un nido: la araña, una tela; el hombre, la amistad”. Esa idea, al tiempo sencilla y compleja, superficial y profunda al tiempo, marca el discurrir del canto a la amistad y a la lealtad como valores emocionalmente esenciales. Conceptos que marcan el cine de Reichardt ya desde su primera entrega en 1994, la sorprendente tragicomedia de amantes en fuga River of Grass.

Como la propia realizadora comenta: “La sociedad estaba aún en formación, todavía no había nada estandarizado ni fijado. Todos los personajes vienen de otra parte y hay diferencias enormes entre ellos. Se muestra el panorama originario de Estados Unidos. Esas tierras llevaban al menos 12.000 años habitadas por seres humanos”.

[La zona en la que se rodó la película se conoce como Lower Columbia. Comprende el tramo de río que va desde el océano hasta donde el río Willamette llega al Columbia, un territorio que en la actualidad pertenece a Portland].

Cosmopolita  

“El momento de la historia que estábamos investigando era francamente interesante”, prosigue Reichardt. “Había llegado mucha gente nueva gracias al comercio mundial de castores. Aún no había naciones, pero sí había empresas que empezaban a explotar recursos naturales. La zona era incluso bastante cosmopolita. Había personas de Rusia, Sudamérica, Inglaterra, España, Hawái y China, junto con las numerosas tribus y bandas que vivían a lo largo del río y que llevaban una eternidad usándolo como ruta comercial. Es un panorama primigenio de Estados Unidos hasta cierto punto, porque también se opone a nuestra forma habitual de entender la expansión hacia el Oeste. En cierto modo convierte el origen de Estados Unidos en una historia colonial corporativa, con gente de todas partes del mundo incorporándose al territorio”.

La crítica celebró la llegada a las pantallas de esta sosegada y brillante meditación sobre el espíritu emprendedor que daría lugar a la América que hoy conocemos como una de las mejores películas de 2020 en Time, IndieWire, The New York Times o The Hollywood Reporter. Además fue premiada como Mejor Película por el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, y en los festivales de Deauville, Gijón, D’A de Barcelona y Rizoma.