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Uno no elige a su familia desestructurada

La vida está llena de experiencias traumáticas, pero pocas superan a un viaje por carretera con tres niños revoltosos. Con una odisea de tal magnitud comienza Nuestro último verano en Escocia, una comedia que se apoya, además, en ese ritual aterrador conocido como «compromiso familiar».

La cinta de Andy Hamilton y Guy Jenkin ha de sortear de primeras la inclusión de tres niños como protagonistas de gran parte de la trama. Incluir niños en una película siempre es una opción arriesgada. Hemos sufrido demasiadas producciones basadas en el efectismo barato que sólo un niño puede generar. ¿No están cansados de que apelen a la inocencia de los menores para reprochar, normalmente con poca sutileza, la actitud de los adultos? ¿Por qué no hay más niños con mala baba? Bendito Chicho Ibáñez Serrador, con ese homenaje a los pájaros de Hitchcock llamado ¿Quién puede matar a un niño?. Benditos niños rubios de El pueblo de los malditos.

De acuerdo, los tres niños protagonistas de Nuestro último verano en Escocia son más traviesos que malos y tienen ese punto de inocencia que deja en evidencia el comportamiento de sus mayores, pero afortunadamente hay algo de milagroso en sus apariciones. Se produce esa mezcla perfecta entre diálogos cargados de ironía y mala leche (para toda la familia) y un casting muy acertado. Los pequeños Emilia Jones, Bobby Smalldridge y Harriet Turnbull se hacen irremediablemente con cada escena en la que aparecen y, por ende, con la película. No es de extrañar que su peso en pantalla vaya creciendo a medida que avanza el metraje.

Carisma

Pero no sólo hay niños en la comedia británica. Al frente del reparto adulto tenemos a Rosamund Pike (la maravillosa coprotagonista de Perdida [1]) y David Tennant como un matrimonio enfrentado, Billy Connolly como un estrafalario abuelo y Ben Miller como un relamido arribista. Los adultos, que a partir de un determinado momento pasan a ser la comparsa de los niños, protagonizan con muy buen timing secuencias más dadas a la comedia de enredo y diálogos cargados de acusaciones.

Como toda buena feel-good movie (esas películas que transmiten buenas vibraciones, buen rollo), Nuestro último verano en Escocia se acerca a terreno transitado para dejarnos un poso de optimismo. Este punto es innegociable en filmes de este estilo, pero si algo se agradece en el caso que nos ocupa es que su cierre no intente alcanzar las cotas más altas del «todo va bien» y, dentro de las decisiones inevitablemente dramáticas (que el espectador acepta en pos del pacto de ficcionalidad), ofrezca una resolución más madura y coherente con los conflictos expuestos.

¿Qué pueden esperar de Nuestro último verano en Escocia? Risas a costa de diálogos trabajados, situaciones conflictivas y personajes carismáticos. De fondo, una Escocia que ofrece paisajes de otro tiempo y ecos de la mitología vikinga. Uno de esos títulos bajo la etiqueta de «para toda la familia» que no genera urticaria ni vergüenza ajena. No es poco.

Nuestro ultimo verano en Escocia [2]Nuestro último verano en Escocia [3]
Dirección y guion: Andy Hamilton y Guy Jenkin
Intérpretes: Rosamund Pike, David Tennant, Billy Connolly, Ben Miller, Amelia Bullmore, Emilia Jones, Bobby Smalldridge y Harriet Turnbull
Música: Alex Heffes
Fotografía: Martin Hawkins
Reino Unido / 2014 / 95 minutos