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Borja Soler: «Más que de corrupción, Mindanao habla de sentimientos»

Marisol (Carmen Machi), la alcaldesa de una ciudad del Levante español pasa sus últimas horas en libertad rodeada de su entregado séquito. Bebe y ríe aparentemente despreocupada pero, evidentemente, la procesión va por dentro. En la habitación del hotel en el que celebran la fiesta de despedida le acompañan la mano derecha de su partido, el empresario con el que construyó su corrupto imperio, una secretaria con pocas luces, un cantante coplero y su gran amor, Amparo (Paulina García).

Marcado por un guion milimétricamente concebido por Daniel Remón y el propio Soler, que inevitablemente deja en el aire el lamentable eco de situaciones vividas en la realidad política de nuestro país, Mindanao, que acapara ya 13 premios tras su estreno en el último Festival de Málaga, escora del aparente jolgorio inicial a la sordidez del drama más crudo.

Borja Soler.

«Daniel y yo habíamos escrito un largometraje, Spanien, como paso previo al largo», señala el realizador al referirse al origen de la cinta. «Más tarde le planteé hacer un cortometraje donde estuviera la esencia de aquella película, el tono, el estilo y, principalmente, los personajes protagonistas. Aunque la historia de Mindanao transita alrededor de la corrupción política, este universo es sólo un marco y lo que emociona es la historia íntima de sus dos personajes principales».

-¿Fueron Carmen Machi y Paulina García las actrices en las que desde el primer momento pensó como protagonistas?  

A Carmen ya le presentamos el largo Spanien, porque desde la escritura pensamos mucho en ella mientras construíamos a Marisol. Le fascinó el personaje, así que fue fácil que se embarcara en el corto. En el caso de Paulina, me enamoré de ella en la película Gloria de Sebastián Lelio. En Spanien, su personaje, Amparo, tenía menos peso en la trama así que no tenía muy claro quién sería la actriz ideal. Después de escribir Mindanao, al elevar el personaje de Amparo, me pareció que aunque la apuesta por Paulina fuera muy ambiciosa había que intentarlo, y lo conseguimos.

-¿Cómo llega desde la historia inicial a la que finalmente rueda?  

El grueso del trabajo de guion es de Daniel Remón. Yo simplemente propuse la premisa esencial: que fuera una despedida de dos amantes. Dani es un genio manejando este tono. Somos amigos desde que estudiamos en la escuela de cine y le admiro mucho, así que para mí es un lujo trabajar con él y darle libertad en la escritura. Aun así pasó una cosa curiosa que comentamos con el corto terminado. Sobre el papel parecía que íbamos a hacer una comedia algo grotesca; que el humor sobrevolaría todo el corto. Pero, finalmente, se fue convirtiendo en algo muy íntimo y nostálgico. Me encanta que llegáramos a este resultado. 

Sólo 17 minutos para una historia que despierta ganas de saber más sobre sus protagonistas…  

Sí, es algo que nos dicen mucho. Yo suelo preguntarles si les interesa más saber cómo han llegado allí los personajes o su posible continuación. La mayoría responde que les interesaría también saber más sobre su vida anterior; qué ha llevado a Marisol y Amparo a mantener esa relación oculta durante tantos años y cómo lo han hecho. Todo eso responde a nuestro interés en indagar en la parte más personal de la trama y no tanto en sus posibles efectos públicos o políticos.

¿Qué destacaría en relación con el trabajo técnico del rodaje?

Desde el principio quise contar esta historia desde una narrativa muy clásica. Yendo a lo concreto, desde cámara me gustaba la idea de contar lo privado y lo íntimo (la habitación de hotel y el baño) con una cámara más viva, con cierta tensión, aunque la puesta en escena fuera más bien sobria. Y en la parte final, cuando la pareja se expone públicamente en el vestíbulo del hotel y en el restaurante, que la cámara tuviera cierta distancia, que se estilizara tanto en composición como en movimientos de cámara.  Me apetecía retratar de la manera más elegante y fría ese final.

[Nominado a los Goya 2022 , Mindanao sigue su curso con paso firme, como corrobora el hecho de haber sido oficialmente seleccionado en más de veinte festivales cinematográficos]