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“Si amas la pintura antigua, debes amar también el arte contemporáneo”

En las salas del Prado se podía oír un suave eco. Palabras casi imperceptibles que brotaban de su auditorio y que, para todas las personas que se encontraban dentro de la sala, asistiendo a la segunda ponencia de la Cátedra del Museo del Prado, sonaban, en cambio, potentes, seguras y llenas de experiencia.

Hacía casi dos meses de la anterior conferencia del director de la Cátedra, Philippe de Montebello [1], y, aunque tanto el discurso como la manera de exponerlo, fueron muy distintos, la disertación de Laclotte también estuvo repleta de pasión por el arte y por los cuadros, demostrando con sus palabras y su actitud por qué un hombre logra mantenerse al frente de uno de los museos más importantes del mundo durante casi diez años.

Modelo y ejemplo, todos aquellos que le conocen, como el director del Prado, Miguel Zugaza, reconocen el gran afecto y respeto que el mundo del arte le profesa. hoyesarte.com entrevista a uno de los especialistas más destacados de la historia del Museo del Louvre y una de las figuras más importantes del panorama artístico internacional actual. 

¿Qué cree usted que es esencial en el mundo del arte? ¿Cómo cree que los museos pueden centrar sus esfuerzos para intentar transmitir al público esa pasión por el arte?

Esa, precisamente, ha sido siempre la función de los museos; es la distinción que se suele hacer entre una colección particular, cerrada al público, y un museo general. Se trata de acercar el arte al público. A partir del  Siglo de las Luces se consideró al museo como parte del Patrimonio Nacional y, también, como algo “propiedad” del público y para el público. El museo, por primera vez, se enfocó al público. 

Philippe de Montebello dijo en la presentación de la Cátedra del Prado que los museos daban excesiva importancia a las exposiciones temporales…

En París es un poco diferente porque el Louvre hace exposiciones temporales, pero no muy grandes; el público suele ir a visitar la colección permanente más que la temporal. Las exposiciones temporales grandes se hacen en el Grand Palais, que es un espacio especialmente habilitado para ello. Pero sí que es verdad que en los museos más pequeños, como Provenza, si queremos que aumente el número de visitantes tenemos que hacer exposiciones temporales.

El problema es que hoy en día se hacen demasiadas exposiciones en todas partes con el único objetivo de atraer visitantes. Una exposición buena tiene que prepararse con años de antelación, como las que hace el Prado. El Louvre tuvo el año pasado una exposición dedicada a Mantegna a la que se dedicó tres años de trabajo. Se busca hacer exposiciones con títulos muy importantes para llamar la atención del público, como (bromea) De los pintores de las cuevas de Altamira a Miró. En ciudades pequeñas, que también son importantes, como Lille o Lyon en Francia, hacer exposiciones temporales sí es una parte muy importante del trabajo del conservador. Para mí, es importante conocer los dos aspectos de la pintura; siempre digo que si amas la pintura antigua debes amar también el arte contemporáneo. Están vinculados, no hay una ruptura.

Después de la guerra, cuando Rene Huyghe, encargado del Departamento de Pintura del Louvre, reorganizó la colección, a usted le sorprendió que las obras no estuvieran cronológicamente ordenadas y que las confrontaciones realizadas, como la de Cézanne y Poussin, resultaran tan interesantes ya que se establecía entre ellos un diálogo muy especial. ¿Hay un límite temporal para las colecciones? ¿Una frontera entre el arte del pasado y del presente?

Ese fue un momento especial en el que no todas las colecciones habían vuelto al Louvre, porque estaban todavía dispersas. En ese momento sí era posible hacer ese enfrentamiento y esas confrontaciones entre las obras. Era una situación fuera de lo normal. 

Pero, ¿cree que hoy en día las colecciones deberían ordenarse de una forma cronológica o aboga más por romper esas barreras?

Sí, estoy de acuerdo, hay que romper barreras. Además, cada día hay más museos que lo hacen, lo hacen en la National Gallery, en el Louvre… Poco a poco, el arte contemporáneo empieza a estar más presente en los museos de arte antiguo.

¿Qué opina de que el Prado haya expuesto a Francis Bacon?

Es un acierto porque él había aprendido de la pintura antigua, se alimentó de la obra de Velázquez para pintar. Es un acierto total que se incluya el arte contemporáneo en el Prado. En el Louvre, aun existiendo el Pompidou, que es el centro que se encarga del arte contemporáneo, han hecho muchas exposiciones que mezclaban ambos, por llamarle de alguna forma, «tipos» de arte. Yo hice una exposición que giraba en torno al Baño Turco de Ingres porque muchos artistas posteriores se fijaron en esa obra; la muestra consistía en una confrontación entre estos pintores y otros a partir de 1962. Puse una obra de Rauschenberg al lado del Baño Turco. Más tarde, hice una exposición centrada en los polípticos para mostrar que los artistas hoy en día también usan esta técnica, incluyendo artistas vivos. Todo está mezclado, los artistas de hoy en día se nutren de aquello que hicieron los artistas del pasado, pero a su vez todo varía, porque las fuentes de éstos también cambian. Creo que los grandes museos, como el Prado y el Louvre, tienen que esforzarse en poner de relieve esta relación entre lo antiguo y lo moderno.

He leído que, cuando dirigía el Louvre, dijo que el director de un museo debía ser un conservador más y que cuando usted dejase su puesto, le sucedería un conservador para desligar el arte y el poder. ¿Cuál cree que es el papel del director? ¿Cree realmente que esta separación de arte y poder es posible?

Bueno, a mí me sucedió un conservador, Pierre Rosenberg, al cual sustituyó también otro conservador. Y sí, creo que tiene que ser siempre así, debe ser un conservador el que dirija el museo. Todas las amenazas comerciales que hay alrededor son fuertes, pero sólo alguien con esa mentalidad de historiador del arte puede reaccionar, en el buen sentido de la palabra, ante este tipo de presiones. Evidentemente, es importante que el conservador tenga a su lado un adjunto administrativo, como su reflejo pero en el campo de la administración.

¿Hasta qué punto la función de los museos, que es la de conservar las obras de arte, se ha visto superada por ofrecer exposiciones temporales?

En el caso del Louvre no lo necesitamos. Además de visitar las estrellas de la colección, lo que hay que intentar es dirigir al visitante a otras partes del museo, que no se centre sólo en visitar esas piezas en concreto. Hoy, en el Louvre, el esfuerzo se centra mucho en la acogida al visitante, que haya un espacio cómodo, que no tengan que hacer colas, que la entrada sea fácil, para que todo le resulte más agradable.

Teniendo en cuenta que es usted la segunda personalidad que participa en la Cátedra del Museo del Prado, ¿qué piensa de estas nuevas iniciativas de los museos de formar a los jóvenes para el futuro?

Primero quiero destacar, volviendo a la pregunta anterior, que el sucesor de Montebello, también es conservador. Y sí, estoy totalmente de acuerdo con esta iniciativa, y con participar en esta Cátedra. Es importante formar a los jóvenes para el trabajo de conservador, que es un trabajo difícil. Hay que ser historiador del arte y tener conocimientos, tener inquietud y espíritu investigador, curiosidad, interés por el público… todo tipo de público.

Hoy en día, los museos se centran en atraer gente, pero a la vez, están demasiado masificados. ¿Cree posible disfrutar de una obra de arte en una sala abarrotada de personas?

Claro que no, evidentemente no se aprecia igual, pero contra eso no se puede hacer nada. Si el museo consiguiese dispersar un poco más al público, sería una posible solución. Ahora mismo, por ejemplo, la Gioconda o la Mona Lisa están en una sala más grande. Pero creo que el peligro de este tipo de enfoques es la aparición de visitas “rebaño” que sólo se centran en visitar cuatro obras de arte puntuales y, peor aún, buscando que esas obras estén en la misma sala. Alguien, cuando dirigía el museo, me dijo seriamente: “haga la pirámide y meta la Gioconda, la Venus de Milo y Samotracia y ya puede estar tranquilo”.