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«El director no puede hacer una obra que no le guste»

Era un adolescente de 15 años y poco o nada podía saber sobre dirección de orquesta, pero tenía un deseo, una convicción, una pasión. Más tarde pasaría por dos de las escuelas más prestigiosas del mundo: el Curtis Institute of Music, en Filadelfia, y la Julliard School, en Nueva York.

Ahora, tras 25 años de trabajo y después de haber dirigido a las mejores orquestas del mundo, conduce oficialmente la Fort Worth Symphony Orchestra (en Texas) y la Norwegian Radio Orchestra. Entre los numerosos compromisos que copan su agenda se encontraba pasar por España hace unos días para dirigir a la Orquesta Nacional de España en el concierto del 25 aniversario del Auditorio Nacional de Música.

Podría haber sido pianista o cantante, pero al final se decantó por la dirección de orquesta, ¿por qué?

Creo que no fui suficientemente bueno en las otras disciplinas: el piano, el violín, el canto… Tampoco tenía la pasión necesaria, ese apego que uno tiene… Al final, la profesión no es más que una vocación y creo que no la tuve para nada más. Tampoco sabía en qué consistía el trabajo del director de orquesta viniendo del Perú. Me interesaba y me sigue interesando estudiar obras grandes para ensambles complejos o mixtos y trabajar con gente. Comunicar esta información o estas obras de arte. Por ahí comenzó. Los inicios fueron con repertorio lírico y, por entonces, pensaba que la ópera era lo que iba a hacer primordialmente, pero poco a poco la vida me fue llevando a lo que hago ahora.

Empezó en el Teatro Municipal de Lima con 15 años, ¿cómo pudo atreverse a dirigir en ese momento Tosca?

La ignorancia es muy atrevida… Pero también uno intuye que es lo que puede hacer y es una sensación más que un conocimiento. Eso fue lo que me motivó a investigar más, porque no tuve estudios de música formales en Perú y más bien iba estudiando e investigando por donde podía, como suele decirse. No justifico que la ignorancia sea la mejor forma de avanzar pero si lo que uno siente es tan fuerte… Es una especie de convicción porque uno sabe que no sabe, pero quiere saber. Eso fue lo que me llevó a atreverme. Es como cuando uno ve una piscina y no sabe nadar pero tiene la intuición de que si se tira no se va a ahogar y va a tener reflejos. Luego alguien te lleva de la mano y te explica.

«Viví cada año de estudio como mi último año»

¿Marca haber estudiado en Curtis y Julliard?

Sí, sí…, totalmente, porque además por aquella época ya sólo entraba un alumno por año. Eso entonces no lo sabía porque de saberlo a lo mejor tampoco me hubiera atrevido a preparar el examen.

Al final, cada escuela depende del maestro en sí. Yo tuve al mismo en las dos escuelas, Otto-Werner Mueller, que la única condición que me puso como alumno es que estudiara mucho tiempo. Estudie finalmente cinco años con él. No se puede aprender más rápido. La cantidad de literatura musical que hay no se puede digerir más rápidamente. Es como si uno tiene que leerse 500 libros, ¿cómo humanamente es posible hacerlo en menos tiempo del que ocupa?

¿Cuánto tiempo dedicaba al estudio?

Muchísimo porque al ser de Perú, por las leyes de inmigración, pensaba que en cualquier momento, o como mucho cuando terminase mis estudios, tendría que regresar a mi país. Por eso, vivía cada año como mi último año. Le saqué el jugo y me dediqué a estudiar todo el tiempo que pude.

¿Cree que todavía hoy mucha gente desconoce la labor real de un director de orquesta?

Bueno, es como un entrenador de fútbol. Su labor no la vemos porque lo que vemos es el partido. En el concierto es igual, lo que vemos es el partido. Aunque sea el momento que menos tiempo pasamos juntos. El concierto dura un par de horas, para lo cual podemos haber ensayado diez, por ejemplo. Esa es la proporción. Ahí, a puerta cerrada, es donde el trabajo de a fondo del director sucede.

«El director no puede hacer una obra que no le guste»


¿Qué cualidades tiene que reunir un director?

Es difícil. Primero hay que tener en cuenta que los músicos de una orquesta son personas que tienen instrumentos. Lo mismo el director y el compositor. La labor de todos es recrear una obra que una persona compuso. Es muy difícil analizar científicamente lo que hacemos, pero tenemos que estar muy comprometidos con todas esas obras. Nos tienen que gustar mucho. No podemos hacer una obra que no nos guste. No se puede. Bueno, supongo que se puede pero es un fracaso total. Es como ir al partido de fútbol pensando que no quieres ganar.

Nunca he pensado qué es necesario porque al final cada persona transmite de una manera, quiera o no quiera. Al final se impone el servicio a la música y no hay nada como director que yo gane artísticamente en un concierto. Por otro lado soy un artista y todos nos beneficiamos de lo que es la ejecución en vivo, pero al final es por la música de alguien por quien estamos ahí y no por el instrumento de alguien. Eso es algo que al final no se ve y es muy difícil de explicar, cómo el director canaliza todos los sonidos que oye y los convierte en una unidad.

Entiendo de sus palabras que nunca ha tenido que dirigir obras que no le gustasen…

Uno aprende eso en la escuela.. La diferencia entre el director y un instrumentista es que, por ejemplo, el pianista se puede sentar al piano y probar la obra y ver si le gusta o no, pero el director no puede hacer eso porque no tiene la orquesta en su casa para ver cómo es. Además, eso de depender de grabaciones no sirve de mucho porque al final es la versión de otra persona. Todo está en las partituras que uno tiene que ir investigando. El director tiene que imaginárselo internamente y sentirlo. No hay otra manera.

¿Alguna vez ha sentido que su visión de una obra era diferente a todas las que se habían hecho hasta ese momento?

Es muy posible, pero yo ya no pienso en eso porque todos hemos tocado muchas obras bajo diferentes guías, inclusive obras tradicionales, obras universales. Lo ideal es pensar en el momento, en lo que estoy haciendo ahora. Lo único que ayuda a todo eso es la experiencia que uno puede haber tenido porque uno construye tanto la experiencia de vida como la experiencia musical.

«Los directores hacemos lo mismo que los gitanos, pero en avión»

¿Cómo es su día a día?

Mi residencia habitual está en Texas, en Fort-Worth, y normalmente cuando salgo para una invitación regreso a casa siempre. Lo que hacemos es lo mismo que los gitanos nómadas, pero en avión. La música es un servicio público que va de lugar en lugar, aunque uno puede optar también por no hacerlo. Me inclino por hacer menos viajes y ser un poco más selectivo porque al hacer menos uno también mejora. Por ejemplo necesito semanas sin dirigir para poder estudiar. Humanamente no se puede estar estudiando y dirigiendo cosas a la vez.

¿Un director tiene que ser muy metódico?

Supongo que sí, pero también entiendo que dependerá de la capacidad de cada uno de cansarse o de descansar o recuperarse.

Usted que ha estado en Australia y en direntes países de Europa, que nació en Latinoamérica y que vive en EE.UU., ¿se vive la música considerada clásica en todos estos países de la misma forma?

Depende del término clásica. Hace muchos años que no utilizo ese término porque no ha favorecido lo que hacemos. Prefiero referirme a música sinfónica o música orquestal de cualquier género porque la orquesta tiene una versatilidad mucho más grande que la palabra clásica.

Al margen de eso, la orquesta es un instrumento de instrumentos que atrae mucho. Es un imán. No es ni mejor ni peor que la música de cámara o un recital de un solista. Es como los deportes, ¿por qué el fútbol triunfa por encima de los otros? Creo que tiene que ver un poco con el género de lo que hacemos, con el magnetismo de lo que es la cooperación de un equipo, de una orquesta y que es capaz de tocar tantas variedades y estilos y producir tantas sonoridades. Lo que he visto es que la orquesta es algo muy atractivo en todas partes. En todos los lugares a los que he ido la gente se entusiasma muchísimo explorando obras conocidas y desconocidas.

Las orquestas nos atrevemos a hacer cosas que la gente no conoce, en parte porque pensamos que es lo que hay que hacer. Si Mendelsohn no hubiera sacado La pasión según San Mateo de Bach seguramente nadie la conocería. Hay intérpretes que creen en obras que merece la pena compartir. Esa ha sido mi experiencia general en todas partes. Nunca me he encontrado gente a la que no le interesara la música de orquesta.

«Llevar 25 años me ha afianzado como artista y como persona»

¿Qué le llevó a crear el proyecto Caminos del Inca?

La idea era crear un marco de presentación que tiene que ver con el marketing, la publicidad y la manera de atraer gente a un concepto muy genérico, muy seco. Así, el hecho de que haya un término internacional reconocible ayuda a la percepción de lo que es un concierto con obras de países que están conectados. Eso es lo que hace los Caminos del Inca, conecta seis países actuales. Ese es el inicio de por qué se llama así y por qué se presentan las cosas con multimedia o películas o documentales. Simplemente porque la música de Latinoamérica está bastante más atrasada en su difusión mundial. Durante muchos años sólo se conocía Ginastera o Villalobos de Sudamérica. ¿Por qué? Porque eran publicados. Los demás al no tener editoriales que les publicaran sus obras no es que no estén, es que dejan de ser percibidos. De esta manera se ha creado una presencia y tomará todavía mucho tiempo que sea común.

¿Qué momento de su carrera destacaría?

Es difícil porque espero que cada vez que haga algo sea especial, espero que sea lo mejor que yo haya hecho. Es un desafío muy grande porque es prácticamente imposible. La idea es esa: hoy estoy en mi mejor día y esto es lo mejor que voy a hacer, pero mañana lo haré mejor que hoy. Prefiero eso que no decir «sí, mi mejor momento fue hace 15 años». ¿Y ahora qué?  Evito tratar de pensar eso. En el fondo es inevitable, especialmente este año, cuando cumplo 25 años de carrera. Ya no soy un director joven. Llevar 25 años me ha afianzado como artista, como persona, mis convenciones, mis ideas personales, musicales… Destacaría eso más que una cosa específica.

«El formato concierto tiene que ponerse al día»

Su nombre sonaba para dirigir la Orquesta Nacional de España…

A mí me gusta trabajar con las orquestas en las que el afecto es mutuo y yo con la ONE tengo una relación personal y musical muy buena por lo que he sido recurrente en los 10 últimos años. Tenía el compromiso con la Orquesta de Noruega desde hace un año y medio y es humanamente imposible hacer todo a la vez. Uno no puede tener todo en la vida.

Mi prioridad ahora es la familia, mis tres hijos. En 9 o 10 años más ya serán adultos y ahí puedo plantearme cosas diferentes. Tenemos la intención de que pasen parte de su vida en Europa, pero gradualmente. Al tomar el puesto en Noruega… es como jugar al ajedrez. Los movimientos no se pueden rehacer. Lo más lindo para mí es tener relaciones musicales.

¿Cómo se podrían acercar los conciertos sinfónicos a la gente que no acude habitualmente a verlos?

Los medios y el entorno han cambiado mucho. Lo que estamos haciendo en general tal vez deberíamos hacerlo más rápido o ir más avanzados. Eso es algo que en Noruega tenemos muy a la mano, ya que como es la Orquesta de la Radio vivimos en un estudio constantemente y se hacen conciertos que son transmitidos por internet, que favorecen la participación del público… Por ejemplo, la gente manda tuits durante los conciertos y hay moderadores que les contestan. El formato con toda seguridad tiene que ponerse al día con todos los avances de la sociedad.

Hoy en día nuestra labor es competir por el tiempo de alguien para que escuche música en vivo. Mucha gente la escucha cinco o seis horas mientras trabaja, pero en verdad no están escuchando música, están haciendo otra actividad. Eso es lo que hay que ponerse a pensar. ¿le puedo robar a alguien dos horas de su tiempo para que venga a escuchar música aquí en vivo? Nosotros le damos una experiencia única que no se puede repetir.

¿Es de rituales?

No. Lo único que tengo que hacer es asegurarme de llegar descansado porque la intensidad mental y física del concierto es cada vez mayor… Debe ser que me estoy haciendo viejo [se sonroja].

«La dirección de orquesta se aprende al estilo del maestro japonés»

¿Qué le diría a alguien que quiera seguir sus pasos?

Le diría que todo es posible y que todo lleva su tiempo. La dirección de orquesta es, entre un arte y una tarea, y se aprende al estilo del maestro japonés: estando alrededor, mirando, oliendo… No se puede aprender en un salón de clases solamente… Es como aprender natación sin una piscina.

¿La música es un trabajo o una forma de vida?

Las dos cosas. Es una vocación más que un trabajo, aunque entiendo lo de trabajo porque a uno le pagan por hacer lo que hace. El estilo de vida viene por esa vocación. Soy muy afortunado por hacer esto todos los días, en el sentido de que todos los días de mi vida tengo este balance de familia y música que me da mucha satisfacción.

¿Cómo se definiría? ¿Es muy exigente?

Sí, claro, todos lo somos. Si no fuéramos exigentes ni perfeccionistas… Aunque no existe la perfección. Es algo utópico. Ser lo más excelente posible en cada momento. Eso es lo mejor que uno puede hacer, porque uno no puede garantizar que un concierto vaya a ser perfecto.