Ahora, el músico está a punto de celebrar sus 30 años de actividad discográfica con una extensa gira por toda España y con la edición de un nuevo álbum, Ruinas de interior, un doble CD recopilatorio de toda su carrera que incluye cuarenta canciones, ocho de ellas inéditas.
Este próximo martes 11 de noviembre, Balas Perdidas [1], el boletín para gourmets del rock and roll de hoyesarte.com, organiza una de sus veladas perdidas para presentar este nuevo álbum y la gira posterior, en la que Campos charlará sobre algunos de sus discos favoritos con Pablo Carrero, director de la newsletter. La velada se cerrará con una actuación acústica en la que interpretará una selección de su cancionero.
―¿Recuerdas cuándo empezaste a componer?
Mi primera canción la escribí cuando sabía dos acordes. Y con esos dos acordes y un poema de Manuel Machado hice una canción. No es que me interesara Machado especialmente, pero ese poema venía en el libro de séptimo de EGB y lo usé para hacer mi canción.
―¿Cuándo empezaste a hacer tus propias letras? ¿Cómo enfocabas el hecho de hacer canciones, con letra y música?
Cuando me gustaba Loquillo quería parecerme a Loquillo, cuando me gustaban Golpes Bajos, pues a Golpes Bajos. Y con las letras me pasaba lo mismo. Por ejemplo, cuando me gustaban Los Ronaldos usaba trucos como los de Coque Malla. Recuerdo una que decía “noté cómo son tus ojos de azul desteñido”, que es muy del Malla de aquella época.
Yo hacía esas canciones porque me salían. Nunca he hecho canciones por ninguna otra razón. Con el tiempo he aprendido a ser más como un artesano. Sé cómo hacer canciones y las hago. Aunque me sigue pasando a veces que las canciones salen solas, de forma que casi no puedes evitarlo.
―¿Conservas aquellas primeras canciones?
Pues muchas sí. Tenía una doble pletina y con eso es como si tuviera una mesa con dos pistas. Primero grababa la guitarra y la voz y luego hacía algún otro arreglo. Después se las mandaba a mi amigo Ángel, con el que tenía un grupo que se llamaba La Azotea, porque ensayábamos en la azotea de su casa.
―Tu traslado a Castellón, donde formas Malconsejo, fue determinante en tu carrera. ¿Qué impresión te llevas de la ciudad al llegar?
Me di cuenta de que era un absoluto aprendiz. A mí me gustaban Violent Femmes, los Clash, los grupos de la nueva ola madrileña más punkeros, o más oscuros, como Gabinete o Parálisis… De repente llego a Castellón y hay un montón de gente que controla muchísimo de música. Me abrieron un abanico de música increíble: los Seeds, los Real Kids, los Leopards, Flamin’ Groovies, Dictators, todos los punkis americanos… también los Ramones y luego toda la hornada punk de los 90, con Green Day, los Queers y todos esos, que a mí la verdad es que no me interesaban mucho.
―¿Qué música os gustaba cuando formas Malconsejo, tu primer grupo con cierta relevancia?
Cuando tocábamos Vicente y yo como Malconsejo éramos muy velvetianos. Luego, cuando ya formamos el cuarteto empezaron a gustarnos más otras cosas, como Big Star, cosas más pop…
―¿Qué recuerdas de la grabación de Una hora sin televisión [2], el primer elepé?
Tengo sensaciones encontradas, porque creo que podría haber sido un muchísimo mejor disco, pero Vicente nos dijo que se iba del grupo justo antes de la grabación, con lo que ya lo grabamos con un ambiente muy feo. Fue una pena, porque tiene mucho talento. Sus canciones pop son preciosas, pero de repente pensó que lo que quería era hacer una especie de mezcla entre Burning y New York Dolls, que también lo hacía muy bien, pero a mí me daba un poco de pena, porque en Malconsejo creo que era muy buena esa combinación de mis canciones y las suyas. Creo que, en otras circunstancias, el disco podría haber salido mejor y haber tenido un recorrido más largo.
―Con Vivir bajo el agua [3], el segundo disco, empezasteis a sonar más en Radio 3 y se hizo mucha más promoción, ¿cómo vivisteis vosotros el lanzamiento de ese disco?
Por un lado, muy bien, porque nos gustaba mucho el disco y tuvo muy buena respuesta, pero la verdad es que pasó como muchas otras veces, no ya con mis discos, sino, en general, con Indiana y con muchos grupos que nos gustaban. Hubo muchas críticas muy buenas, pero al final eso no significó mucha más repercusión. Fuera de Castellón, Malconsejo nunca tuvo público.
―Luego te trasladas a Madrid y empieza otra etapa totalmente nueva.
Otra vida. Lo que tiene mudarse de ciudad muchas veces es que cada sitio donde vives es como una vida distinta. Lo de Madrid fue una aventura, porque me fui sin tener nada seguro, a ver qué pasaba. A la larga fue una decisión buenísima en todos los sentidos, pero al principio la verdad es que era un poco locura.
―En esa época grabaste tu primer disco en solitario, Pequeños incendios [4], ¿cómo recuerdas la grabación y la edición de aquel disco?
De la grabación tengo un recuerdo maravilloso. La experiencia fue buenísima. Llamé a David Bueno, que ahora toca conmigo el bajo en Back To The Hills, a Juan Ferrari, guitarrista, y Borja Barrueta, que era el batería. Hicimos muy pocos ensayos y nos fuimos a grabar. Fue una pasada. Eran todos unos musicazos.
―El siguiente fue muy diferente, ¿no?
Totalmente. Yo tenía el Yankee Hotel Foxtrot de Wilco entre ceja y ceja. Fue una grabación muy divertida, pero muy accidentada. Lo terminé con Pablo Sbaraglia, al que conocí por los Nominees, y lo hizo de lujo. Ahí sí que me quedé contento con el resultado. Es el primer disco que me gusta realmente, del que estoy completamente satisfecho. Y con el paso del tiempo siento lo mismo.

«Ruinas de interior», doble CD 30 aniversario de Santi Campos publicado por Rock Indiana.
―Precisamente, de tu contacto con Nominees deriva el siguiente paso en tu carrera, que es la formación de Amigos Imaginarios.
Sí, entré a tocar la guitarra con Nominees y les había pedido que me ayudaran a grabar Amigos Imaginarios [5], mi segundo disco, y para presentarlo les pedí que hicieran de banda, y me dijeron que sí. Poco después conocí a Charlie Bautista. Poco a poco el grupo fue haciéndose y Charlie acabó siendo parte de él.
Con esa formación tuvimos nuestro momento de “casi famosos”, porque tocamos en el FIB, hicimos algunos bolos muy bien pagados… era la época justo antes de la crisis y algunos bolos nos los pagaban muy bien.
―Después de El maestro de Houdini [6]hay dos discos de Amigos Imaginarios, Muñecas rusas y Museo de reproducciones, que parecen las dos caras de una misma moneda, ¿cómo los ves tú?
Es verdad, a mí me pasa lo mismo, aunque cada uno tiene una historia totalmente diferente. La de Muñecas rusas [7] era la época más baja mía, con una depresión muy fuerte… todo el mundo que tenía alrededor, Dani Richter, Yuri, de Pájaro Sunrise y otra gente, se empeñaron en que teníamos que sacar ese disco. Fue muy raro porque el anterior disco nos había costado 30.000 euros y este no nos costó nada, porque nuestro entorno quería que lo sacáramos. En ese sentido, la experiencia con ese disco fue preciosa, pero también fue tristísima por mi situación personal. De hecho, las letras del disco tienen bastante más que ver con esto segundo.
El siguiente, Museo de reproducciones [8], fue una especie de resurgir. Es verdad que son dos discos que están muy unidos, pero a la vez son muy diferentes. Uno es el agujero y otro el salir del agujero.
―Los últimos discos, Cojones, La alegría y El viaje, ¿serían una especie de consolidación de lo apuntado hasta entonces?
Cojones [9]lo pongo aparte. Lo primero que quiero decir de este disco es que me arrepiento mucho de haberlo llamado así. Creo que es la única cosa un poco relevante de mi carrera de la que realmente me arrepiento. Aparte de eso, ese disco fue un experimento. Quería probar otras formas de hacer música y, por ejemplo, muchas de esas canciones están hechas sin usar una guitarra, que es algo que no había hecho nunca. Es un disco diferente, una especie de punto y aparte.
El siguiente, La alegría [10], y el minielepé El viaje [11], creo que tienen mucho que ver con que estén Herederos, la banda, y, al mismo tiempo, es una especie de compendio de mis diferentes formas de hacer canciones. Hay canciones más claramente pop, otras más de “cantautor litúrgico”, tipo Nick Cave…
―¿Cómo estás de satisfecho con el resultado de todos esos discos, de tu carrera en su conjunto?
Sería una tontería no pensar que es un éxito haber podido hacer lo que he hecho, porque la verdad es que desde mi propio gusto musical tengo un puñado de discos cojonudos. Estoy orgullosísimo de los discos que he hecho, y de lo que he aprendido con cada uno, de la experiencia… cada uno es como una pequeña biografía, no ya por las letras, sino por la experiencia que ha supuesto.
Es verdad que, en un momento dado, me habría gustado tener algo más de repercusión, pero simplemente porque eso me habría facilitado las cosas, me habría permitido tocar más y en mejores condiciones. A mí me encanta ver lo que la gente, sean dos o doscientos o los que sean, siente cuando va a mis conciertos, y, además, creo que cada vez es más bestia. Creo que he encontrado una forma de hacer las cosas que a determinadas personas les llega y les gusta mucho. Lo que está claro es que no voy a dejar de tocar ni voy a dejar de hacer discos.
Este texto es un extracto de la entrevista que se publicará en el fanzine Rock Indiana especial 30.º aniversario (noviembre de 2025).