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«Como ucraniano prefiero estar muerto a ocupado»

[Los 39 “lugares íntimos” reunidos en este volumen han sido seleccionados por el autor de los 111 retratos de ciudades que incluía la obra original publicada en 2008 en Kiev, edición en la que figuraba una española: Barcelona. Las ciudades abordadas pueden resultarnos familiares pero, vistas a través de su singular prisma, adquieren nuevas tonalidades y matices. Siempre al acecho de las situaciones más desconcertantes y de los personajes más excéntricos, el autor nos invita a emprender en este libro un viaje por las carreteras secundarias que conducen a ciudades tan diversas como Praga, Minsk, Kiev, Odesa, Detroit, Estrasburgo, Amberes, Drohóbych, Moscú, Nueva York, Varsovia, Venecia o Berlín, escenarios de algunos de los principales acontecimientos de los dos últimos siglos: la Primavera de Praga, la Guerra Fría o la catástrofe de Chernóbil, entre muchos otros. Un clarividente relato de la historia más reciente lleno del sentido del humor, la perspicacia y la imaginación de este escritor imprescindible.]

– ¿Cómo definiría este particular viaje hecho libro?

Me interesaba escribir este libro de tal manera que no pudiera encuadrarse en un género concreto. Cada una de las ciudades que integran el texto tienen para mí algún sentido autobiográfico. Es verdad que hay una cierta desproporción a la hora de tratarlas porque algunas significan mucho para mí y para mi vida y en otras sólo estuve unas horas y lo que describo son impresiones. También los géneros se mezclan, pues unos capítulos parecen ensayos, otros prosa poética o relatos, incluso pequeñas novelas. En general podríamos hablar de fusión literaria.

– ¿Por qué estas 39 ciudades?

La edición original tiene ciento once ciudades. Estas treinta y nueve que ahora se publican en español son las mismas treinta y nueve que salieron en la edición alemana. Por eso no está incluida Barcelona, que si lo estaba en la edición inicial.

– ¿Añadiría alguna que no figura en ninguna de las ediciones?

Ante la posibilidad de añadir alguna otra en una nueva edición me gustaría incluir Madrid, si tuviera la oportunidad de conocer mejor esta ciudad que, en una primera impresión, me parece muy atractiva. Sin duda también incluiría Mariupol, hoy destruida por la guerra. Desgraciadamente algunas de las ciudades de mi país hoy han sido borradas de la faz de la Tierra.

– A lo largo de todas sus obras hay un recurrente canto a la libertad. ¿Se siente directamente agredido por lo que está pasando?

Tengo que decir, de entrada, que otros compatriotas míos están sufriendo la guerra de un modo mucho más directo que yo. No quiero subrayar mi sufrimiento en comparación con lo que están soportando otras personas. Vivo en Ivano-Frankivsk, en el occidente de Ucrania, una zona todavía más o menos tranquila. Muchos de mis compatriotas se han desplazado hacia esta parte del país para resguardarse de la devastación de otras zonas.

– Cuando se cumple un año del inicio de la guerra, ¿qué balance hace de lo sucedido? ¿Esperaba la capacidad de resistencia que está demostrando su país?

Estaba seguro de que la resistencia ucraniana iba a ser efectiva. Yo sabía que el ejército ruso no es tan poderoso como mucha gente piensa. Los rusos intentan asustar, pero si se soslaya el factor miedo resulta mucho más equilibrada la lucha. Hice el servicio militar en el ejército de la Unión Soviética y vi el ejército por dentro y pude comprobar que tiene muchos puntos débiles. Esa falta de fortaleza es la que también se está mostrando actualmente. Creo que es fundamental no tener miedo. Los ucranianos no tienen miedo al ejército contrario, su miedo es el de ser ocupados. Lo peor que le puede ocurrir a un ucraniano es tener que vivir en un territorio ocupado. Me identifico con esa idea: sentirse ocupado es peor que la muerte. Por eso la resistencia es tan intensa, tan decidida, pues no hay otra elección.

– ¿Cree que Ucrania puede ganar la guerra?

Habría que definir que entendemos por el hecho de que Ucrania gane la guerra. Creo que hay que considerar varios factores. En primer lugar, la recuperación del territorio ocupado. En segundo lugar es esencial la entrada de Ucrania en la Unión Europea y en la OTAN. Pero, respondiendo a su pregunta, estoy seguro al cien por cien de que esas dos cuestiones se van a producir y, en ese sentido, ganaremos la guerra. Además hay que considerar que Rusia combate por el pasado y Ucrania lo hace mirando al futuro. Cuando Rusia ocupa una ciudad en Ucrania devuelve los nombres soviéticos a las calles y cierra programas escolares ucranianos para imponer otros, ya obsoletos, que proceden de la Unión Soviética. Continuamente hablan de la reconstrucción del pasado. Sin embargo, los ucranianos miramos con esperanza hacia el futuro y ese futuro pasa por una Ucrania integrada en la Unión Europea.

– ¿Coincide usted con quienes sostienen que dentro de la propia Rusia hay cada día más personas contrarias a la guerra?

Es muy complicado responder a esa cuestión. El rasgo característico de los rusos que apoyan la guerra es que no cuentan con las vidas humanas. No tienen en cuenta los soldados muertos. Eso es algo evidente. Se está alistando obligatoriamente a jóvenes sin formación y sin el armamento adecuado y se les está colocando en la primera línea de la contienda. Su destino es la muerte. Eso crea rechazo y seguro que entre los militares rusos hay mucho descontento. Pero no considero que eso sea a nivel global en el ejército. Y a nivel social no creo que pueda hablarse de una sociedad que tenga la mínima capacidad de expresar su protesta. Es verdad que en el círculo próximo a Putin veo posible que surja alguna iniciativa para derrocarlo. Pero considero que no sería en un sentido revolucionario global, sino iniciativas aisladas que es muy difícil que prosperen.

– ¿Cree que la Unión Europea está haciendo lo correcto y al ritmo adecuado?

La ayuda que llega de Europa en particular y del mundo en general nunca va a ser suficiente. Es evidente que Ucrania agradece muchísimo el apoyo de los aliados europeos, una ayuda real e importante pero desde el punto de vista militar no con la dimensión que quisiéramos. En Ucrania sentimos el apoyo, también el apoyo que nos llega desde España y los españoles. Es verdad que, en general, sentimos más el apoyo de los ciudadanos europeos que el de algunos de sus dirigentes. Siempre hablo de la responsabilidad de algunos gobernantes que en 2008 no se decidieron a frenar a Putin en Georgia y en 2014 tampoco lo hicieron en Crimea. Se ha ido creciendo y ahora nos enfrentamos a una guerra que se ha constituido en un problema global; para todos.

– ¿Se atreve a trazar el perfil de Vladimir Putin?

A Putin le ha definido hasta hoy y sigue definiéndole su condición de hombre de la KGB. Eso es lo que era y lo que es. No estoy de acuerdo con los que dicen que está loco. Creo que es plenamente consciente. No tiene ninguna enfermedad psíquica. Por supuesto su ideología es totalmente incorrecta, pero es consecuente con esa ideología. Él juega el papel y finge estar loco para asustar a Occidente, pero de loco no tiene nada. Es racista, así lo definió también el historiador Timothy Snider. Putin representa una variante particular del fascismo. Un fascismo que se apoya en un pasado comunista. Podríamos hablar de un híbrido de rojos y marrones.

– ¿Y Zelenski?

Sabemos que es una persona que llegó a la política desde el show. Yo votaba contra Zelenski pero hoy en día creo que es un presidente óptimo para Ucrania. Es una persona que en el momento actual está contribuyendo de una forma muy positiva, extraordinaria, en la comunicación con el mundo exterior. Su carácter de actor hace que sus intervenciones sean muy efectivas. Es un actor que cree en su papel. Esa creencia es la que diferencia a un buen actor de uno malo. El bueno cree firmemente en lo que hace y eso es lo que ahora se necesita.

– ¿Cómo escritor, se siente parte de la resistencia ante el drama que se está viviendo?

En ésta y en cualquier guerra el papel del escritor es importante. Hay que considerar que uno de los objetivos del agresor es eliminar la autenticidad del pueblo. Eso en la situación actual se evidencia cuando los rusos cambian los nombres de las calles, cuando eliminan programas que funcionan, cuando sacan de las bibliotecas los libros ucranianos para quemarlos. Lo hacen porque para ellos un libro es un arma del enemigo y, como tal, hay que destruirla. Por eso cada libro es importante y su autor, un combatiente.  

Finalmente el entrevistador le propone al entrevistado que anime al lector a acercarse a su Pequeña enciclopedia de lugares íntimos, ante lo que el autor sonríe afable. Y lo piensa un tiempo antes de señalar: «No soy un dictador y no puedo obligar a nadie a leerlo. Pero me atrevo a animarles desde la idea de que  viajar siempre es interesante y estas páginas acaso puedan ayudar a los lectores a situarse en el camino».