Tras Gonzalo Rojas, en 1992, y Nicanor Parra nueve años más tarde, Zurita acerca a Chile el galardón dotado con 42.100 euros que otorga Patrimonio Nacional. En este 2020, las circunstancias obligaron a que el jurado se reuniese y transmitiese su decisión en línea desde el Palacio Real de Madrid.

(Radical defensor de la pasión como elemento nuclear del ejercicio poético, Zurita ha mitigado a través de sus versos el dolor “de un país atravesado por las dictaduras”. De hecho, su libro Zurita (2011) gravita en torno al golpe de Estado que llevó a Pinochet al poder. En las primeras horas de aquel 11 de septiembre, cuando se dirigía a la universidad, una patrulla militar lo detuvo. Días después, en la bodega de un carguero que era utilizado como centro de detención, fue torturado).   

¿Le condujo el dolor a la creación?

Podríamos decir que así es. Más de una vez, cuando se me ha preguntado, he afirmado que aquellos deleznables acontecimientos me llevaron a escribir. Aquella experiencia siempre vuelve pues dejó una huella de la que acaso nunca voy a salir.

(Miembro en los años finales de la década de los 70 del Colectivo Acciones del Arte, Zurita participó muy activamente en intervenciones en las calles de Santiago de Chile que presentaban imágenes muy críticas con las durísimas condiciones que imponía la dictadura.)

También afirma usted que siente el arte como una vocación extrema…

Bueno, así lo he percibido siempre porque también siempre he defendido que el arte y la literatura tienen que ser capaces de tocar las zonas más oscuras que conciernen al ser humano, a su existencia y a las circunstancias que le toca vivir.

¿Es Chile un lugar para la poesía?

En estas horas no he dejado de repetir que la poesía chilena ha asumido riesgos, sin temor. Ahí están para demostrarlo figuras como Pablo de Rokha, Neruda, Huidobro, Parra, Mistral, Rojas, Jorge Teillier o Enrique Lihn. Ellos nos han mostrado su capacidad para retratarnos la existencia con todas sus variables. La poesía chilena refleja todos los matices de la experiencia humana y eso denota un valor incuestionable.

¿Poeta desde siempre?

Me recuerdo escribiendo poesía desde muy joven, cuando todavía estaba en el colegio y apenas había cumplido los catorce años. La lectura de La Divina Comedia de Dante, que me parece un poema con un equilibrio perfecto, me influyó mucho y me hizo ver la importancia  de la estructura y el conjunto a la hora de escribir. Posteriormente, cuando estudié ingeniería, la formación técnica y matemática supuso un importante empuje para todo lo que he venido haciendo después en literatura.

¿Cómo definiría su poesía?

Fundamentalmente me interesa lo real. Cuando hablo de cordilleras inevitablemente me remito a Los Andes. Cuando hablo de la vida lo hago de lo vivido. Cuando pienso en el mar es del Pacífico de quien hablo. Zurita, con ese nombre que remite a mi apellido titulé uno de mis libros clave como poeta.

Y el silencio “resonando”…

Sí. Pero es que el silencio, la imposibilidad de decir, lo invade todo. Como he dicho más de una vez, todo poema, toda la poesía son pequeñas islas en el océano infinito del silencio, pequeños puntos que se dicen entre el infinito de todo lo que no se dice. Después es el lector el que tiene que rellenar los huecos porque siempre he considerado que el lector es absolutamente creador y el creador tiene que construir desde su propio silencio.    

Y la música como otra de las claves en su obra, ¿no es así?

(Desde hace más de una década Zurita colabora con músicos y grupos para componer a partir de poemas. De la colaboración con el conjunto González y Los Asistentes surgió el disco Desierto de amor.)

La palabra y el silencio son las materias fundamentales de la poesía, pero también está la música. Creo que las barreras que se establecen entre las distintas formas de expresarse son muchas veces artificiales. Creo que música y poesía no son lo mismo, pero el impulso que las provoca y las pone en marcha…ese vértigo que lleva a componer y a escribir tiene la misma raíz.

¿Se siente reconocido por el esfuerzo realizado a lo largo de todos estos años?

No he buscado el reconocimiento. No he tenido grandes expectativas porque siempre he pensado que si las rebajas te expones menos a la desilusión. No creo en la posteridad aunque me siento relativamente satisfecho con lo que ha ido fluyendo en mi obra. Dicho esto, los lectores y la crítica han sido benévolos conmigo y los premios, bueno, aunque en el fondo todos escritores los esperan, no dependen de uno y es absurdo ansiar lo que no está en tu mano. Por eso cuando te reconocen es muy reconfortante.

(Y desde la distancia, Raúl Zurita, el hombre pasional, el creador apasionado que en 1993 excavase un poema en el desierto de Atacama perpetuando el verso “Ni pena ni miedo”, se despide con la emoción de su Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020 bajo el brazo: “Ha sido una gratísima sorpresa y lo inesperado produce una satisfacción multiplicada”).