Las obras expuestas son una parte de la donación realizada por la Fundación Almela-Solsona al IVAM, según acuerdo formalizado por ambas instituciones en 2012. Fruto de aquel convenio de colaboración y con motivo de esta exposición se ha editado un catálogo que recoge las 192 obras de la donación e incluye textos de Enrique Gómez Acebo y Fernando Castro Flórez.

Fernando Almela creó la Fundación Solsona en 1991 con la recepción del patrimonio pictórico de Alberto Solsona (Barcelona, 1947- Madrid, 1988). Tras su inesperada muerte, su propio patrimonio pasó a la Fundación, que cambió su nombre por el actual y quedó a cargo del patronato que él mismo nombró. La donación al IVAM obedece tanto al origen valenciano del artista como a su deseo, manifestado repetidamente, respecto al futuro emplazamiento de su creación artística.

La herencia de Cézanne

Almela atravesaría una época, en el tránsito de la década de los setenta a la época posmoderna, en la que la pintura entró en crisis tanto por la cancelación del paradigma informalista como por la marginación crítica e institucional, para dar paso a las estéticas posmodernas y a la transvanguardia que se impondrían seguidamente. En ese momento de transformación política y artística, y al igual que otros artistas que deseaban seguir pintando, tuvo que concentrarse en su vocacional opción por la pintura.

En su producción artística, el pintor valenciano reivindica la herencia de Cézanne, con quien comparte la pasión por el paisaje y la naturaleza muerta, géneros en los que la pintura da cuenta de una realidad aparentemente inmóvil, que adecua a la representación en su pintura: la fugacidad de las vanitas, la manera de mirar en los bodegones, el recuerdo y la evocación en los paisajes.

Almela describe paisajes de rincones discretos y olvidados que evocan silenciosos jardines con estructuras arquitectónicas clasicistas y masas boscosas que interpreta con gestos cercanos a la abstracción.

Cubista y poscubista

Desde las naturalezas muertas que realizó en los años ochenta hasta su producción final, el artista no dejó de meditar sobre la potencia visual de los objetos en composiciones cotidianas. A comienzos de los años noventa llevó a cabo obras fundidas en bronce con jarras y copas rotas junto a frutos.

Entre 2006 y 2008 realizó una serie de bodegones en los que empleó directamente objetos ensamblados. En estas obras mezcla el objeto cotidiano y la naturaleza paisajística, siguiendo cierta tradición del cubismo y el poscubismo.

Con su estética sosegada y su extraordinario respeto a la pintura, Almela plasmó un intenso elogio de lo visible. Pintor de lo diáfano, de la vida silente, describe una naturaleza que se torna íntima tanto si aborda el paisaje como el bodegón.

Aunque afincado casi toda su vida en Madrid, sus obras han sido expuestas en un buen número de ciudades españolas y forman parte de importantes colecciones públicas y privadas, a las que ahora se suma el Instituto Valenciano de Arte Moderno.