Esperando a Godot se representó por primera vez en París en 1953. En mayo de 1955, el paraninfo de la Facultad de Letras de Madrid veía su estreno en España, antes incluso de su primera puesta en escena en Londres. En los últimos 60 años, el gran icono del existencialismo y del teatro del absurdo, esta obra en la que según Vivien Mercier “no pasa nada dos veces” ha servido como una de las mejores herramientas para interpretarnos política, religiosa, filosófica, psicoanalítica y culturalmente.

Aunque en su edición inglesa se etiquetara como tragicomedia, Beckett siempre afirmó haber escrito una obra para clowns. Probablemente los éxitos más memorables que este texto ha cosechado sobre las tablas han respetado esta perspectiva y este es el espíritu que anima esta versión que ahora llega al Teatro Alhambra.

La dirección de Font aporta una visión nueva del clásico de Beckett firmemente asida a nuestra realidad de hoy: caótica, absurda, surrealista, cruel, pero terriblemente cómica al retratarnos como seres incapaces de poner orden en nuestros asuntos y de avanzar coherentemente.

Un espectáculo que se acompaña de música en directo. La viola de Jasio Velasco, la trompeta de Javier Centeno y el clarinete de Oriol Boixader, bajo la inspiración de clásicos como Nino Rota, Cole Porter o Kurt Weill, sirven, como ya ocurriera hace un siglo en la cubierta del Titanic, para endulzar y alegrar esta “espera”.