«El humor de Ibáñez es directo, va al grano y te ataca directamente al estómago». Antoni Guiral, editor y guionista de historietas y uno los comisarios de la muestra, lo tiene claro cuando habla de Ibáñez, a quien considera un dibujante que juega con lo políticamente incorrecto, con eso «de lo que en el fondo nos gustaría reírnos, pero no nos atrevemos».

La retrospectiva, que cuenta entre sus joyas con hasta 23 dibujos originales, analiza la trayectoria de éste desde sus inicios, dando lugar a un fresco del tebeo español compuesto por los innumerables personajes que el dibujante catalán ha venido realizando desde los años cincuenta hasta nuestros días. Una trayectoria marcada por el cada vez más creciente apego de sus viñetas a la actualidad (okupas, vacas locas, el euro, etc.).

El botones dibujante

Botones en el Banco Español de Crédito, tras haber estudiado Contabilidad, Banca y Peritaje Mercantil, fue en 1952 cuando Ibáñez publicó su primera historieta, Mucho ruido y pocas nueces, en el número 95 de la revista Nicolás. Tras pasar por revistas como A todo color y La risa, llega finalmente a la editorial Bruguera, donde en 1957 pare su obra magna, Mortadelo y Filemón.

Es en 1958 cuando la revista Pulgarcito acoge el estreno de los dos desastrosos detectives de Ibáñez, que le harían abandonar finalmente su trabajo bancario y ejercer a tiempo completo como guionista y dibujante de tebeos. Ese mismo año vería la luz La familia Trapisonda, un grupito que es la monda, otra de sus grandes creaciones, que vio alterada las relaciones entre sus personajes debido a la censura, convirtiendo al matrimonio protagonista en hermanos.

Rompetechos, el menudo y simpático cegato, confesado personaje favorito de Ibáñez, irrumpió en 1964 en el número 161 de la revista Tío vivo, acompañado de El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo y Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera. En aquellos años se sucederían algunos encargos para marcas publicitarias como el brandy Fundador, dando lugar a Don Pedrito, que está como nunca, o el pegamento de origen alemán UHU.

Punto de inflexión

Un gran punto de inflexión en la vida de Ibáñez llegaría en 1969, cuando publica la primera aventura larga (seriada) de Mortadelo y Filemón, concretamente uno de sus números más celebrados, El sulfato atómico, que serviría para introducir a nuevos personajes en la serie.

Los años de Bruguera estaban contados. Por aquel entonces, Ibáñez llegó a un acuerdo con Grijalbo por el que creó en 1985 las series Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, una sátira muy de actualidad sobre un trío de amigas desempleadas que capeaban la crisis como podían, y 7, Rebolling Street, una suerte de remake de su clásico 13, Rue del Percebe.

En 1988, tras la publicación de la Ley de Propiedad Intelectual, Ibáñez recuperó por fin la autoría de sus creaciones, que años atrás habían pertenecido a la editorial Bruguera, que no dudó en encargar a otros autores la creación de viñetas «apócrifas» a partir de personajes de Ibáñez.

Los galardones no han sido esquivos para Ibáñez. Así, en 1994 recibió el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona por el conjunto de su obra, y siete años más tarde, en 2001, la Medalla de Oro a las Bellas Artes.