Esta sátira política de la Atenas de los dioses y héroes tiene como protagonista a Pluto, la divinidad griega de la riqueza, e incluye a una serie de personajes entre los que los espectadores podrán diferenciar a un maestro estúpido, un esclavo insubordinado y muchos ataques a la moral de entonces.

Pluto es la historia de una utopía, del sueño del reparto justo de la riqueza, del dinero. A Aristófanes ya le preocupaba en el siglo IV a. C. la situación política, ya que la democracia perdía fuelle, la corrupción de sus políticos estaba a la orden del día, era grande el nivel de pobreza y baja, muy baja, la posibilidad de conseguir al menos un plato de lentejas. En la antigua Grecia algunos ciudadanos se hacían esclavos para trabajar y así poder comer.

Humor ácido

Pero este contexto se parece mucho al actual, una situación que Aristófanes trata con humor del bueno, de ese que hace reflexionar. Un humor ácido, satírico, deslenguado, que invita a la fiesta de la utopía, donde la pobreza se erradique y la riqueza quede lejos de abusos, de exclusiones, de trampas y de mentiras.

Cremilo, un ciudadano ateniense anciano, va al oráculo en busca de consejo. Este le dice que siga al primer hombre con el que se encuentre y que le convenza de que lo acompañe a su casa. Este no es sino el dios del dinero, Pluto, que va cantando ciego por las calles. Está triste por que no sabe a quien darse, porque la riqueza se reparte aleatoriamente. Cremilo se convence de que si le devuelve la vista esos errores podrían rectificarse y el mundo sería mejor. Así empieza la fiesta, que se convierte en sueño para unos y en pesadilla para otros.

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