Las siamesas Golosas están formadas por restos humanos. Sara Li y Ana K nacen, por tanto, del ensamblaje de fragmentos corporales, como una especie de Frankenstein. De esta unión de partes surge un ser doble. Y por esta doble condición física, las siamesas representan la identidad múltiple frente a una identidad única, pero también, puesto que se apartan de la “normalidad”, simbolizan lo monstruoso, lo excluido.

En su desarrollo, el proyecto ha tomado diversas formas: dibujos, fotografías, pequeñas maquetas y/o esculturas, e incluso literatura, puesto que gran parte del trabajo se fundamenta en una base escrita que incluye desde cuentos hasta entrevistas.

De todas estas piezas, la Fábrica de conservas es, sin duda, la más relevante, así como una de las piezas más importantes de la trayectoria de Banet, por el reto que supuso crear una pieza de estas dimensiones. También por tratarse de una obra que engloba un gran número de piezas muy diversas, que van desde esculturas de órganos al diseño de botellas de vino o latas de conservas, los trajes de las trabajadoras, etc.

La Fábrica no cocina y envasa frutas o verduras sino fragmentos humanos. Sin embargo, y a pesar de su apariencia caníbal, las siamesas no desean comerse a nadie. Estos trozos humanos representan sus sentimientos: el dolor, el sufrimiento, la rabia, etc. Es, por tanto, un régimen de símbolos, una forma de poner sobre la mesa sus miedos para así enfrentarse a ellos. Se puede decir que lo que en realidad cocinan las siamesas son sus propios sentimientos.

Así, por medio de la comida, llevan a cabo una especie de purga y transmiten sus sentimientos a quienes los degustan y cubren las que para Freud eran las necesidades básicas del ser humano: el hambre y el amor.