El dramaturgo, cuya obra es de carácter realista y con fuerte contenido sociopolítico, tuvo cuatro nacionalidades a lo largo de su vida: la alemana heredada de sus padres, la francesa debido a su nacimiento, la española por el traslado de sus padres a Valencia cuando tenía nueve años, y la mexicana, elección propia tras su exilio posterior a la Guerra Civil.

De algún tiempo a esta parte relata la historia de Emma, una mujer judía que se resiste a olvidar en un entorno de angustia y pérdida causada por las guerras. Escrita en 1939, entre el final de la Guerra Civil y el comienzo de la II Guerra Mundial, la obra muestra la anexión de Austria a la Alemania nazi. «La aniquilación de la identidad austríaca que supuso el Anchluss, la anexión de Austria producida en marzo de 1938, se convierte en una metáfora de la usurpación de la identidad personal de Emma», explica Ignacio García.

«No quiero que me consuele nadie», dice la protagonista, que se no quiere mitigar su propia amargura al perder a su hijo en la contienda española y la purga política de su marido en Viena. Dos heridas abiertas que marcan una existencia señalada por los golpes y los recuerdos. Y a pesar de todo, esa mujer golpeada por la vida y por la historia decide seguir adelante, vivir, luchar y sobre todo recordar, porque como ella misma dice «si no hubiese recuerdos, ¿para qué viviría?».

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