El punto de partida de esta tragedia, que interpretan Alberto Jiménez y Mona Martínez, es uno de los hombres más poderosos del mundo: Dominique Strauss-Khan, el que fuera director del FMI y candidato socialista a la presidencia de la República Francesa. Un hombre que saltó a los telediarios, a las páginas de política, a los debates y chismorreos de todo el planeta, tras ser detenido cuando tomaba apresuradamente un avión de regreso a su país, acusado de violar a una trabajadora de raza negra en la habitación de un lujoso hotel de Nueva York.

La obra tiene trata un caso «amplio en contenidos y profundo en significados. No sólo se trata del abuso de un hombre sobre una mujer», explica Rojano, sino que, por medio de este argumento, se examinan los excesos del poder, los pecados más oscuros de los personajes influyentes y cómo alcanzar el éxito puede llevar a la destrucción de una persona.

«Nuestra intención no es relatar, una vez más, el manido y horrible suceso, ni alzar la voz en contra del abusador y a favor de la víctima de ese abuso. Nuestra intención es asomarnos al abismo que todos llevamos dentro. Al poder erótico del poder. A la tergiversación del modelo de modelo. A, como diría Sartre, la dialéctica de la cosificación en nuestros tiempos. Al lugar donde la muchedumbre de éxitos y fracasos puebla las calles como si calles mismas fueran», resume Velasco.

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