Muñoz explica así la importancia de este trabajo en su trayectoria: «Para mí, lo mismo que hubo un antes y un después de mi primera exposición en el Mes de la Foto de París en 1990, hay un antes y un después de este trabajo sobre Cuenca, sobre las gentes de Cuenca. Llevaba una temporada bastante larga buscando nuevas formas de narrar y en Cuenca las encontré. He vuelto a descubrir la magia del retrato como una forma nueva de tocar, de contar y compartir mis propias sensaciones con los demás. Para mí, lo mejor de Cuenca es su gente. Por eso, cuando contemplo detenidamente estos retratos siento que me hablan, no sólo de Cuenca sino de todos nosotros».

La fotógrafa recuerda así su experiencia por tierras conquenses: «Pedro Moreno me llevó a Palomares del Campo y me enseñó sus calles y sus paisajes agrestes. Con él descubrí la hermosa Serranía y sus gentes. Fue allí sonde hice mis primeros retratos de la provincia y donde comencé a acercarme y a conocer a las personas. A Julián, el herrero al que le falta un dedo de la mano y en el pueblo nadie lo había notado; a Marcial, el pastor que te mira fijamente y que tiene un porte y una elegancia naturales; a Pablo, el agricultor que se ha hecho al hábito de vivir con una pata de palo; y a los niños del Hito, que fabrican sus propios diablos; a Carmen, que lleva en su llavero a la virgen que le curó de un cáncer; y al Cristo Nazareno de Palomares, que tiene dotes milagrosas».

Meses después, de la mano de Publio López Mondejar, Muñoz descubre una Cuenca «mucho más llana y mediterránea, totalmente diferente a la de la Sierra, más próxima a Albacete y La Manchuela. Con él, con Alonso Casas, con todos los entrañables jugadores de petanca (Fernando, Juan María El Pinto, Miguel, Salva…), con los champiñoneros que se congregan en el almacén de Miguel, con el magnífico acordeonista Isabelo Garrido, con los miembros de la cofradía de San Bartolomé, con las gentes del campo, fui conociendo Casasimarro, un pueblo que parece tener la medida justa. Siempre he dicho que me gustaría tener un pueblo así».

En Cuenca en la mirada ya han participado grandes figuras del panorama fotográfico español como Ramón Masats, Castro Prieto, Díaz Burgos o José Manuel Navia.


Gran formato

Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) vive en Madrid desde 1970. Es una fotógrafa que ha sabido destacar dentro de la diversidad de propuestas que caracterizan el panorama fotográfico español contemporáneo, apostando por la técnica de la platinotipia y por el gran formato con el objetivo de reforzar su discurso: su pasión por el cuerpo como forma de aproximación al estudio del ser humano. Una pasión que ya desde sus primeras series, Tango y Flamenco (1989), marca el inicio de un recorrido por numerosas culturas en las que busca capturar con su cámara la belleza del cuerpo humano, abarcando desde sus bailes y luchas tradicionales hasta ciertas realidades y problemáticas en las que  decide centrar la mirada estableciendo un compromiso social.

Su primera exposición, Toques, realizada en octubre de 1986 en el Instituto Francés de Madrid, y su participación en el Mes de la Fotografía de París en noviembre de 1990, marcan profundamente un antes y un después en su trayectoria profesional al suponer su lanzamiento nacional e internacional. Estas exposiciones estarán sucedidas por otras muchas, tanto individuales como colectivas, a lo largo de las cuales Muñoz se irá consagrando como una gran fotógrafa de resonancia internacional.

Ha obtenido diferente premios y menciones entre los que destaca el Premio Bartolomé Ros a toda su carrera en PHotoEspaña 2009, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2009 y la obtención en dos ocasiones del World Press Photo, así como también el Premio Nacional UNICEF España 2010 a la Sensibilización y Movilización Social. Un reconocimiento profesional igualmente materializado por la presencia de su obra en distintas colecciones tanto nacionales como internacionales.