Secuela de Stand by Pass, Vázquez Mourelo profundiza en aspectos como la actitud autista de la vida contemporánea en la que el individuo permanece indiferente a las señales del exterior, marcando una línea de defensa ante lo externo, inmerso en la sensación de estar desprotegido y ser vulnerable.

Los paisajes lunares, habitualmente enmarcados en el territorio de la ciencia ficción, son un entorno baldío e inhóspito donde los seres humanos son retratados como abstracciones ante el abismo.

En la serie se encuentran constantes referencias a una cierta simbología primaria, signos que acompañan la aventura de descubrir y de transmitir, de crear sentido sobre lo que no comprendemos, que evidencia cómo en los momentos en los que nos sentimos en peligro aparecen los fetiches y las señales primitivas.

Contaminado y tóxico

El gris que envuelve la obra recrea una atmósfera inhóspita como elemento común. En una actitud personal, el autor reivindica lo contaminado y tóxico frente a la dictadura de lo brillante y nítido que se nos impone como estética del triunfo de lo tecnológico, una claridad que no deja de ser un trampantojo que oculta una vida que no es cristalina.

La serie, con un punto de partida fotográfico en una reinterpretación pictórica, bebe de elementos como la cartelería política o la primitiva fotografía espacial, con la que el autor evoca el espacio sin verlo a través del objetivo. El espacio, como un lugar confuso, en el que el yo se pierde, se disgrega y acaba desapareciendo engullido por el paisaje.