Jean Ranc. Carlos III, niño. Hacia 1724.

Jean Ranc. Carlos III, niño. Hacia 1724.

Esta instalación sintética está protagonizada por la obra de Goya Carlos III, cazador, que ha sido recientemente restaurada con el apoyo de la Fundación Iberdrola y que se presenta por primera vez al público en todo su esplendor.

Esta pintura no ha tenido la consideración y valoración de otras obras del artista, ya que fue considerada copia y obra menor desde su llegada a la pinacoteca en 1847, aunque sí se catalogó como de la mano del pintor desde 1900.

Sin embargo, la limpieza de sus barnices oxidados ha revelado una pintura en perfecto estado de conservación y de una calidad realmente excepcional. Su técnica evidencia un retrato pintado ante el modelo por la precisión, variedad y riqueza de las pinceladas, los matices de color y las exquisitas transparencias que transmiten poderosamente la personalidad del rey.

Además, su procedencia directa de la colección real apoya que fuera éste uno de los primeros retratos del monarca pintados por Goya. Así, técnica y procedencia desvirtúan ahora la idea establecida desde antiguo y recogida hasta en la bibliografía más reciente de que Goya no lo hizo del natural y de que siguió el modelo acuñado por Antón Rafael Mengs en su excepcional retrato de hacia 1765, como puede constatarse en la muestra.

Imagen regia

Antón Rafael Mengs. Carlos III. Hacia 1765.

Antón Rafael Mengs. Carlos III. Hacia 1765.

La figura del rey se une en esta instalación a varias medallas que revelan la elaboración de su efigie dinástica, desde el período italiano hasta el reinado español, y a un grupo de pinturas y estampas que le muestran desde el prometedor heredero que era ya desde su infancia hasta la creación del retrato oficial por Mengs o la interpretación final de Goya.

Este último, con su visión del rey como cazador, relaciona al monarca con sus antecesores de la casa de Austria, especialmente con los retratos de Velázquez de Felipe IV, del infante don Fernando y del príncipe Baltasar Carlos como cazadores. Sin embargo, la transformación que Goya impone a la imagen regia es portentosa por su nuevo y penetrante naturalismo, por la cercanía al espectador/súbdito y por la inclusión de su figura en un paisaje áspero que no deja resquicio al convencionalismo del agradable bosque de verde vegetación y poblado de ciervos de retratos de artistas anteriores, incluido Mengs.

En Goya, el amplio paisaje visto desde arriba, abrupto, seco, recorrido por un breve riachuelo en cascada y cerrado al fondo por altas montañas, abren el camino a una nueva interpretación de la realeza poco antes del estallido, en 1789, de la Revolución Francesa.

Monarca ilustrado

Tomás Francisco Prieto. Proclamación de Carlos III en Madrid, 1759.

Tomás Francisco Prieto. Proclamación de Carlos III en Madrid, 1759.

Carlos III reinó en España desde 1759, tras la muerte prematura y sin descendencia de sus hermanos mayores, Luis I y Fernando VI, hijos de María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V. La ambición política de su madre y las alianzas con Francia de Felipe V situaron a Carlos como duque de Parma (1731-1735) y después, como rey de Nápoles y Sicilia (1734-1759).

Los treinta años del reinado de Carlos III en España fueron provechosos por la inteligencia del monarca, que estimuló políticas ilustradas y se rodeó de ministros modernos en todos los campos. Fomentó el comercio y la industria, pero alentó asimismo las artes y, por él, llegaron a España artista como Giambattista Tiépolo y, sobre todo, Anton Raphael Mengs, determinantes en el panorama artístico español.

Con Carlos III se fomentó, además, la presencia de los artistas españoles en los proyectos decorativos de sus palacios, entre los que Francisco de Goya fue, sin duda, el genio incuestionable.