Para ello se han reunido más de 160 obras de arte, entre pintura, dibujos y fotografía de más de veinte artistas, entre ellos José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana, Sarah Affonso, Júlio, y Sonia y Robert Delaunay, así como abundante documentación original (manifiestos, libros y revistas, correspondencia, etc.) procedentes de diversas colecciones privadas e instituciones como la Fundación Calouste Gulbenkian –que presta 56 obras–, la Biblioteca Nacional de Portugal o el Centre Georges Pompidou.

Como explicaron en la presentación de la exposición sus comisarios, Ana Ara y Joao Fernandes, y el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, la muestra narra con este amplio conjunto cómo Pessoa, –del que se cumple este año el 130 aniversario de su nacimiento–, y los artistas visuales coterráneos de aquella época, «al contrario de lo que ocurrió en otros contextos periféricos, nunca fueron miméticos seguidores de las innovaciones surgidas en centros neurálgicos como París, capital de los nuevos lenguajes artísticos desde el siglo XIX».

Movimientos por entonces de referencia en Europa como el futurismo, el cubismo o el orfismo fueron analizados con interés tanto por Pessoa como por los más destacados artistas del momento en Portugal, si bien todos ellos buscaron una senda propia sin adherirse de manera definitiva a ninguna de las corrientes predominantes.

Así, numerosas obras reflejan un gusto por lo popular y por la idiosincrasia portuguesa que está presente tanto en el trabajo de aquellos artistas lusos que viajaron a París, introduciendo a su vuelta las nuevas corrientes, como en los artistas extranjeros que decidieron pasar una temporada en el país, como el matrimonio Delaunay.

En el caso concreto de Pessoa, esta especificidad lusa le llevó incluso a crear y contraponer de forma sucesiva sus propias corrientes dentro de la teoría poética, a las que denominó paulismo, interseccionismo y sensacionismo. Estos tres ismos, que vertebran el recorrido visual de la exposición, no solo aglutinaron su producción textual y la de otros poetas de vanguardia, sino también obras plásticas y escénicas que a menudo incorporó en sus iniciativas.

Por este motivo, la muestra presta también especial atención a las revistas en las que escribió Pessoa, como A Águia, Orpheu, K4 O Quadrado Azul, Portugal Futurista o Presença, que actuaron como caja de resonancia de estas ideas de vanguardia, ejerciendo una gran influencia en la intelectualidad portuguesa de la primera mitad del siglo XX.

Con estos puntos de partida, Pessoa. Todo arte es una forma de literatura se centra en esta particular escena para analizar la riqueza y peculiaridad de una de los etapas más relevantes de la historia del arte reciente de Portugal y sus interacciones con el panorama internacional.

«En torno a la figura de Pessoa, a sus escritos e iniciativas, y en las primeras décadas del siglo XX, se formó una suerte de comunidad artística con sensibilidades e inquietudes compartidas», recordó Ana Ara.

Heterónimos

Presidida por un gran retrato de Pessoa realizado por José de Almada Negreiros en 1964, la exposición comienza con un espacio dedicado al pensamiento y figura del poeta en su calidad de motor intelectual de la época.

Esta sección hace especial hincapié en la prolífica producción teórica que publicó y que atribuyó a sus más de cien heterónimos, –autores ficticios creados por él–, como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos o Bernardo Soares, a los que dotó de vida y voz propia, incluyendo hasta cartas astrológicas que pueden verse en la muestra.

Los heterónimos encarnaron lo que Pessoa identificó como la enfermedad extrema de su época: una búsqueda de identidad en la alteridad. «A través de ellos actuó como intérprete de excepción de la crisis del sujeto moderno, trasladando a su obra una otredad múltiple que achacó a su desorientación existencial. Una multiplicidad y diversidad que está presente a lo largo de toda la muestra», puntualizó Joao Fernandes.

Para seguir contextualizando el ambiente cultural de la época, las dos próximas salas dan cuenta de la participación de Portugal en la I Guerra Mundial, con obras sobre el conflicto bélico de, por ejemplo, Cristiano Cruz, y también de las caricaturas de aquel entonces, con trabajos de Américo Amarelhe, Amadeo de Souza-Cardoso, Manuel Laranjeira o Almada Negreiros.

Paulismo

La siguiente zona aborda el paulismo. El principal espacio de difusión de los postulados estéticos del Pessoa vanguardista –y, por extensión, de la modernidad lusa– fue la revista Orpheu, publicación que escandalizó a la sociedad de su época y que lanzó en 1915 con el poeta Mário de Sá-Carneiro.

Solo se editaron dos números, pero a pesar de ello esta revista fue capaz de, en palabras de Fernando Cabral Martins, “asestar un duro golpe a la buena conciencia del arte portugués”. En su primer número resultaba aún muy visible la herencia simbolista, destacando como máximo representante de las artes plásticas portuguesas el pintor António Carneiro, autor del tríptico A Vida. Esperança, Amor, Saudade (La vida. Esperanza, amor, nostalgia (1899-1901) una de las piezas más tempranas que pueden verse en esta exposición.

Dicha herencia estaba también presente en A Renascença (El Renacimiento), una pequeña revista editada en 1914 en cuyo único número apareció el poema Pauis (Humedales), de Pessoa, que dio nombre al primero de sus ismos, el paulismo. A destacar que Pessoa, unánimemente considerado como uno de los iconos de la lírica universal contemporánea, sólo publicó un libro de poesía en vida.

En cierta medida, lo que proponía el paulismo era una reformulación del saudosismo, una especie de vertiente regeneracionista del simbolismo impulsada en Portugal por el escritor Teixeira de Pascoaes –de quien se exhiben varias acuarelas–, y difundida principalmente por la revista A Águia (El águila).

El estilo paúlico hereda el tedio y el pesimismo del decadentismo y se define por la confusión entre lo subjetivo y lo objetivo, así como por la asociación inconexa de ideas. Como las obras de Amadeo de Souza Cardoso, sobre papel o lienzo, o de Guilherme de Santa Rita que se muestran en la sala. De este último se puede contemplar por primera vez fuera de Portugal Orfeo en los infiernos, una de las únicas dos pinturas que se conservan de él, tras morir de tuberculosis a los 28 años y ordenar que todos sus trabajos fueran destruidos.

Interseccionismo

Bajo este término se reúnen una serie de obras más ligadas a los lenguajes de vanguardia que tienen en común la superposición de planos, guardando afinidad con el futurismo.

Esta corriente representa para Pessoa la simultaneidad mental de la imagen objetiva y subjetiva, surgiendo de la confluencia de sensaciones y percepciones. Pessoa distingue entre un interseccionismo cercano a lo paúlico, que aspira a la síntesis y exageración de la actitud estática, y otro de sensibilidad moderna más cercano al futurismo.

Teatro

Para completar el contexto cultural del momento, la muestra comprende también una tercera sección específica que se ocupa de las artes escénicas, incorporando información relevante sobre las producciones más interesantes de la época en teatro y danza.

Estimulado por las actuaciones de los Ballets Rusos en Lisboa de 1917 y 1918, y por el deseo de hacer confluir las artes escénicas y plásticas, Almada Negreiros, durante su estancia en Madrid, diseñó la decoración del Cine San Carlos, del que vuelven a la capital española dos bajorrelieves de yeso.

Sobresalen también las ilustraciones que elaboró para La tragedia de Doña Ajada, espectáculo con linterna mágica estrenado en Madrid en 1929 en el que participaron, además, el compositor Salvador Bacarisse y el poeta Manuel Abril. Unos años antes, en 1927, Almada se había trasladado a Madrid, donde entró en contacto con Ramón Gómez de la Serna, –con quien preparó la escenografía de Los medios seres–, y otros creadores ligados a la escena vanguardista madrileña.

Sensacionismo

El núcleo de la exposición aborda en dos salas contiguas el Sensacionismo, el proyecto más sobresaliente del cuerpo teórico estético-filosófico de Pessoa, quién escribió “la base de todo arte es la sensación. Sentir es crear».

Como comentó Ana Ara, «a pesar del papel central que tuvo dentro de la vanguardia portuguesa, el proyecto sensacionista pessoano apenas contó con difusión pública. Sus postulados fueron solo parcialmente conocidos por el pequeño círculo de escritores y pintores que se había formado en torno a Orpheu».

Pese a lo reducido de esta escena local, sus protagonistas mantuvieron una activa interlocución con artistas de otros contextos, despertando el interés por los planteamientos y líneas de trabajo lusas y empapándose de otros lenguajes. Ejemplo de ello fue la intensa relación artística y afectiva que se estableció entre los creadores portugueses Eduardo Viana, Almada Negreiros y Amadeo de Souza-Cardoso con los pintores Sonia y Robert Delaunay que, huyendo del clima bélico centroeuropeo, se establecieron en el norte de Portugal entre 1915 y 1916.

Más de una decena de trabajos del matrimonio procedentes del Centre Georges Pompidou, Musée D´Art Moderne de Paris, Musée Fabre, Skissernas Museum, la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza y de varias colecciones particulares portuguesas se muestran en la segunda sala de esta área.

Fruto de los contactos que mantuvieron todos estos artistas surgió la iniciativa La Corporation Nouvelle, concebida como una plataforma artística transnacional para organizar exposiciones colectivas que finalmente no llegó a formalizarse, pero de la que se muestran en esta zona algunas iniciativas.

Modernidad

Finalmente, la última parte de la exposición introduce el período de la segunda modernidad portuguesa. Su ideario fue difundido en Revista Portuguesa (1923), así como en las publicaciones Athena (1924-1925) y, sobre todo, Presença (1927-1940).

La muerte prematura de las tres figuras más destacadas de la modernidad portuguesa –Mário de Sá-Carneiro, Amadeo de Souza-Cardoso y Santa Rita–, entre 1916 y 1918, propició que la escena vanguardista del país quedara bastante diluida. A ello se sumó la llegada al poder de António de Oliveira Salazar y la progresiva consolidación de un régimen dictatorial que dificultó que nuevas corrientes pudiesen prosperar.

Pese a ello, a mediados de la década de 1920, Portugal vivió un segundo momento de modernidad, si bien mucho menos radical que el primero y caracterizado por otros lenguajes visuales más figurativos.

En paralelo al proceso de repliegue generalizado que experimentaba el arte europeo en el periodo de entreguerras, en esta nueva escena lusa repitieron protagonismo artistas como Almada Negreiros y destacaron Mário Eloy, Júlio Dos Reis Pereira, Jorge Barradas y Abel Manta, muy influidos por el expresionismo en auge entonces, o la pintora Sarah Affonso, rara avis dentro de una generación de artistas casi exclusivamente masculina, en cuya obra se incluían múltiples referencias al arte y la cultura popular del norte de Portugal.

'PESSOA. Todo arte es una forma de literatura'. Foto: Joaquín Cortés / Román Lores.

‘PESSOA. Todo arte es una forma de literatura’. Foto: Joaquín Cortés / Román Lores.