Como señala su comisaria, Giogia Mori, quien ha dedicado una década al estudio de la artista polaca para arrojar luz sobre su dimensión artística y sobre los aspectos menos conocidos de su peculiar biografía, esta muestra presenta una atenta contextualización de la trayectoria de la pintora. Con ese objetivo se ha diseñado una puesta en escena inmersiva, donde sus obras están colocadas en ambientes decorados con reconocibles objetos déco. Así se constituye un recorrido en el que las pinturas dialogan con muebles, biombos, lámparas, jarrones, vidrieras, fotografías y grabaciones de época.

Mori recalca que Tamara de Lempicka fue la más importante artista de los años 20 y 30, y que “a partir de ahí quedó un poco en el olvido, pero después la redescubrieron, con el movimiento Déco, en los años 70 y su nombre se convirtió en un icono de los locos años 20”.

Cierto misterio

Lempicka nació como Tamara Rosalía Gurwik-Gorska en una familia de clase alta y ya desde su origen su figura se vio en vuelta en una cierta nebulosa: tanto su lugar de nacimiento como la fecha del mismo no han sido determinados con claridad, –aunque «oficialmente» figure Varsovia 1898–, oscilando entre los años 1895 y 1899 y las ciudades de Varsovia, Moscú y San Petersburgo.

Su infancia y adolescencia transcurrieron entre Suiza, Italia, Polonia y Rusia. Durante esos años estudió idiomas y arte, una disciplina para la que pronto demostró estar especialmente dotada. Tras contraer matrimonio en San Petersburgo en 1916 con Tadeusz Lempicki, dos años más tarde se verá obligada a abandonar Rusia como consecuencia de los cambios políticos que llevan a su marido a la cárcel y a ella a Francia, donde toma clases de pintura con André Lhote, a quien reconocerá siempre como su verdadero maestro.

Lempicka, como destaca la comisaria de la exposición, fue pionera en desarrollar el movimiento más característico de la época, marcada por la estética de los años 20 con sus motivos geométricos, colores brillantes y formas rotundas: el Art Déco.

Un estilo clásico, simétrico y rectilíneo que alcanzó su mayor apogeo entre 1925 y 1935, pero que hunde sus raíces en movimientos anteriores como el cubismo y el futurismo, así como en la influencia de la Bauhaus. Lempicka fue una de sus representantes más destacadas en el ámbito de las artes plásticas, para las que planteó toda una revolución.

Periplo vital

Tamara De Lempicka. Reina del Art Déco recorre el periplo vital y artístico de esta diva, desde sus primeras naturalezas muertas hasta un retrato inconcluso recuperado hace dos años de Alfonso XIII que hasta ahora nunca había sido expuesto, pasando por desnudos femeninos de personalidades de la época o de sus amantes.

Diez secciones estructuran el recorrido: ¡A París! ¡En París, en los años locos!; La casa más moderna de París; Tamara de Lempicka y la moda; Las amazonas; Naturaleza muerta; Madres e hjos; Alfonso XIII; El manual de historia del arte; Tamara de Lempicka, baronesa Kuffner y Las visiones amorosas.

En el periodo de entreguerras, la producción y la fama de Tamara –como artista y como encarnación de un estilo de vida libre– alcanza su máximo apogeo con el respaldo de la sociedad y de la crítica. Pinta retratos de escritores, científicos, intelectuales y gran parte de la antigua nobleza europea exiliada.

Tras divorciarse de su primer marido se casa con el barón Raoul Kuffner. Por entonces, en el verano de 1932, realiza un largo viaje por España, con estancias en Málaga, Sevilla, Córdoba, Toledo y Madrid. Es aclamada como una diva, admirada por su arte caracterizado por un lenguaje neto y refinado y descrita en los diarios de la época como un ejemplo de belleza y elegancia. En aquellas entrevistas, Tamara de Lempicka declaró su gran interés por El Greco y Goya, que estudiaba a través de continuas sesiones en los museos españoles.

Un gran cerebro

«Detrás de este rostro hermoso, un poco evanescente, incluso frívolo, como de actriz, en realidad hay un gran cerebro», añade Mori sobre esta artista que volvió a desplazarse en 1939, esta vez a Estados Unidos, junto a su segundo esposo, el barón Raoul Kuffner, ante la inminente Segunda Guerra Mundial.

Ya en Norteamérica, el matrimonio se instala en la antigua residencia del cineasta King Vidor, y en 1941 inaugura una muestra individual en la Julien Levy Gallery, aunque el Art déco, ese arte de entreguerras, decaería en detrimento del expresionismo abstracto.

«Era una mujer con una grandísima fuerza de voluntad, muy valiente», apostilla la comisaria. «Naturalmente no fue solo un personaje. Lo más importante de ella es el valor, la independencia. Ella creía que no existía la suerte, y según sus propias palabras, en realidad lo que existe es lo que tú te construyes. Y ella construyó un arte de primerísimo nivel».