La obra recorrió en pocos años Nápoles, Bolonia, Trieste, Viena, Dresde, Lisboa, Barcelona, Cádiz (donde se estrenó en 1834) e incluso Nueva York y México. Llegó a Madrid en 1830, al Teatro de la Cruz, defendida por uno de los grandes tenores de la época, Carlo Trezzini. Hasta 1843 se representó ininterrumpidamente en la capital, cuando había cantantes que podían con la obra, no solo en el Teatro de la Cruz  sino también en los teatros Príncipe y Circo, pero a partir de ese año desapareció del repertorio sin haber accedido nunca al escenario del Teatro Real, que se inauguraría  siete años más tarde.

«De hecho –explica Joan Matabosch, director artístico del Real–, la suerte de Il pirata correría paralela a la de tantas óperas belcantistas de la época, ausentes de los escenarios durante la segunda mitad del siglo XIX pero que, tras más de un siglo de olvido, iban a ser reivindicadas en los años cincuenta del siglo XX. En el caso de Il pirata, la tremenda dificultad de la escritura para las voces que en su estreno madrileño ya se calificaba de ‘casi espantosa’ ha favorecido que solo muy raramente regrese a los escenarios, sencillamente porque casi no hay quien pueda cantarla».

Con Il pirata, Bellini inicia una fecunda comunión artística con Felice Romani (1788-1865), poeta y dramaturgo que firmaría el libreto de siete de sus diez óperas, incluyendo Norma. Romani parte del drama gótico Bertram, or The Castle of Saint Aldobrand, del escritor irlandés Charles Maturin (1782-1824), y crea un libreto de oscura, tempestuosa y fatalista savia romántica, con un trío amoroso en el que suspiran por el amor de Imogene su antiguo amante Gualtiero –un noble arruinado, impetuoso y apasionado transformado en pirata–; y su esposo y padre de su hijo, al que desposó para salvar la vida de su progenitor, y al que debe obediencia y fidelidad.

El trágico final, con el asesinato del marido, la expiación del amante y la catártica locura de la desventurada heroína dejan antever el germen del gran melodrama romántico, que también esboza Bellini en su música, de profundo aliento melódico, fuertes contrastes expresivos y un afán por engarzar y articular los recitativos, arias, caballetas, dúos y coros, en pro de la fluidez dramatúrgica de la trama.

Pasiones

Esta misma preocupación traspasa toda la música, que intenta sublimar sentimientos y pasiones hiperbólicas a través de una escritura vocal endiablada, sobre todo para los dos protagonistas: Gualtiero, que posee ya las contradicciones de un héroe byroniano, debe aunar vocalmente un canto elegíaco, la valentía áulica y el virtuosismo intrépido; e Imogene, abnegada esposa y madre, debe sofocar su amor corrosivo hasta la explosión de la locura y la ensoñación, alternando largas y excelsas melodías con saltos interválicos que expresan permanentemente su lucha interior y contrastes anímicos.

Quizás la extrema dificultad de ambos papeles haya contribuido al letargo de esta ópera durante casi un siglo, hasta que en 1958 Maria Callas interpretara a Imogene en La Scala, al lado de Franco Corelli y Ettore Bastianini, que no estaban, sin embargo, a su altura. Algunos años después, la Caballé cogió el testigo, concediendo a la trágica y desquiciada heroína de Callas un canto cristalino y casi sobrenatural, poético y estilizado, con sus inconfundibles y larguísimos fiati

Devenir trágico

En esta nueva coproducción de Il pirata, Emilio Sagi rehúye cualquier aproximación realista al libreto, creando un marco pictórico y simbólico adaptado a la dramaturgia de cada escena para que fluya musicalmente el devenir trágico de los personajes, desprovistos de todos los artificios.

La ópera se ofrece por primera vez en el Real con tres distintos tríos protagonistas: los tenores Javier Camarena, Celso Albelo y Dmitry Korchak en el rol titular de Gualtiero; las sopranos Sonya Yoncheva, Yolanda Auyanet y Maria Pia Piscitelli como Imogene; y los barítonos George Petean, Simone Piazzola y Vladimir Stoyanov como Ernesto. Están secundados por el tenor Marin Yonchev (Itulbo), el bajo Felipe Bou (Goffredo) y la soprano María Miró (Adele).

Maurizio Benini, gran experto en el repertorio lírico italiano, que en el Real ha dirigido Tosca (2004), L’elisir d’amore (2006) e Il trovatore (2019), vuelve a colocarse al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real debutando una partitura que poco a poco recupera el lugar que le corresponde, más allá del virtuosismo y belleza de sus melodías.