Estructurada en siete secciones –“orientalismo en el siglo XIX”, “la moda orientalista”, “el orientalismo soviético”, “los viajes”, “orientalismo para las masas”, “encuentros” y “el orientalismo español, de nuevo”–, la muestra pretende analizar algunos de los estereotipos forjados desde finales del siglo XVIII, con la invasión de Napoleón de Egipto y Siria, hasta 1956, cuando se independizan Marruecos y Túnez.

Orientalismos se ha estructurado a partir de diferentes casos de estudio que confrontan las obras del siglo XIX con trabajos actuales, destacando el enfoque de cada una de las épocas sobre los clichés producidos sobre oriente desde occidente. A lo largo de las salas es posible encontrar múltiples ejemplos de esta visión de lo “exótico” para los occidentales a través de pinturas en óleo sobre lienzo, carteles publicitarios, postales, fotografías o filmaciones cinematográficas.

Para los comisarios de la exposición, estas obras hablan de oriente, pero a la vez «hablan de nosotros mismos, de nuestros miedos». Ambos coinciden en que la confrontación con la realidad influye poco en la representación de la misma, ya que por más conocimiento que tenemos de ella, ésta influye poco, ya que se mantienen los estereotipos, que al final no son más que un reflejo negativo de nosotros mismos.

“A los habitantes de la otra orilla se les ve como fanáticos religiosos –afirma Rogelio López Cuenca–, como primitivos que cuando estallan son irracionales y en las piezas se mitifica la necesidad de control por parte de civilizaciones supuestamente superiores, que son racionales. Se les ve como anclados en un infantilismo permanente. A la vez se idealizan e idolatran expresiones culturales del pasado. No sólo alimentamos nuestras creencias de las noticias de los medios de comunicación, sino también a través de las obras de arte, el cine, la publicidad, los libros…”.

Los comisarios ponen énfasis en determinados hitos, como la llegada de los Ballets Rusos a París, la apropiación de la moda oriental por parte de los occidentales, como las chilabas de Fortuny, que eran llevadas por la calle, Picasso con las Salomés o, más tarde, su fascinación por Baya y cómo esta figura le marca siendo su inspiración a la hora de representar odaliscas. También la propaganda soviética tiene influencia orientalista en el período de conquista del territorio a través de las obras de ingeniería desarrolladas en oriente por la URSS. Además, destacan los viajes realizados a oriente por pintores como Auguste Macke, Paul Klee o Henri Matisse, quienes visitan los lugares que les indican las guías turísticas, donde les dicen lo que han de ver, condicionando su mirada y el reflejo de la cultura oriental en sus trabajos.

La publicidad, los tebeos de los años 40 y 50, las producciones de Hollywood en las que se representan pasajes de las Mil y una noches o de Simbad el Marino, o cómo en España se representaba el Islam, que era muchas veces hiperorientalizado por las autoridades, como en el caso del uso de la Alhambra como espacio para recibir a las visitas de Estado, la prolongación de esta orientalización en festividades como las de “moros y cristianos” o a través de las postales e imágenes para la proyección turística internacional de España con elementos orientales.

Vista sala Orientalismos

Estereotipos

En 1978 se publicaba Orientalismo del pensador palestino Edward Said (1935-2005). En este ensayo se desvelaba cómo Oriente se había construido como lo opuesto a Occidente a través de la disciplina que le daba título. El orientalismo se basaba en una serie de estereotipos que respondían a los intereses de los poderes político y económico. Estos tópicos se mantienen hoy y definen las imágenes que consumimos en Occidente sobre Oriente a través de los medios de comunicación, el cine o la publicidad.

Esta exposición pretende analizar y poner en cuestión algunos de estos lugares comunes a partir de las imágenes que se produjeron desde la campaña napoléonica en Egipto y Siria (1798-1801), hasta 1956, año en el que se independizaron Marruecos y Túnez. En el recorrido se insiste en el modo en el que las vanguardias se relacionaron con aquello “exótico” oriental en su búsqueda de una ruptura con el canon de la tradición.