Hasta ahora, sus obras solo se habían mostrado en colectivas sobre el arte y el desarrollo de la pintura de género en la primera mitad del siglo XVI en Europa y en los Países Bajos, a pesar de que este artista fue precisamente uno de sus autores más destacados. El Prado posee cinco pinturas atribuidas a Marinus, lo que le convierte en el Museo que atesora un mayor número de sus obras. Estos cinco óleos han sido restaurados para la ocasión y se presentan juntos por primera vez al público.

Marinus centró su producción en la repetición de un número reducido de escenas: recaudadores de impuestos, los llamados cambistas, varias versiones de san Jerónimo en su estudio, algunas escenas del Nuevo Testamento y una Virgen con el Niño. En ocasiones estas composiciones pudieron inspirarse en modelos de otros artistas como Quentin Massys o Alberto Durero, pero él las transformó y creó sus propios diseños, de gran originalidad. Estas variantes sobre un mismo tema plantean una serie de cuestiones en lo relativo a las prácticas y los recursos empleados por el pintor con el fin de agilizar el trabajo y ha provocado cierta incertidumbre sobre su atribución dando lugar a una amalgama de calificativos como «taller de», «círculo de» y «discípulo de».

Las encuadernaciones de los muchos libros o las monedas que aparecen en sus obras muestran su genialidad técnica a la hora de reproducir los elementos materiales, llenando sus interiores con objetos que realmente existían en su entorno. En sus obras se pueden identificar monedas de oro y plata en circulación en ese momento, como el Vlieger de Carlos V o los excelentes de los Reyes Católicos, presentes en la exposición, y libros con encuadernaciones de biblioteca, en las pinturas de San Jerónimo, y llamadas de archivo en las de contadores en sus oficinas. Por otro lado, la excéntrica indumentaria de los personajes aleja los cuadros del mundo de sus contemporáneos y les da un carácter teatral.

Distinta mirada

La muestra, comisariada por Christine Seidel, conservadora de Pintura hasta 1800 en la Staatsgalerie Stuttgart y becaria de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson en el Prado en 2018, propone una mirada distinta sobre su obra, al contextualizar las pinturas del Prado que hace algo más de 150 años fueron el punto de partida del redescubrimiento del artista. Se ofrece así al visitante la oportunidad de una nueva apreciación de la imaginería del pintor y de sus logros artísticos.

«Después de la restauración, los cuadros del Prado vuelven a brillar con un nuevo esplendor. Las nuevas investigaciones técnicas han aportado importantes datos para conocer las condiciones y los métodos de producción de sus pinturas en el emergente mercado de arte de Amberes y en el contexto de la cultura material de su tiempo», destaca la comisaria de la exposición, que cuenta con el patrocinio de Mitsubishi Corporation y de la Fundación Amigos del Museo del Prado.

En la producción de Marinus se encuentran numerosas versiones de un mismo tema cambiando pequeños detalles, quizá para lograr la exclusividad que buscaría el comprador. Para mostrar esas diferencias el Prado ha desarrollado el Interactivo. Marinus: Variaciones de un tema y sus posibles significados.

Centro mercantil

Marinus inició su carrera en Amberes. A principios del siglo XVI la ciudad se convirtió en un floreciente centro mercantil que atrajo a viajeros, comerciantes y artesanos de toda Europa. Sus redes comerciales se desarrollaron rápidamente, y los artistas desempeñaron un importante papel en ese emergente mercado internacional. Nuevos temas pictóricos, junto a innovadores métodos de producción y colaboración entre pintores, convirtieron la metrópoli del norte en un productivo foco artístico. Marinus, el pintor de la cercana Reymerswale, a donde regresó antes de 1531, fue uno de los primeros en adaptarse a esa creciente demanda de pinturas con asuntos a la vez novedosos y populares.

Este pintor se especializó en una reducida variedad de temas. Sus imágenes de san Jerónimo, abundantes en su producción, se inspiran en obras de Alberto Durero, quien había visitado Amberes en 1521, y sus cuadros sobre la Vocación de san Mateo se encuentran entre los primeros de este asunto en el siglo XVI. Por otro lado, sus escenas de género, relacionadas principalmente con el comercio del dinero, se han entendido a menudo como la representación de comportamientos humanos pecaminosos vinculados a la usura. Sin embargo, el pintor introduce en ellas elementos contemporáneos que reflejan los cambios económicos de la época y que parecen cuestionar la visión negativa que tradicionalmente se ha tenido de los personajes representados.