Ahora presenta Meridiano de Madrid: sueño y mentira, un proyecto específico para el Palacio de Cristal del Parque del Retiro en el que cuestiona el espacio del arte como espacio público por excelencia, imbricando, como suele ser habitual en su práctica, el reto plástico con un posicionamiento político.

Agut reflexiona sobre el contexto histórico en el que fue construido este bello Palacio (diseñado por Ricardo Velázquez Bosco) entre los años 1884 y 1887 para la Exposición General de las Islas Filipinas e inspirado en el Crystal Palace de Londres (1851).

Contexto

Pep Agut. 'Meridiano de Madrid: sueño y mentira'. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía.

Pep Agut. Meridiano de Madrid: sueño y mentira. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía.

El título de la muestra hace referencia a dos aspectos cruciales para el desarrollo de la exposición. Por un lado tenemos el “meridiano de Madrid”, que tiene su origen en el año 1884, cuando tuvo lugar en Washington la conferencia en la que se aprobó establecer un meridiano único de referencia, tangente con el Real Observatorio de Greenwich.

España promovió en ese mismo año un intento de crear un meridiano local 0º de Madrid (3º 41´ 16´´ al oeste de Greenwich, 14 minutos y 41 segundos por delante de aquel). Este ‘meridiano de Madrid’ fue tomado también como referencia en el catálogo de la Exposición General de las Islas Filipinas, inaugurada en 1887. El desastre de 1898 hizo imposible aquel proyecto; no obstante, en 1942, España adoptó finalmente el huso horario de Berlín, por el que todavía se rige.

El catálogo editado por el Gobierno español para aquella exposición colonial ha sido una de las fuentes principales de inspiración para Agut a la hora de realizar este proyecto; junto con la obra de dos ilustres artistas españoles que viene a completar, además, la segunda parte del título de la muestra: “sueño y mentira”. Se trata de Goya y El sueño de la razón produce monstruos (1799), y de Sueño y mentira de Franco (1937) de Pablo Picasso, uno de los trabajos preliminares para Guernica.

En la exposición se pueden ver varias columnas de escayola distribuidas por el suelo que reproducen las originales del Palacio, cuyos moldes están hechos en seis partes de las que sólo se han montado dos: “A partir de la estructura central, donde se encuentran estas dos columnas, se van construyendo espacios para expresar diferentes grupos de ideas”, explica el artista.

Los objetos resultantes no dejan de ser una huella del proceso para su construcción, y esa disposición horizontal resta al origen arquitectónico del Palacio todo rastro de funcionalidad. La individualidad de cada columna o la de cada una de las partes y secciones surgidas de sus moldes se completa con una serie de inscripciones realizadas por el artista, que comparte herramienta, el buril, con los grabados de Goya y Picasso, sobre todo con los aguafuertes mencionados antes.

Experimentar

El artista se apoya y continúa de esta manera aquella línea de pensamiento crítico desde las artes hacia unas circunstancias políticas que lastran al conjunto de la sociedad. Al mismo tiempo, junto a cada grupo de columnas, ha dispuesto un amplio conjunto de tubérculos de escayola creados a partir de moldes extraídos de raíces naturales, algunos de origen norteamericano y filipino, como los siete que se encuentran en la estructura central. Agut los asocia sarcásticamente (los llama «Franquitos») con las que se aprecian en la representación que Picasso hizo del dictador en las 18 pequeñas viñetas que conforman aquellos grabados.

En definitiva, en Meridiano de Madrid: sueño y mentira, Pep Agut reflexiona sobre todas estas circunstancias desde el momento presente, e invita a «releer y experimentar aquellos tiempos y sus amplias similitudes con lo que vivimos hoy».

Hoja de sala: Meridiano de Madrid: sueño y mentira

Hoja de sala (català): Meridià de Madrid: somni mentida

Investigación

Los proyectos y obras de Pep Agut, en los que emplea diferentes medios y técnicas, son el resultado de largos procesos de investigación cuyo objeto fundamental es devolver al arte su dimensión de espacio público atemporal, donde la narrativa y el texto suelen aflorar como factores inherentes a la misma plástica; el propio artista reconoce sentirse más permeable a escritores como Maurice Blanchot o Emmanuel Lévinas que a los artistas contemporáneos.