Durante más de veinte años, el dolor del abandono y la ausencia materna ha sido uno de los pilares centrales en la obra de Azcona, un artista reconocido por explorar su historia personal de abuso, alienación y búsqueda de identidad. Este reencuentro no solo supone un encuentro biográfico entre madre e hijo, sino que se convierte en una obra de arte en sí misma, cargada de emoción y significado colectivo.
El interés de esta acción, comisariada por Semíramis González, va más allá de lo personal, pues pone de manifiesto cómo el arte puede servir como un medio para sanar heridas, visibilizar el dolor y ofrecer resistencia a las estructuras patriarcales.
La performance propone un espacio de reflexión sobre las violencias sufridas por ambos: por un lado, la historia de Azcona, marcada por el abandono infantil, y por otro, el testimonio de Isabel, atravesado por la adicción, la prostitución y la vulnerabilidad frente a la violencia de género.
Esta acción es un paso final a un proceso emocionalmente cargado, en el que la performance se revela como un catalizador único para transformar el dolor y la emoción en una experiencia artística y social que invite al público a ser testigo de un reencuentro tan profundo.
El 1 de abril de 2025, exactamente treinta y siete años después del abandono, Abel Azcona y su madre se encontrarán por primera vez en persona, cerrando un ciclo vital y artístico.
Entrada gratuita. Imprescindible inscripción previa en abelazcona@abelazcona.art
El encuentro final
Semíramis González
El encuentro final entre la madre (Isabel Gomez Aranda) y el hijo (Abel Azcona) tras no haberse visto nunca desde el 2 de abril de 1988. Fecha en el que la madre abandonó al futuro artista mientras se encontraba en la incubadora al haber nacido con alcoholismo fetal.
El interés de esta acción, que completa el círculo de los distintos pasos hacia la madre, no es sólo el encuentro entre los dos, por vez primera, sino todo lo que las figuras de ambos representan. La búsqueda constante de Abel Azcona de su propia identidad, atravesada por violencias como el abuso infantil, el abandono o la alienación, a la par que le han posicionado como una figura masculina defensora del aborto, de los derechos de las mujeres y contra la violencia, precisamente a partir de su propia historia. Por otro lado, la de la madre, cuyo relato es atravesado por la vulnerabilidad de la adicción a las drogas, el verse obligada a prostituirse, posteriormente abandonar a su hijo, o las agresiones sexuales. Su relato es el de la vulnerabilidad de las mujeres que sufren violencia sólo por el hecho de serlo, aquí concretado en un cuerpo concreto, el de la madre que se reencuentra con su hijo a través de una acción artística.
En todos estos pasos hacia la madre, Azcona ha sabido navegar entre lo personal y lo artístico, buscando a su progenitora en figuras “madres” de la performance como Marina Abramovic, Orlan o Yoko Ono.
Esta última acción es un paso final a un proceso emocionalmente doloroso y en el que solamente la performance puede servir como catalizador de esas emociones que provoca un reencuentro tal.