La muestra, calificada por el director del Museo, Manuel Segade, como «una de las más ambiciosas de la temporada», ha sido organizada en colaboración con el centro de arte Deichtorhallen de Hamburgo y reúne aproximadamente trescientas obras, muchas inéditas, entre dibujos, pinturas, textiles y collages procedentes de Europa y Estados Unidos.
«Es relevante que hoy inauguremos una exposición de una de las artistas fundamentales en la historia del arte del Líbano, un país que aún se encuentra en guerra. Para nosotros, exposiciones como ésta son clave para construir memoria sobre la historia del arte contemporáneo de una manera más compleja de lo que estamos acostumbrados», reconoce Segade.
Para su comisaria, Hannah Feldman, «esta es una retrospectiva que tenía que realizarse, que le debíamos a esta artista muy celebrada en Líbano mientras que Occidente ha sido incapaz de entender la complejidad de su obra».
El objetivo es, según la comisaria, proponer un nuevo relato de su producción que supere las narrativas basadas exclusivamente en su actitud transgresora, su desarraigo cosmopolita y lo que se malinterpreta como posturas manifiestamente apolíticas. Aunque la exposición no fue diseñada en el contexto actual del Líbano, Feldman recuerda que una de las inquietudes vitales de Caland fue la situación de Palestina y de las mujeres palestinas.
Compromiso
Huguette Caland, única hija del primer presidente de la República Libanesa, Bechara El Khoury, luchó por su libertad en cada momento de su vida, ya fuera la libertad de vestirse como quisiera, de vivir como quisiera, de hacer arte como quisiera, de amar a quien y como quisiera, o de ser madre como quisiera. Sus actitudes no eran convencionales, pero estaban motivadas por una búsqueda más amplia de la libertad y una comprensión de la interacción social en la que todos tenían derecho a un mismo espacio dentro del colectivo.
Caland transmitió en su obra y en sus hábitos cotidianos los imperativos de la libertad y la liberación sexuales, el desprecio lúdico de las normas sociales y legalistas conservadoras. Sus obras de arte, que abarcan múltiples géneros y formatos —pintura, dibujo, escultura, collage, escritura y diseño—, trazan un cuidadoso recorrido entre la comunicación y la sublimación provocadora. La artista, que una vez quiso ser escritora, dominaba el árabe, el francés y el inglés, así como su propio lenguaje de formas y configuraciones pictográficas.
En 1969 fue cofundadora de Inaash, una ONG que hoy sigue ayudando a las mujeres palestinas de los campos de refugiados libaneses a sacar provecho de las labores tradicionales del bordado palestino, llamado tatreez, que junto con otras formas de bordado están presentes en muchas de sus obras.
Como le sucedió a otras muchas mujeres, Caland tardó en ser aceptada como artista, pero su obra se encuentra hoy ampliamente reconocida y presente en las colecciones de los grandes museos de arte contemporáneo del mundo como, entre otros, el Hammer Museum y LACMA de Los Ángeles, el MOMA y el MET de Nueva York, y la Tate Modern o el British Museum de Londres.
De ellos proceden muchas de las obras que componen esta exposición. Sin embargo, otras 33 obras, entre las que se encuentra la que da título a esta exposición, Una vida en pocas líneas, presentes en colecciones y museos de Beirut, no han podido viajar a Madrid debido a la invasión israelí.
Avance y retroceso
Una vida en pocas líneas se organiza de forma cronológica y recursiva, de modo que avanza y vuelve sobre sí misma, una y otra vez, a tiempos pasados, ocupando un total de 12 salas. Las obras se muestran en relación con los lugares en los que Caland desarrolló su prolífica obra: los tumultuosos años del Beirut posterior a la independencia, pero anterior a la Guerra Civil, el liberalismo utópico del París de los años setenta y ochenta y la decadencia bohemia de la escena artística de Los Ángeles, concentrada en Venice Beach, en los años noventa y primeros dos mil.
La artista vivió en estrecho contacto con la política a gran escala, y aunque personalmente se mantuvo al margen, siempre estuvo expuesta, y no necesariamente por el hecho de que su padre fuera el primer presidente tras la independencia del país, y su marido, con quien tuvo tres hijos, hijo de una figura de la oposición que favorecía el mandato francés.
Desde sus más célebres series, como Bribes de corps, pasando por sus particulares caftanes, hasta otras obras menos conocidas, como su nutrida producción de autorretratos, la exposición revela, más que una evolución estilística de los diferentes momentos formales de su obra, una serie de recursos y estrategias plásticas construidas sobre colores y formas, líneas y retículas, o repetición de figuras, pero también sobre las palabras y letras que pueblan su obra.
Caland consideraba que su medio de expresión no residía en las herramientas convencionales del artista, es decir, pintura o lápices, sino en sus encuentros con amantes, amigos, familiares, culturas, artistas y escritores, animales, insectos e, incluso, paisajes inanimados.
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Vida y arte

Huguette Caland by Galerie Janine Rubeiz.
El Museo Reina Sofía ha publicado un catálogo de esta exposición que recorre la trayectoria de la creadora libanesa a través de ocho ensayos, textos de la propia artista y la reproducción de numerosas obras de diferentes etapas, algunas inéditas hasta la fecha.
Estructurada cronológicamente, la publicación comienza con un exhaustivo ensayo de la comisaria de la muestra, quien ofrece una mirada panorámica sobre la prolífica y diversa producción de Caland, la cual abarca contextos y medios plásticos muy dispares, y se caracteriza por un intenso compromiso con la vida y el arte, dos dimensiones que consideraba profundamente entrelazadas.
Le siguen las investigaciones de historiadores como Alessandra Amin, que analiza las implicaciones políticas, ideológicas y religiosas que median en la experiencia y representación del cuerpo femenino, tan omnipresentes en la obra de Caland. Además, Rachel Haidu profundiza en sus ideas sobre género, feminidad, erotismo y sexualidad, y Kaelen Wilson-Goldie estudia la serie de obras agrupadas bajo el título L’argent ne fait pas le bonheur, mais il y contribue largement (1994-1995), dedicada a la cuestión del dinero y sus implicaciones, no sólo económicas sino también sociales, culturales y políticas.
También hay textos de Aram Moshayedi, que revisa el período de Caland en Los Ángeles, de 1987 a 2013, donde su trabajo obtuvo poco reconocimiento, y Maite Borjabad, que reflexiona sobre la influencia del entorno urbano en su obra. A modo de cierre, la propia artista toma la palabra a través de tres de sus poemas, presentados por su hija, Brigitte Caland.