Para entender a Marcel Proust (1871-1922) es importante conocer el París en el que vivió, es decir, la cosmopolita y rica capital de la Tercera República, su gran transformación tras las reformas del barón Hausmann, con la aparición de la electricidad, los coches, los espectáculos, los restaurantes y los cafés. Proust sentía fascinación no solo por las artes, sino por esa modernidad tan en auge a fines del siglo XIX. La imagen de lo moderno que crearon los pintores impresionistas a través de su representación de las calles y otros ambientes de París está en la base de la estética proustiana: todo ello marcaría su biografía y también sus escritos.
Una de sus primeras obras publicadas, Los placeres y los días (1896), se presenta en la primera sala de la exposición, mostrando su temprano gusto por las artes, la música, el teatro y, especialmente, la pintura y sus frecuentes visitas al Museo del Louvre.
Ese interés continúa en su obra cumbre, A la busca del tiempo perdido, publicada en siete partes entre 1913 y 1927. El París de la Tercera República, sobre todo el entorno de los Campos Elíseos, el Bois de Boulogne y los palacios de la aristocracia del Faubourg Saint-Germain, o las playas y costas del norte de Francia, son algunos de los escenarios en los que se desarrolla la novela y que reflejaron en sus cuadros pintores como Manet, Pissarro, Renoir, Monet, Boudin o Dufy.
Por otro lado, la importancia del teatro en la obra de Proust tiene su reflejo en la impresionante pintura de Georges Clairin, procedente del museo del Petit Palais de París, representando a Sarah Bernhardt, en la que se basó, entre otras, para crear el personaje de Berma, omnipresente a lo largo de la novela.
La exposición se articula en torno a nueve salas con las que los visitantes pueden adentrarse en el universo del autor y en A la busca del tiempo perdido: Los placeres y los días, el París de la época, el personaje de la novela Charles Swann, la familia aristocrática de los Guermantes, la ciudad de Venecia, la influencia del escritor y crítico de arte británico John Ruskin, la llegada de la modernidad y la Primera Guerra Mundial, la población de Balbec y el personaje del pintor Elstir y el último tomo de la novela, titulado El tiempo recobrado.
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Conexión española
Comisariada por Fernando Checa, Proust y las artes hace también hincapié en uno de los temas más sobresalientes en su obra, el de la creación y consolidación en las últimas décadas del siglo XIX de una nueva y moderna disciplina, la Historia del Arte, en su fascinación por una ciudad como Venecia, a la que viajó dos veces, en su interés por las catedrales y la arquitectura gótica y en la no tan conocida conexión española del escritor, a través de las figuras de Mariano Fortuny y Madrazo y Raimundo de Madrazo, incluyendo en las salas algunos trajes y telas diseñados por el primero para mostrar un tema, el de la moda, imprescindible en el autor francés y que la muestra pretende resaltar.
Además de pinturas de Rembrandt, Vermeer, Van Dyck, Watteau, Turner, Fantin Latour, Manet, Monet, Renoir o Whistler, entre otros, una escultura de Antoine Bourdelle y los citados diseños de Fortuny y de otros creadores de la época, la muestra incluye una selección de libros procedentes de la Bibliothèque nationale de France y de la Biblioteca del Ateneo de Madrid, y otros préstamos del Musée du Louvre, el Musée d’Orsay y el Carnavalet – Histoire de París, la Maurithuis de La Haya, el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Städel Museum de Fráncfort y la National Gallery of Art de Washington.