La exposición parte de un planteamiento museográfico que ahonda en el quehacer artístico de Fortuny y su contextualización, de acuerdo con el gusto estético de la época. En particular, ofrece un ejemplo de la renovación pictórica española del momento, un período de nuestra historia del arte en el que destacó por encima de sus contemporáneos.

El comisario de la muestra, Javier Pérez Rojas, propone un extenso recorrido por la vida y trayectoria del pintor y su entorno, presentando un conjunto de obras que corresponden a sus diferentes etapas. Predominan óleos realizados en Andalucía, aunque también se pueden apreciar otras interesantes creaciones culminadas en Roma y Portici, así como una representativa selección de grabados y dibujos.

Fortuny y su entorno en la colección Vida Muñoz forma parte del programa organizado con motivo de la conmemoración del 150 aniversario del fallecimiento del pintor, y se enriquece con préstamos del Museo Nacional del Prado, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), el Museu de Reus, el Museo Casa Pinazo de la Comunidad Valenciana y la colaboración de varias colecciones privadas.

Como es habitual en las exposiciones temporales organizadas por la Fundación Ibáñez Cosentino, se editará un catálogo que permitirá profundizar en una necesaria contextualización técnica y visual de la obra de Fortuny. De esta forma, la Diputación de Almería contribuye a la divulgación de un gran artista. En este catálogo participan seis especialistas: Javier Pérez Rojas, Juan Manuel Martín Robles, Manuel Vida, Amaya Alzaga, Francés Quiles y Javier Barón.


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Un estilo universal

Esta exposición permite adentrarse en la obra de un autor de profunda personalidad, que acredita un universo creativo inspirado en el misterio y la melancolía. Considerado uno de los artistas españoles más internacionales del último tercio del siglo XIX, en Mariano Fortuny se descubre lo natural de la luz, expresión que cultivó y alimentó en todas las propuestas artísticas que fue desarrollando a lo largo de su breve pero intensa carrera.

Demostró un solvente dominio del óleo, la acuarela, el dibujo y el aguafuerte. Su aportación a la técnica del grabado es equiparable a la de Goya o Picasso, alcanzando un notable dominio estético. A él le debemos también el gran impulso que experimentó la acuarela a finales del siglo XIX. Con esta técnica encontró un medio de expresión autónomo y esencialmente moderno, que lograría potenciar, sobre todo, a partir de 1860.

Su estancia en Granada durante poco más de dos años supuso para él una destacable evolución y renovación estética. No obstante, sería en Roma donde saldrían a la luz algunas de las obras más importantes de su legado. En Portici (Nápoles) culmina una corta pero fructífera carrera, tristemente truncada por su prematura muerte en Roma con tan solo 36 años.