Comisariada por Patricia Molins, miembro del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Reina Sofía, esta exposición recorre toda su trayectoria a través de más de noventa pinturas y dibujos, procedentes de colecciones tan relevantes como la del propio MNCARS, el Art Institute de Chicago, el MNAM-Centre Georges Pompidou de París, el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, el Museo Benito Quinquela Martín o el MALBA de Buenos Aires. También se incluyen obras del Museo Provincial de Lugo, el Museo Patio Herreriano de Valladolid y destacadas colecciones particulares nacionales e internacionales.

Patricia Molins, comisaria. Fotografía: Belén de Benito | Centro Botín.

La muestra —cuyo proyecto comenzó a gestarse en 2022 y que está organizada de forma cronológica respetando las distintas series que estructuran su obra— está coproducida por el Museo Reina Sofía, donde podrá verse del 7 de octubre de 2025 al 16 de marzo de 2026.

Formación y primeras series

El recorrido comienza con sus años de formación en la Academia de San Fernando, donde fue alumna de artistas como Chicharro y Romero de Torres. El impacto del libro Realismo mágico (1925), de Franz Roh, fue decisivo para su generación, y en sus primeras obras ya aparecen temas clave como el interés por otras culturas y la representación de la mujer moderna.

Dos pinturas iniciales, Indígena (1924–1925) y Retrato de señora con abanico (c. 1926), anticipan estos temas. La serie Las verbenas (1927–1928), uno de los núcleos centrales de la exposición, conjuga vanguardia y cultura popular a través de una estética teatral, burlesca y crítica. Por primera vez desde su publicación en la Revista de Occidente, en 1928, se reúnen sus cinco escenas, con piezas destacadas como El Mago / Pim Pam Pum (1926), del Art Institute de Chicago, y Kermesse (1928), del Pompidou.

Estas obras, con su composición geométrica y simbólica, se inspiran en el teatro de guiñol y el cine, y representan una visión burlesca de la sociedad, poblada de mujeres disfrazadas de ángeles negros, jueces de cartón piedra, toreros, manolas y caricaturas de intelectuales.

Materia, arquitectura y simbolismo

La serie Cloacas y campanarios (1930–1932), en diálogo con Las verbenas, centra su atención en la materia como elemento pictórico y simbólico. Pinturas como Tierra y excrementos (1932) o El espantapájaros (1930) revelan una visión necrológica de la naturaleza, en la que la figura humana aparece como huella o residuo.

Sus Arquitecturas minerales y vegetales y Arquitecturas rurales exploran la tensión entre lo orgánico y lo inerte mediante estructuras que evocan esqueletos, silos o almiares. En estas obras, la materia pictórica se vuelve protagonista, aplicada con texturas densas, en un intento de disolver la separación entre figura y fondo.

En estos años, Mallo colabora con la Escuela de Cerámica de Madrid, creando dos series de platos en los que experimenta con formas circulares y composiciones simbólicas. Aunque esta producción se perdió durante la Guerra Civil, el Archivo Lafuente —adquirido por el Estado en 2022— conserva bocetos y fotografías que permitirán reconstruir esta faceta poco conocida de su obra en la segunda parada de la exposición, ya en el Reina Sofía.

París, teatro y exilio americano

En 1932, Mallo se instala en París gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, y se forma en teatro. Allí conoce a Picasso y a Miró, y colabora en proyectos escénicos como el ballet Clavileño, de Rodolfo Halffter, que no llegó a estrenarse por el estallido de la Guerra Civil. La exposición muestra maquetas, figurines y una réplica del teatrillo, junto a fotografías performativas en las que la artista se representa con cráneos, mariposas, mapas y compases: símbolos de metamorfosis y conocimiento.

Durante su exilio en América —Argentina, Uruguay, Brasil— su obra se impregna del sincretismo cultural y racial. Comienza entonces una fase marcada por la búsqueda de una nueva humanidad, con representaciones simbólicas como La cierva humana (1948) u Oro (1952), donde fusiona razas, géneros y especies. Las máscaras que realiza en este periodo, influenciadas por la teoría freudiana, condensan emociones contradictorias y reflejan su condición de exiliada.

Una sección destacada de la muestra está dedicada a La religión del trabajo (1937–1939), donde aparecen figuras femeninas vinculadas a la espiga, el pez, la red y la cosecha, como en Canto de las espigas (1939). Estas arquitecturas humanas simbolizan un nuevo clasicismo materialista frente a la destrucción de la guerra.

Naturalezas vivas y un cierre cósmico

En los años cuarenta, desarrolla la serie Naturalezas vivas (1941–1943), composiciones con conchas y flores que sugieren formas femeninas y sexuales flotando sobre paisajes ambiguos. En ellas comienza a investigar la “cuarta dimensión” desde una óptica inspirada en la física contemporánea, que sustituye la concepción estática del espacio por una visión dinámica del espacio-tiempo. Obras como Naturaleza viva II o Naturaleza viva XII muestran un universo orgánico, sensual y cósmico.

La muestra concluye con sus obras finales, como Moradores del vacío y Viajeros del éter, donde plasma su fascinación por el universo, la evolución y la ciencia. Influida por sus viajes reales e imaginarios, Mallo crea espacios siderales y seres metamórficos que conectan lo humano con lo celeste. El color adquiere un peso simbólico y se entrelazan motivos de todas sus etapas.

Convertida ya en referente de la cultura española y figura fundamental de la Generación del 27, Mallo retoma entonces sus colaboraciones con la Revista de Occidente y realiza una serie de grabados (1979) que se exponen junto a esas icónicas portadas. Su figura, como su obra, se convierte en puente entre épocas y entre mundos.

Más que una exposición, Maruja Mallo: Máscara y compás es un acontecimiento de primer orden que restituye a la artista al lugar que le corresponde en la historia del arte. Un viaje fascinante por sus mundos simbólicos, críticos y visionarios que revela a una creadora adelantada a su tiempo, capaz de atravesar las vanguardias con mirada propia. En Santander primero, y en Madrid después, esta retrospectiva invita a redescubrir a Mallo en su máxima expresión.

No se la pierda.


– Acompaña la exposición una cuidada publicación bilingüe, coeditada por la Fundación Botín, el Reina Sofía y la editorial This Side Up, que profundiza en los aspectos telúricos, teatrales y teóricos del universo malliano. El catálogo incluye textos de autoras como Alejandra Zanetta y Johanna Hedva, escritos inéditos de la propia artista y una biografía de Mallo a cargo del investigador Juan Pérez de Ayala, uno de los principales y más tempranos estudiosos de su obra.

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Visionaria

La personal y heterogénea producción artística de Maruja Mallo difuminó los límites entre lo popular y lo vanguardista, entre estética y política. Fue una artista visionaria, que logró reflejar las preocupaciones de su época y anticiparse a muchas de las nuestras. La universalidad de las aspiraciones humanas, más allá de diferencias económicas, raciales o de género; la consideración del mundo como un sistema ecológico interrelacionado que debe ser preservado; y el poder del arte para revelar aspectos desconocidos de la realidad, son ejes fundamentales de su obra.

 

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