La exposición incluye obras tempranas, como Natalia (1956), así como otras realizadas recientemente, como Sueño armónico (2023), en un recorrido cronológico que permite observar los cambios formales y temáticos que ha experimentado su pintura, en diálogo con los distintos contextos en los que ha vivido y trabajado.

Trabajo y ejemplo

Desde hace años, Rafael Úbeda reside en la localidad pontevedresa de Samieira, donde a sus 93 años continúa trabajando y sirviendo de fuente de inspiración a nuevas generaciones de artistas, tanto por su compromiso con la pintura como por su voluntad de aprendizaje continuo.

Úbeda despliega su vida en clave puramente artística. Su obra puede entenderse como la construcción de un paisaje interior y exterior que refleja lugares, tiempos y personas. Con un expresionismo casi violento busca, a través de la pintura, conocer el verdadero camino vital. No se deja llevar por lo inmediato, sino que reflexiona sobre cada experiencia y se impregna de aquello que lo emociona, en un proceso lento, proyectando esta meditación en su pintura.

La muestra se articula en torno a la relación entre biografía y obra, y en ella se destaca la influencia de los espacios y las personas que han acompañado al artista a lo largo del tiempo. Su pintura parte de una visión introspectiva y recurre a un lenguaje expresivo para tratar temas como el paso del tiempo, la identidad, la memoria y la emoción. También se evidencia en ella una relación constante con la música. Además, la exposición no se olvida del carácter mural de su pintura, que se manifiesta en los grandes formatos que ha frecuentado. La tendencia a estos grandes lienzos está avalada por los numerosos proyectos que ha desarrollado para edificios públicos.

Periplo vital

Rafael Úbeda viajó en 1956 a Madrid para cursar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, licenciándose en las especialidades de Pintura, Grabado y Mural. En 1961 se trasladó a Holanda para completar sus estudios de pintura y grabado en la Hoger Akademy St. Joos de Breda. En 1965 obtuvo el Gran Premio de Roma en la modalidad de Paisaje, única plaza disponible, y trasladó su taller a la capital italiana durante cuatro años. Allí trabajó en proyectos escenográficos en los estudios de Cinecittà junto al profesor Montori; conoció a Federico Fellini y a Totó.

Además, es doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, académico de número de la Academia de Bellas Artes de Galicia y también ejerció la docencia como profesor de pintura en la Facultad de Bellas Artes de Sant Jordi (Barcelona), de dibujo en la de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), de dibujo y grabado en la Facultad de Bellas Artes de La Laguna (Tenerife) y fue titular de dibujo en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra.