Esta antológica, comisariada por Janeiro, recorre cinco décadas de producción a través de una veintena de sus grandes series y proyectos con los que «ha impulsado un nuevo orden en el que tiene cabida la obra que no es pintura, ni estampa, ni fotografía, pero lo combina todo, aplicando las tecnologías de reproducción y producción de imágenes basadas en electricidad, electrónica y telecomunicaciones», destaca la comisaria.

La aventura estadounidense

En 1971, Marisa González se trasladó a Estados Unidos en busca de una enseñanza artística que no encontraba en una España todavía sometida a la dictadura. En Chicago se incorporó al posgrado Sistemas Generativos: Arte, Ciencia y Tecnología, impartido en el Art Institute of Chicago, que ofrecía espacio para la más abierta experimentación con las tecnologías de procesamiento y reproducción de imágenes. Dueña de un método propio, sus trabajos pasaban por múltiples procesos de reproducción y alteración, combinando transparencias, papeles manipulados y todo tipo de utensilios domésticos que le permitían obtener nuevas texturas, colores y efectos visuales: prensas térmicas, punzones, planchas o incluso gofreras. Esta vocación experimental y rupturista, íntimamente ligada al contexto de represión política del que provenía, resultó decisiva en la formación de una sensibilidad crítica y comprometida que atraviesa de forma constante su obra posterior. En Estados Unidos, González entró en contacto también con los movimientos feministas, pacifistas y por los derechos civiles, que marcaban la escena cultural y social del país en los años setenta.

 

En su trayectoria, González se ha interesado, entre otros temas, por el feminismo, los movimientos sociales, la arquitectura industrial o el residuo y el desecho, al tiempo que ha indagado en los procesos de producción seriada. En esta muestra se reúnen algunas de sus series más significativas, como Violencia mujer, que incluye la obra La descarga (1975-1977); la serie Presencias (1981), con la que apuesta radicalmente por el reciclaje y la resignificación de objetos; y los proyectos Ellas, Filipinas (2010-2013) y Nuclear Lemóniz (2004-2008), que se presentan articulados como propuestas que abordan grandes problemas desde distintas perspectivas.

En Ellas, Filipinas se pone de manifiesto la situación de explotación laboral a la que se enfrentan miles de mujeres migrantes en Hong Kong, visibilizando las condiciones de desigualdad y vulnerabilidad a las que son sometidas. Por su parte, Nuclear Lemóniz documenta el proceso de desmantelamiento de una infraestructura que nunca llegó a ponerse en funcionamiento gracias a la intensa movilización y presión ejercida por la ciudadanía.

También se puede ver la serie de retratos que realizó a través del sistema gráfico informático Lumena, o la instalación Estación Fax/Fax Station, creada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1993, con la que la artista fomentaba una dinámica entre artistas más comunitaria, menos competitiva y más horizontal.

Organizada por el Museo Reina Sofía en colaboración con Azkuna Zentroa-Alhóndiga Bilbao, la exposición viajará a la capital vizcaína tras su paso por Madrid.


– ¿Quiere consultar la hoja de sala: Marisa González. Un modo de hacer generativo?

Deuda saldada

‘Un modo de hacer generativo’, exposición de Marisa González en el Museo Reina Sofía. © Luis Domingo.

Para Manuel Segade, director del Reina Sofía, esta exposición «salda una deuda contraída y es un reconocimiento a la trayectoria y el universo estético de una artista que sigue en plena potencia intelectual», y de la que ha destacado su contribución al feminismo o la ecología, además del uso de la tecnología al servicio de la creación.

Violeta Janeiro considera a González «una adelantada a su tiempo, que ha roto cánones, que militó en la lucha antifranquista, en el asociacionismo y se sumó al feminismo, y de la que era muy necesario sacar a la luz su legado inabarcable, y por desgracia acumulado la mayoría en su estudio».  En este sentido, el subdirector general de Artes Visuales y Creación Contemporánea del Ministerio de Cultura, Jesús Carrillo, considera que las instituciones «no han cuidado como deberían» la figura de la artista y se congratula de este reconocimiento aunque sea tardío.

Marisa González, que en la presentación de esta exposición llevaba el mismo vestido que utilizó en la inauguración del Reina Sofía en 1986, cuando cocomisarió una de las muestras inaugurales, reconoce que trabaja durante años en cada proyecto y lo guarda todo, «cada obra dura años, en esta exposición hay una pequeña representación de mi trabajo. Y si de algo me ha servido usar los medios tecnológicos desde tan temprano es que, a pesar de tener un nombre tan común, lo tengo para mí en la Wikipedia y en mi página web».