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Agravios sin celos en el Lope de Vega de Sevilla

Donde hay agravios no hay celos [1]Interpretada por David Lorente, Jesús Noguero, Óscar Zafra, Rafa Castejón, Nuria Gallardo, Clara Sanchis, Fernando Sansegundo, Natalia Millán y Mónica Buiza, se trata de una de las mejores comedias escritas en el Siglo de Oro y una de las más representadas, tanto en esa época como en años posteriores.

Lejos de limitarse a hacer un juego de palabras, Rojas Zorrilla da la clave completa de su mensaje en el título: el agravio quita la posibilidad de sentir celos porque la frustración y la amargura que provoca elimina toda oportunidad de volcarse en el amor. No hay oportunidad para el amor real cuando todas las energías se orientan hacia la venganza, ni para el amor ni tampoco para la búsqueda de la felicidad, ni de la serenidad siquiera.

Esta comedia profundiza también en la incapacidad de expresarse, y no sólo en la época en la que fue escrita sino también en la actualidad. Ahora que tanto se habla, por cualquier medio, en mensajes, en notas publicadas en las redes sociales, en chats, emails…, es cuando menos se dice. En la obra, los apartes cobran un valor fundamental, más allá de lo anecdótico, que harán que el espectador se reconozca en unos personajes que evitan llegar al fondo de lo que quieren decir.

Popular y solemne

Donde hay agravios no hay celos [2]Todo está aderezado con la risa, gran aliada en este viaje por un Madrid decadente heredero de una época de exaltación, donde un sentido del honor exacerbado impide que germinen la razón y los sentimientos. La maestría teatral de Rojas Zorrilla, su gran habilidad para crear comedia, conduce, como en un encantamiento, al lugar donde habita el amor, al lugar donde pudiera renacer la inocencia.

La adaptación musical por parte de Ignacio García completa un espectáculo donde la confusión entre el amo y el criado, que intercambian los roles durante tres jornadas, le da a la obra un carácter paródico, desenfadado y popular. El canto, el silencio y la música se entrelazan en una producción llena de danzas populares acompañadas del acordeón de Vadzim Yuchnevich, un instrumento que responde a esa búsqueda de un elemento que esté entre lo popular y lo solemne.